Chapter 3

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Hekima junto a los demás se formaron escuchando el anuncio del oficial instructor al mando de las fuerzas de reclutas que con su porte intimidante y sumamente practicado, los miró por un momento y luego mostrando indiferencia empezó a dar un discurso muy motivador. Tanto que deseabas tirarte por el río con tal de no seguir escuchando como el instructor te dejaba claro que esto era un simple paso al infierno que el territorio de los titanes te daba por hacerte el valiente en el ejército. Los chicos, menores de edad por cláusulas de las ramas militares debido a las recientes invasiones, sentían por primera vez la presión de sus decisiones de manera extrema. Keith Shadis, ex comandante de la legión de reconocimiento y militar activo ya retirado con funciones limitadas como profesor, empezó a caminar entre las líneas de reclutas con el objetivo de joderle el día algún joven que tenía una gran ambición de orinarse en los pantalones.

—¡Nombre! —inquirió el hombre viendo a una adorable chica de cabello negro con coletas bajas que sudaba haciendo el saludo militar con indudable temor.

—¡Mina Carolina, de Karanes del muro Rose, señor! —respondió la joven recibiendo después la gustosa caída de su autoestima al escuchar como la comparaba con presa de titán y que su inminente muerte sería más atroz y rápida que su respuesta. Los demás tragaron saliva viendo lo que les tocaría.

—Su gran destreza como manipulador y destripador de sueños es impresionante —habló la bella morena, María, que jugando con su mechón blanco sobresaliente de su cabellera oscura, veía divertida a los cadetes nerviosos— lastima que no me tocó. Solo logré que mirara de lejos y siguió con los demás.

—Tu expresión de que el mundo te odia fue lo que lo frenó —exclamó el otro moreno cruzando sus brazos y charlando de vez en cuando con los demás instructores. Ellos naturalmente hubieran sido soldados de la guarnición o la legión, pero habían optado por estar con los reclutas y ayudar con los entrenamientos. Eso alegró mucho a los mandos de esa milicia, pues no habían muchos jóvenes que quisieran colaborar con la formación de nuevos soldados—, supongo que no tenía necesidad de intimidarte. Mucho menos hacerte el cuento de siempre. Sabía que no tenías nada que enterrar; cosa que no sucede con muchos otros.

—Supones bien —le dio la razón viendo como dejaba de lado a los más fríos y que no parecían reaccionar en absoluto los taladrantes ojos del señor Shadis que no pareció contento con la respuesta de un tal Jean Kirsteain. Su ya pelona cabeza debía ser similar a una piedra y el golpe hacia el chico hacia su frente debió ser suficiente para quebrarlo.

—Me da ternura ese de ahí —apuntó un instructor de mayor rango hacia los dos morenos. Marco Both, haciendo su saludo, estaba siendo observado detalladamente por los profesores— a pesar de estar enfrente del instructor, sonríe simpaticamente. Sería bueno tener a alguien así en las tropas de ciento cuatro.

—Tienes razón. En las dificultades, es necesario el apoyo emocional y de compañerismo; él podría tomar ese papel —aceptó Mauro, el hermano de María viendo como una recluta sacaba una patata y comía tratando de no ser vista, sin tener mucha suerte— mira esa.

—Joder ¿Comer en formación estando Keith cerca? Que ovarios —halaga María aguantando la risa cuando el instructor la pilló comiendo su deliciosa patata todavia humeante. Los profesores empezaron apostar que haría el profesor a la pobre Sasha Blouse. Épicamente, sin tener otra opción, la niña rompió un pedazo de la comida y se la entregó con la palabra "mitad" que definitivamente no ameritaba el caso. Los instructores aullaron bajito sin creerlo y ya tenían un apodo en camino. Los dos morenos tuvieron que entrar a la cabaña de guardia para explotar de la risa.

—¡Corre hasta que te desmayes, imbécil! —la niña asintió con miedo empezando a correr por la plaza y el instructor siguió martillando la mente de los demás vigilando que la chica patata hiciera su castigo.

Entre las cenizas (Libro 1)Where stories live. Discover now