15. Lo que nunca te dije

35 2 3
                                    

El silencio seguía haciéndose eterno, pesado, los segundos pasaban y de su boca no salía ninguna respuesta:

-¿Que quién coño te ha pagado Juan? -Resopló antes de hablar.

-Si lo sabes te pondría en peligro, y no quiero eso. Ya me has visto, ¿Te has quedado más tranquila?

-No. Quiero que te quedes aquí, que sigues teniendo hueco en mi vida. Déjame retomar el reto de descubrir qué hay bajo esa coraza.

-Te he dicho que te quiero, pero también que no puedo hacerlo, y que bastante me he arriesgado. Me van a pillar, déjame irme ya, por favor..

Estaba dispuesta a responder, pero alguien se encargó de meterse en aquella conversación:

-¿Tú quién cojones te crees que eres para quererla? Aparte de que no es la primera vez que veo algo raro entre vosotros -Su nerviosismo aumentaba a la vez que el mío.- ¿De qué cojones va todo esto Sarah? Acepto que no me quieras como antes, pero me merezco un respeto.

Se esfumó entre la gente. Lo normal era que mi cuerpo hubiera respondido e ir tras él, explicarle todo y que lo entendiera. Acabar como en cualquier cuento feliz, aunque en una discoteca faltaran las perdices. Pero no, mi cuerpo no se movía. Y Juan también se perdió entre todas aquellas personas. Por un momento no sabía ni donde estaba, ni que tenía como mínimo a 50 personas mirándome asombradas por mi expresión.

Seguía en mi mundo, hasta que una voz me hizo volver al mundo real:

-Sarah, ¿Qué ha pasado con Juan? Acabo de ver que ha salido casi corriendo.

Esa frase fue lo último que escuché antes de ver todo negro. La presión, el alcohol y la música muy alta no eran una buena combinación. Tan solo oía gritos, pero no era capaz de hacer ningún movimiento ni de articular alguna palabra.

Y una vez que pude moverme o decir algo, estaba más desorientada que, para mí, instantes antes. Una gran luz me iluminaba y estaba bajo la atenta mirada de tres personas. Gracias a centrar mi atención pude distinguir a Fernando, Gonzalo y alguien que no conocía de nada:

-¿Qué hago aquí? ¿Y dónde estoy? -Mis ojos intentaban abrirse, pero aquella luz cegadora me lo impedía con totalidad.

Aquella chica desconocida me miraba con un tono de dulzura, como buscando las palabras adecuadas para decirme algo:

-Has sufrido un ataque de ansiedad. Te tenemos aquí para evitar ciertos riesgos, tanto inminentes como a largo plazo. De todas formas te haremos ahora unas cuantas pruebas y posiblemente puedas irte a casa -Hizo una pausa.- ¿Quieres hablar con tus amigos antes de ir? -Asentí y ella se fue de la habitación cerrando la puerta tras su salida.

-¿Dónde está Juan? -Mi cara no sé si era de angustia, pero posiblemente.

-Sarah.. No sabemos nada de él desde anoche.. -Tras decir esto Fernando me cogió las manos en señal de apoyo.

-¿Y.. tengo alguna llamada o mensaje o algo?

-Me encantaría decirte que sí -Esta vez el que intervino fue Gonzalo.- Pero nadie ha llamado ni ha mandado ningún mensaje.. Aunque sé que Óscar y Cristian es porque están durmiendo, después vienen.

El silencio se hizo presente en la sala, pero no por mucho tiempo, pues Fernando recordó que estaban esperando para hacerme pruebas e hizo pasar a la mujer que esperaba en la puerta:

-Tranquila, va a ser solo un momento -Tras decir esto me llevó fuera la habitación hacia el ascensor, para movernos con comodidad entre las distintas plantas.

A decir verdad las pruebas fueron más rápidas de lo que imaginaba y cuando me quise dar cuenta me encontraba de nuevo en la habitación donde estaba anteriormente y con permiso para irme a casa.

Fernando y Gonzalo se ofrecieron para llevarme a casa a lo que yo acepté encantada. Aunque sinceramente, me conozco, y muchas ganas de llegar no tenía, se me caería la casa encima. Nada más llegar me despedí de ellos, les di las gracias y entré en casa. Esperé un momento para que se alejaran y volví a salir.

