―Estoy bien, estoy bien ―aclaró al ver su expresión de pánico ―. Fuiste tú el que me distrajo, por eso pisé mal. Ni mis médicos y ni mis psicólogos van a decirte más de lo que puedo contarte yo, hace años que no los veo. Te lo dije hace tiempo, ¿recuerdas? Abandoné terapia porque me cansé de revolver la misma mierda una y otra vez sabiendo que lo que tengo no se cura. Pero no es una conversación para tener en la calle.

Brad la oyó con atención y se tragó un suspiro ante su negativa.

―Está bien ―asintió, aunque los dos sabían que no estaba convencido con su respuesta―. ¿Te dije que te vienes conmigo a mi apartamento? Voy a preparar la merienda más básica pero nutritiva que hayas comido en tu vida.

Eva apoyó la cabeza en su hombro y sonrió.

―¿Vas a cocinar para mí? Si el resto de tus admiradoras se entera, van a afilar sus garras todavía más.

El rubio la miró de soslayo.

―Sé muy poco de cocina, mantén tus expectativas a raya ―comentó con una risita, feliz de verla algo más animada a pesar de que evitaba sus preguntas a toda costa. Se dijo que su situación era mucho más delicada de lo que creía y que tenía que ir poco a poco con pasos firmes―. ¿Qué es eso de mis admiradoras? ¿De qué no estoy enterado?

Eva arrugó la nariz.

―No puedes no estar enterado. ¿Le diste un vistazo a tu secretaria? Es obvio que está interesada en ti.

Brad giró la cabeza con un gesto divertido.

―¿Eso que oigo son celos, Eva? ¿Estás celosa de mi secretaria?

―Quiere seguir el mismo camino que las demás, lo sabes ¿verdad?

Una vez más, Brad dejó de caminar y también la detuvo a ella, colocando las manos a ambos lados de su cadera para mantenerla firme de frente a él.

―¿Y tú sabes que eso no es cierto? No tengo idea sobre qué quiere Gina, me refiero al mito que se han creado sobre mí. No me acuesto con todas mis secretarias, Eva. No sé quién inició ese rumor, pero es falso. Te lo juro ―sentenció aliviado por haber podido aclarar eso que tanto le disgustaba.

Ella pasó los brazos por detrás de su cuello y lo contempló por un instante como si intentará descifrar si estaba siendo honesto o se estaba burlando.

―Entonces... ¿he sido la única excepción?

Bradley bufó.

―Bueno, tampoco tanto como eso, al menos sobre lo que estás preguntando porque sabes que eres mi excepción en muchísimas cosas. No niego que metí la pata alguna que otra vez, pero...

Se cortó cuando Eva soltó una carcajada, no por su interrupción sino por el placer que le supuso oírla después de lo que se le hacía una eternidad.

―La pata no fue lo que metiste, ¿eh? ―se burló haciéndolo reír―. Si consigo una lista de tus asistentes y secretarias, ¿me dirás con quiénes...?

―No, de ninguna manera ―intervino él y se inclinó para besarla en una mejilla―. No sería muy caballeroso de mi parte andar comentando esas cosas. Mucho menos con la mujer que me interesa impresionar.

Eva siguió viéndolo con los ojos vidriosos y Brad no pudo resistir la tentación de inclinarse sobre ella y tomar su boca. Empezó con un roce suave que hizo cosquillear su corazón y siguió besándola despacio disfrutando a pleno cada segundo de ello.

Brad había insistido en ir a su departamento para así poder prepararle a Eva la merienda que le había prometido, y aunque ella no estaba interesada en pasar otro mal rato frente a la comida, terminó aceptando por varias razones: en primer lugar todavía no quería separarse de él después de su caminata de regreso a casa, ni tampoco quería que siguiera preocupado, pero además tenía que reconocer que necesitaba comer algo y probablemente solo lo conseguiría si alguien más la obligaba a ello, no tenía la fuerza de voluntad suficiente como para obligarse a sí misma.

InfameWhere stories live. Discover now