Seguimos cenando, y el móvil de Camila sonó. Cuando lo cogió giró la mirada y me enseñó la pantalla del móvil, era la terminación de la oficina. Me humedecí los labios y terminé de coger el móvil.

-Disculpad. –Me levanté de la mesa y cogí el móvil, saliendo al pasillo para hablar. -¿Sí?

-Lauren, deberías venir a la oficina. Hay un...

-¿Puedes dejarlo ya, Amy? –Le dije a mi secretaria. –Ve a tu casa, cena con tu familia, sal de esa oficina. No me llaméis más, porque al próximo que llame lo voy a despedir.

-Está bien.. –Dijo con voz débil.

-Feliz Navidad, disfruta de las fiestas.

-Igualmente, Lauren. –Colgué y cuando giré la mirada, Camila estaba al final del pasillo frotándose los brazos lentamente, mirándome algo triste. Se acercó a mí lentamente y yo suspiré, pasándome las manos por la cara.

-¿Te tienes que ir? –Preguntó caminando hacia mí, y negué con los ojos cerrados.

-No. –Respondí volviéndola a mirar, que estaba frente a mí.

-¿Cuándo tomarás un descanso, Lauren? –Susurró alzando la vista hacia mí. –Estoy.. Cansada de esperarte hasta las tantas de la madrugada todas las noches, y muchas quedarme dormida. Estoy harta de verte una hora al día, si es que llega a eso. Sé que es tu trabajo, pero no puedes dejar que ese trabajo te consuma hasta tal punto que llegue a ser tu vida. –Ella suspiró cerrando los ojos. –Dejé mi trabajo porque tú me lo pediste.

-Lo siento.. –Dije agachando la cabeza con un suspiro, frotándome los ojos con dos dedos. Ella me abrazó apoyando la cabeza en mi pecho.

-No es tu culpa.. –Negó y yo me quedé en silencio.

-No puedo, Camila. –Me humedecí los labios y negué. –Pero después de casarnos, si tú quieres.. Me iré un tiempo. Un mes.

-Lo único que quiero es que llegues a casa en un horario normal y no sentirme como si te estuviese perdiendo todos los días. –Dijo bajando los brazos, quedándose con estos cruzados. –No quiero una tarjeta de crédito con ochenta mil dólares, Lauren. Ni salir en revistas. Quiero estar contigo, es tan simple como eso.

Miré a Camila un momento y ella me sostuvo la mirada, tan triste como estaba en aquél momento.

-Lo haré. –Asentí y la abracé con fuerza, dejando un beso en su pelo.

Volvimos al salón y yo no tenía muchos ánimos, así que me senté en el sillón al lado de la ventana, observando la lluvia caer en el jardín mientras dentro se recogía la mesa. La peor parte de todo esto era cómo había hecho sentir a Camila sin siquiera darme cuenta, y que si no me lo hubiese dicho la habría perdido. Sentí a Camila sentarse en mi regazo, pero ni siquiera me moví porque no estaba con ánimos para hablar, ni para llorar, ni para nada. Sólo miraba la ventana.

-¿Estás bien? –Su voz era dulce y casi me dolía más el ser idiota. Levanté la mirada hacia ella y negué, recostándome de nuevo en el sillón. -¿Qué ocurre?

-Te he hecho sentir mal durante mucho tiempo y yo ni siquiera me di cuenta. Y creo que no me mereces, y te mereces alguien mejor que no te haga sentir así. Que te cuide todos los días, que al menos pueda llevarte el desayuno a la cama y no sea tan inútil, alguien que no te meta en líos.

-¿Estás rompiendo conmigo..? –Susurró ella, y apreté los ojos, negando.

-Me siento como una mierda ahora mismo, Camila. Soy una mierda de novia. –Abrí los ojos para mirarla y ella negó poniendo una mano en mi mejilla.

room 72; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora