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La hora de ir a casa había llegado, y vaya que necesitaba marcharse de ahí con urgencia. Ese día había sido de lo más aterrador e inusual para Oliver, y para todos en el castillo en general.

Suspiró, tallándose los ojos por debajo de sus gafas con rudeza.

Aún no procesaba lo que había sucedido, pero esperaba que no ocurriera de nuevo porque no sabría cómo reaccionar.

"La próxima vez que suceda, asegúrate de intervenir antes de que lo mate. O déjalo que acabe con lo que empezó".

Las palabras que había dicho el antiguo rey Soren aún lo perseguían dentro de sus memorias. Tan marcadas como las cicatrices que portaba el príncipe, escondidas en los lugares menos visibles de su cuerpo.

"Si vuelves a tocarme, voy a aniquilarte. ¿Has entendido?".

—¿Qué te ocurrió, príncipe Dustin? —susurró Oliver, con la mirada sobre el cielo oscuro.

Dentro del palacio, un joven de cabello negro y ojos dorados se paseaba en su habitación de un lado a otro, jalando de su cabello con desesperación.

—¿Qué mierda fue eso? ¿Por qué hiciste eso? —balbuceaba Dustin, mordiéndose constantemente la parte interna de sus mejillas como una forma para reprimir sus gritos.

La última vez que había atacado a alguien fue a sus diez años, cuando uno de los sirvientes se había burlado de sus orígenes frente a él.

Ya que su padre estaba muy ocupado enlazándose con mujeres y su abuelo demasiado molesto con su existencia, llegó a la conclusión de que tenía que defenderse a sí mismo a como diera lugar.

En ese tiempo no había importado porque el daño era nulo. Pero el incidente de hoy era totalmente diferente, porque ya no era un mocoso de diez años. Sino un hombre, el hombre que heredaría la corona. No podía manchar su reputación de esa manera si quería ser mejor que su padre.

Inhaló con fuerza, tratando de controlar sus emociones, mantenerlos a raya.

Entonces, recordó los minutos antes del ataque...

—¿Viste a la mujer de la plaza hoy? Era bellísima —escuchó que uno de los empleados susurraba en el pequeño comedor asignado para ellos.

Dustin, que iba pasando por casualidad alcanzó a escuchar este comentario, por lo que detuvo su marcha para prestar más atención a la conversación.

—¿La de cabellos blancos? –el otro asintió–. Sí la vi. ¿Por qué?

—Le cedí el asiento y cuando se acercó a mí, pude oler el aroma de su piel. Era como el algodón de azúcar, la tentación de tomar un bocado era enorme, de tan solo imaginarlo me pone duro —afirmó con actitud petulante.

—Estás loco. Se nota que jamás has tenido afecto femenino, ¿eh?

Dustin dejó de escuchar, puesto que su mente estaba en rojo, procesando el hecho de que alguien más estaba fantaseando con tocar lo que era suyo.

En ese instante se echó sobre el imbécil que había tocado el tema.

Con la cabeza fría, pudo darse cuenta de su error. ¿Suyo? ¿Cómo podía él atreverse a llamar algo como suyo? Sobre todo esa mujer, que solo tenía días de haber llegado a Arendelle.

Pero sus sueños le decían otra cosa. Le mostraban el futuro. Un futuro donde estaba sobre ella, embistiéndola una y otra vez mientras la tarde se despedía de ellos con sus últimos rayos de sol atravesando el horizonte. Un futuro donde ella jadeaba cerca de su oído, pronunciando su nombre con pasión .

¿Así que estaba en lo correcto? ¿Llamarla suya? ¿Impedir que cualquiera codiciara su feminidad?

Se acercó a su escritorio, y en un arrebato de exasperación botó todo lo que había encima. Este tema lo estaba llevando al borde de la locura.

Debía resolverlo a toda costa. No permitiría que una mujer se convirtiera en su ruina. La historia de la Familia Real de Arendelle no se repetiría.

Pronto se halló recapitulando una plática que escuchó a escondidas la noche después de que el sirviente lo había humillado, cuando buscaba qué cenar (pues su abuelo le había prohibido el bocado hasta que se disculpara por su "berrinche").

—¿No es curioso? —musitó una de las chicas que cocinaba el banquete de la cena.

—¿Qué cosa? —preguntó la otra, limpiando el sudor de su frente con una servilleta.

—Los rumores que hay sobre la Monarquía de Arendelle, dicen que cada hijo de la corona ha sido destruído por una mujer gracias a una antigua maldición.

—¿Qué tonterías estás diciendo ahora? Si el príncipe Vidar te oye, va a asesinarte —reprendió la otra, volteando a ver a la puerta por si alguien las había escuchados.

—Solo piénsalo. El príncipe Agdar dejó su hogar por una chica plebeya, y la reputación del príncipe Vidar cayó luego de involucrarse con una cortesana. ¿No crees que es curioso?

—Ya que lo mencionas, es cierto. Aunque podrían ser casos extraordinarios, no significa que volverá a pasar.

—No lo sabemos. El príncipe Dustin es el siguiente en la línea de sucesión. Tocará esperar para saber si los rumores son ciertos.

Siendo pequeño, no había entendido el sentido de la conversación.

¿Logrará mantenerse firme o caerá rendido por una fémina?

Touching the sun | PARTE IIWhere stories live. Discover now