Necesitaba sentir el aire, la libertad, por alguna razón extraña. Creo que pude pasarme horas paseando por una zona cercana a mi casa, porque cuando salí era de día y ya estaba muy adentrada la noche. Fue el sonido del teléfono el que me hizo volver a la vida real:

-Puf Sarah.. -Su voz sonaba muy ronca.- Perdona que no haya llamado antes, pero juro que me acabo de despertar y he visto el mensaje de Fernando, ¿Cómo estás? ¿Sigues en el hospital? ¿Qué te ha pasado?

-No sabía que habías dejado la música para convertirte en policía, pero es una forma sutil de decírmelo.

-Posiblemente en cualquier otro momento me reiría muchísimo de tu broma, pero me duele demasiado la cabeza como para hacerlo, ¿Me quieres responder que estoy preocupado coño?

-Tranquilo que estoy bien, me han hecho pruebas y me han mandado a casa. Parece ser que anoche durante el concierto me agobié y tuve un ataque de ansiedad.

-¿A quién tuvieron que atender eras tú? Llego a saberlo y paralizamos el concierto..

-No hubiera merecido la pena, mejor hacer disfrutar a la gente -Se hizo una pausa que opté por cortar, pues una idea estaba recorriendo mi mente.- Bueno, te dejo, que tengo que hacer unas cosas. Buenas noches, y gracias por preocuparte, de verdad -Sin darle tiempo a una respuesta, colgué y guardé el móvil para entrar en casa.

Subí casi sin pensar a por un papel y bolígrafo. Durante aquel paseo pasaron mil cosas por mi cabeza, pero ninguna lo suficientemente contundente como para hacer una canción. Tan solo hacía falta una palabra para que mi mente se compenetrara con mis manos y empezaran a crear un mensaje:

Todo lo que quería decirte y no pude susurrarte,
Son solo sueños de una cobarde.
Todas las palabras que escribí sobre tu espalda
Ya no son escalofríos, ya no significan nada, nada, nada.

¿Qué pasa con los sueños que hicimos en mi cama?
¿Qué serán de las historias que se quedaron en ganas?
¿Qué sera de todo, si mi voz no habla?
Te debo los besos que no te he dado,
Se nos quedó en el aire,
Rozándonos los labios,
Y no sé por qué, tanto callé... 

Lo que nunca te dije es como un avión de papel,
Que se rompió al llover,
Mojando sus alas con miedo a caer.
Lo que nunca te dije es como un barco de papel,
Que el mar pudo romper,
Navegando sin rumbo sin saber volver.

Fue inevitable no perderme en tu sonrisa al mirarte,
Y hoy no logro encontrarme.
Pase lo que pase sentiré
Que me faltaron dos o tres eternidades
Para decírtelo todo, todo, todo.

Los "te quiero" que aún ni siquiera has escuchado,
Los "te extraño" que aún no he pronunciado,
Los "mi vida no te vayas", los "quédate a mi lado".

Te debo promesas que no he cumplido,
Y hoy más que nunca, son problema mío.
Y no sé porqué, tanto callé...

Lo normal sería que me esperara a un día cualquiera para ir a grabarla al estudio, pero no podía. Cogí mi cámara y me dispuse a cantarla a capela, con un mensaje anterior:

Espero que esto llegue a quien debe, te quiero..

Me salió a la primera. Intenté no mostrar demasiado sentimiento, tampoco quería utilizar en la mayoría de canciones internet como un medio tan directo, pero esta vez era necesario. Lo subí a Youtube y rápidamente llamé a Cristian. Era una cuestión, no de vida o muerte, pero casi:

-Hola Cristian, ¿Sigues hablando con Saúl?

-Buenas Sarah, te aviso que no me hagas mover mucho el cerebro, se encuentra muy saturado -Su voz era tan ronca como la de Óscar.- Pero sí, sigo hablando con él, ¿Por?

-Necesito que le mandes el vídeo que te voy a mandar por WhatsApp, es importante, por favor. Y cuando lo vea necesito que me llame o me hable o algo.

-De acuerdo.

Colgué para mandarle aquel vídeo y conseguir que llegara a Saúl. Ahora solo me quedaba esperar su respuesta.

Soy y seréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora