Vuelta a Empezar

1 0 0
                                    

Arrepentimiento. Ese era el sentimiento que sentía después de haber hecho lo que había hecho con Paula. La chica me parecía guapa, pero ni ella se merecía esto, ni yo estaba preparado para olvidar a Miguel.

Comenzó otra semana más y después del gimnasio fui directamente a mi academia de bomberos. Teníamos una prueba de psicotécnicos y era la primera vez que iba a una.

Aún no había hecho ningún amigo, por lo que cuando entré en la sala llena de sillas, me senté en una esquina, pegado a la pared y dejando una silla libre a mi lado.

A los cinco minutos, un chico con pelo rubio teñido se sentó a mi lado y me miró extrañado. Hubo unos minutos incómodos, hasta que al fin me dirigí a él y le pregunté un poco sobre la prueba, ya que era nuevo.

Me empezó a explicar como funcionaba, y justo cuando terminó su explicación, el profesor puso una cuenta atrás para empezar.

Fue una prueba intensita. Había que pensar mucho, y habían muchos patrones. Cuando terminó el tiempo, no había conseguido hacer ni la mitad, pero el chico de mi lado me tranquilizó diciéndome que era normal, y que para ser la primera vez estaba bien.

Mientras corregíamos la prueba, empezamos a hablar y me preguntó la zona donde vivía. Llegamos a la conclusión de que vivíamos en el mismo barrio. 

Me preguntó si conocía a un grupo de nuestro barrio, cuyo nombre no quiero recordar. Le dije que no, porque no había oído hablar de ellos nunca, pero después después de que el chico me dijese su edad y su instituto, caí.

Damián tenía un año más que yo y había ido al mismo instituto que mi amiga Paula, mi amigo Iván y, efectivamente, nuestro amigo Miguel.

Le pregunté si les conocía, y me dijo que sí, especialmente, a los dos chicos, que pertenecían al grupo del que me había hablado anteriormente. 

No existían casualidades en la vida, que la primera persona de la que parecía que me iba a hacer amigo en la academia, conocía a Miguel. La vida me estaba tomando el pelo.

Salimos de la academia y Damián me llevó en su coche hasta casa de uno de los de mi grupo, por lo que aproveché para contárselo. De paso, también escribí a Iván para decirle que me había encontrado con un amigo suyo.

Al día siguiente, fui un poco más pronto de lo normal al gimnasio, ya que no tenía academia. Cuando entré, vi a Miguel que ya estaba terminando su rutina. 

Estuvimos hablando un poco, y le dije que había conocido a un amigo suyo. Hablamos un poco más y le pregunté que cuánto le quedaba para empezar las prácticas. Me dijo que en dos semanas se le acababan las vacaciones. 

Entre unas cosas y otras, caímos en que a los dos nos tocaba hacer pierna al día siguiente, por lo que Miguel me propuso quedar para entrenar juntos, a lo que dije que sí sin rodeos. 

Era la primera vez que íbamos a entrenar juntos, así que me puse algo nervioso al escuchar como me lo preguntaba. De todas formas, Miguel no tardó mucho en irse después de llegar yo.

¿Romperíamos al fin el intento de contacto cero que teníamos? Necesitaba volver a lo de antes. Necesitaba volver a empezar, y más sabiendo que dentro de nada, Miguel empezaría a ir al gym por la tarde y nos dejaríamos de ver.

Al día siguiente me desperté emocionado, no habíamos quedado exactamente a ninguna hora, pero me preparé rápido y fui más o menos una hora antes de lo que había ido el día anterior. 

Cuando llegué al gimnasio, Miguel aún no había llegado, por lo que me puse a calentar con una de las máquinas. 

A los minutos, le vi subir las escaleras, y se puso a esperar una máquina mientras me miraba. 

Fui a saludarle y me puse a hablar con él. Recuerdo que hablamos de un grupo de siete señoras que se dedicaban a ocupar las máquinas y a charlar entre ellas. 

Estuvimos hablando y riéndonos bastante durante todo el entrenamiento. Además, comenzaron los piques con él, que llegaban a un punto de tonteo. Una faceta nueva que estaba conociendo de Miguel.

Otra cosa que me sorprendió fue que se abrió conmigo sentimentalmente. Me empezó a contar cosas de cuando era pequeño, cosas de su familia e incluso alguna que otra inseguridad. Yo aún no me atrevía a hacerlo, pero me parecía genial que él se sintiese cómodo para contarme todas esas cosas.

Estuvimos hablando también de los gymbros que habíamos tenido cada uno. Yo le dije que había tenido dos, con los que ya ni hablaba, pero que la verdad, prefería bastante más entrenar solo, a mi bola. 

Él en cambio, me dijo que nunca había tenido ninguno. Alguna vez había entrenado con algún amigo, pero nunca quedar para entrenar como tal. Era la primera vez que quedaba para entrenar con alguien, y la verdad que me sentí bastante especial. Sobretodo cuando me dijo que en general le gustaba entrenar solo, aunque conmigo se sentía cómodo entrenando.

En ese momento me puse rojo, y tuve que mirar para otro lado para poder tragar saliva y cambiar de tema rápido, para que no se me notase lo nervioso que me había puesto. 

Yo no le dije nada, no le respondí. En ese momento, simplemente le sonreí y ya está. Aunque luego sí que pensé que si yo le hubiese dicho que yo también estaba cómodo, seguramente él se hubiese sentido mejor. De todas formas, no estaba preparado para abrirme aún así con Miguel. 

Continuamos el entrenamiento de pierna, e incluso le convencí para que se quedase un rato más conmigo mientras yo terminaba unos ejercicios de hombro. 

Al principio me dijo que no, pero imagino que por mi cara de pena, se convenció solito.

Simplemente mis caras, representaban cada una de mis emociones. No hacía falta ser adivino para saber cuando estaba triste o mirando con cara de asco.

Terminamos el entrenamiento y nos separamos en mitad del camino a casa, mientras hablábamos de alguna serie de Netflix que habíamos visto los dos.

Volví contento. Sentí que al fin todo empezaba a fluir. Ahora se vendría un duro golpe con su cambio de horario, pero esperaba que pudiésemos superarlo juntos. Aún así, aún me quedaban dos semanas para seguir viéndole y disfrutando de su compañía.

¿Qué me está pasando?Where stories live. Discover now