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Cabellos platinados paseándose sobre la brisa de la noche, danzando al compás de las olas que rompían a la orilla de Arendelle

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Cabellos platinados paseándose sobre la brisa de la noche, danzando al compás de las olas que rompían a la orilla de Arendelle. Delicadas piernas retozaban campantes sobre la mesa de madera posicionada en medio de la sala, la parte superior de la misteriosa figura se encontraba apenas cubierta por una capa delgada de tela blanca, que volaba con el viento. 

El muchacho de ojos dorados la observaba apacible desde una altura baja, sentado en el sofá más próximo a ella. Todo ello era tan mágico, sensual. El único problema era su rostro, el cual no podía ver. Sus facciones principales estaban ahí (como sus ojos grandes y la nariz pequeña) pero la claridad era nula. Como si una brocha pincelara con acuarelas su cara, para evitar ser reconocida. 

Entonces, el príncipe abrió los ojos. Topándose de lleno con el amplio panorama de su habitación. Los rayos del sol lograban traspasar las cortinas, indicándole que seguramente se le había hecho tarde para atender sus deberes.

Bueno, tampoco es que resultara ser un problema. Nadie ahí podía ser capaz de reprender al futuro monarca de Arendelle, a menos que no estuviera en sus cinco sentidos.

Talló su rostro con exasperación. Ese tipo de sueños lo llevarían a la locura si continuaban de esa manera. No entendía por qué algo tan trivial lograba sacarlo de sus casillas.

Llamó al mayordomo, ordenándole que prepararan un baño caliente y espumoso para limpiar cualquier rastro de lujuria sobre su cuerpo. 

Dentro de un tiempo, se llevaría a cabo su coronación. Anunciando con ello la llegada de un nuevo rey, su padre ya no estaba en condiciones de gobernar más. Además, el trabajo que Vidar había desempeñado a tan corta edad lo hizo pensando únicamente en el placer de obtener dinero. Trayendo la desgracia consigo a casi cualquier cosa que se relacionara con Arendelle.

Ni siquiera había logrado casarse con una noble de familia poderosa. Lo había estropeado todo enlazándose con mujeres cortesanas que servían en los burdeles. Lamentablemente, así fue como el príncipe de esa nación llegó al mundo. 

Dustin no se consideraba a sí mismo benevolente con el pueblo, ni siquiera una pizca de bondad. Pero era perspicaz, sabía lo importante que era mantener vivos y en óptima forma a los súbditos y a su rutina. Sino, ¿cómo pagarían sus tributos? ¿Cómo se costearía el estilo de vida que estaba llevando? 

 Si quería obtener ganancias al máximo durante su mandato, tenía que invertir lo necesario para tener éxito. Debía colocar su linaje en la posición más alta del estandarte monárquico.

—¿Cuál es la agenda de hoy? —preguntó el chico de cabellos negros, caminando a la par de su asistente personal.

Un pequeño sirviente, con gafas gigantes posadas sobre su nariz y un portafolio cargado de documentos respondió: —Su majestad se reunirá con productores extranjeros de licores para llegar a un acuerdo y comenzar con la regulación y venta de alcohol en Arendelle, hoy a las tres de la tarde, en la famosa taberna de Sigurd.

—¿Y después? —ambos atravesaron el umbral de la entrada principal del castillo, dirigiéndose velozmente a uno de los carruajes previamente preparados para su traslado.

—Deberá decidir qué hacer con las propiedades destruidas en las áreas limítrofes —en cuanto oyó esto, no pudo evitar pensar en ese soldado que había desertado hacía cuatro años. Ya que una de las fincas mencionadas pertenecía a la familia de Matías I.

Sólo era cuestión de tiempo para que volviera, pensó cada vez que recapitulaba el tema.

—Bien, entonces comencemos lo antes posible —contestó Dustin, subiéndose al vehículo.

[...]

Los días habían sido largos y pesados, el príncipe Dustin y su asistente Oliver habían enfocado toda su energía en buscar la forma de restaurar los daños causados por los enfrentamientos durante el destronamiento del antiguo Rey Runeard. Algunos edificios tenían las facilidades para ser reacondicionados (por la poca damnificación) pero eso no quitaba el hecho de que costaría mucho poder hacerlo posible.

Algunos de los propietarios de esas haciendas destruidas murieron en el curso de la guerra, otros perdieron sus riquezas y ahora no podían permitirse gastar lo que no tenían. Unos simplemente renunciaron a Arendelle y se mudaron lejos.

Aún y con la comodidad de préstamos que la monarquía propuso dar, nadie se arriesgaba a seguir adelante con ello. 

No quedaría de otra que llamar la atención de nobles extranjeros para que adquiriesen y remodelaran las edificaciones. Sería lo más viable, tomando en cuenta el poco tiempo que quedaba antes de la coronación.

Chistó la lengua con cansancio, botando los papeles sobre su escritorio. 

—¿Quiere que pida algo para merendar? —preguntó Oliver, viendo como el príncipe se masajeaba las sienes a causa del estrés.

—Un café amargo, y que sea rápido —ordenó. 

El joven de baja estatura corrió hacia la cocina. 

Mientras esperaba, empezó a redactar cartas a diversos aristócratas invitándoles a un pequeño festival de comercio de propiedades. Ni siquiera lo había consultado con su padre, pero eso no le importaba. Haría lo necesario para volver a enriquecer Arendelle.

[...]

El viento era gélido, semejante al de Berk. Los pinos eran relativamente jóvenes, pero seguían siendo imponentes. 

—Bienvenido a las tierras de la Tribu Northuldra, princesa —presentó Matías, paseando sobre las ruinas de viviendas que todavía podían percibirse en la tierra.

—Ya te dije que no me llames así —gruñó Elsa, bajando del lomo de Temperance.

—Este bosque es precioso, muy por encima del que tenemos en casa —bromeó Harald, pateando las hojas secas que reposaban en el sedimento.

—¿Qué dijiste que había pasado con ellos? —inquirió Astrid. 

—El príncipe Soren ordenó buscar y arrestar a la bruja que podía predecir el futuro. Después de hallarla, se les ordenó acabar con la vida de su tribu —rápidamente, el entorno en el que estaban se volvió pesado y oscuro, lleno de melancolía. Era como si el bosque supiera lo que había pasado, y no estaba contento de ello.

—¿Lo lograron? 

—No, antes de que la Guardia Real llegara, nadie más que la bruja se encontraba aquí. Ella pareció sacrificar su libertad para salvar a su gente. 

—La vida está llena de sacrificios —musitó Elsa, recordando a sus padres.

—Y cada sacrificio tiene su recompensa, eso eres tú —contestó Matías, volteando a verla.

Touching the sun | PARTE IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora