Coche y Gimnasio

3 0 0
                                    

Cuando ya llegamos al aparcamiento, Miguel no tardó en reconocer el coche en el que se había montado ya en varias ocasiones. 

Fue corriendo hacia él y empezó con la bromita de que me lo iba a rayar. Además, como iba borracho, también soltó algún comentario sobre lo que yo quería hacer con él en su coche. 

No mentiré, me moría de ganas, pero no era el momento, y no quería volver a hacer nada en un coche, una larga historia.

Abrí el coche y nos metimos los dos dentro, no sin antes coger una botella que tenía en la parte de atrás. 

Se la di a Miguel y le felicité con eso. El chico se puso muy contento al ver que era una botella de su bebida, es decir, que le había hecho caso y me había acordado de su receta.

La probó y puso una cara de asco para reprocharme de que el que hacía él era mil veces mejor. Sé que me lo hacía simplemente para picar, porque literalmente llevaba lo mismo.

Me puse a darle unos tragos a la botella mientras hablábamos un poco de la vida. Hacía tanto que no estábamos los dos juntos, que ya no sabía como le iban las prácticas, como iba con el gimnasio, que había hecho esos días...

También estuvimos hablando un poco de Sandra. Él me había dicho que era a la hermana a la que le había contado todo, pero yo no le había dicho a quien. 

Le conté que Sandra venía desde el principio para analizar la situación y ayudarme a saber lo que estaba pasando, porque él no me ponía las cosas muy fáciles que se diga.

Tras estar hablando un rato, nos quedamos en silencio, los dos mirando al frente. Como me parecía un poco incómodo, le pedí que me pasase un enganche que tenía él a su derecha, para poner algo de música.

Miguel se puso a buscar en su puerta, pero no lo encontraba, por lo que me moví un poco de mi asiento para estirar mi cuerpo hacia él y así buscarlo yo.

Cuando me quise dar cuenta, había encontrado el enganche, pero también la cara de Miguel pegada a la mía. 

Los dos nos miramos a los ojos, viendo que estábamos muy, pero que muy cerca. Era una de esas miradas que nos habíamos echado alguna vez en el gimnasio, pero esta vez... Esta vez era más intensa, teníamos más privacidad, y no aguantamos más.

Lentamente nos fuimos acercando el uno al otro, mientras nuestras miradas bajaban a los labios del otro. Nuestras narices empezaron a rozarse hasta que al final lo hicieron nuestros labios. 

Poco a poco nos fuimos soltando para comenzar un beso muy lento, pero que demostraba las ganas que nos teníamos el uno al otro. 

La cosa no tardó mucho en acelerarse. Miguel subió su mano izquierda por mi espalda para cogerme de la cabeza y tirarme del pelo. Yo no pude resistirlo y empecé a respirar con una mayor intensidad, lo que hacía ver que la cosa se empezaba a calentar.

Había muchas ganas,. Podríamos haber hecho de todo allí en mi coche, pero cuando vi que no echábamos el freno, conseguí despegarme de los labios de Miguel para acercarme a su oreja. 

Le empecé a dar pequeños besos por el cuello, mientras le susurraba que me volvía loco, y que me hacía perder el control. 

Miguel mientras no podía evitar estremecerse y jadear. No controlaba su respiración, por lo que supuse que estaba muy cachondo.

Le mencioné el gimnasio, que se imaginase una escena. Él y yo en los baños del gimnasio, comenzándonos a besar, y llegando hasta el final. Ese sitio era el lugar perfecto para quitarnos todas esas ganas. 

Miguel tragó saliva al escucharme decir todo aquello, para luego asentir. Me dijo que entonces a que estábamos esperando. No quedaba mucho tiempo para que el gimnasio abriese a las siete de la mañana, así que se podía esperar.

¿Qué me está pasando?Onde histórias criam vida. Descubra agora