Capítulo 35: Liberación

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El Día de San Valentín es muy esperado a nivel mundial. Es un día para ser feliz en compañía de las personas que amas. Personalmente, no es mi día favorito del año porque las personas suelen obsequiar ostentosos regalos que no captan la verdadera dimensión de los sentimientos. Además, ¿por qué hay que esperar un día específico para demostrarle a alguien cuánto lo amas?

Si amas a alguien, ámalo todos los días como si fuera la primera vez.

El 14 de febrero es una fecha que mi familia estaba esperando con ansias, pero no por su repercusión social; sino porque hoy es la boda de mi hermana Kenya.

—¿Ya terminaron de maquillar a Ken? —indagué, entrando a la habitación de mi madre, donde estaban reunidas mis hermanas y doña Alaska para ayudar a la novia a prepararse.

—Falta poco —respondió Landa, observando a nuestra hermana, quien estaba sentada frente al espejo mientras la maquillaban.

—Ken, estás quedando hermosa —opinó Venecia, contemplando a Kenya, admirada, mientras el maquillista que trabajaba con ella la arreglaba.

—Mi diosa es hermosa —replicó él. Al parecer, él veneraba mucho a mi hermana, ya que en la última hora la había llamado "diosa" fácilmente unas 100 veces.

—Tú eres muy talentoso en lo que haces, Chris —dijo Kenya, cediéndole el crédito.

—Para nada, reina. He maquillado a chicas que no necesitan un maquillista, sino un mago —rebatió con dramatismo—. La belleza natural es algo que ningún maquillaje puede igualar.

—Kenya siempre ha sido muy hermosa —intervino mi madre, orgullosa.

—Y... —habló Chris—. ¡Listo! Quedaste divina —la elogió, efusivo.

—Gracias —respondió Ken sin demasiada emoción, mirando su reflejo en el espejo; pero no se veía muy contenta.

—Ahora solo falta que te pongas el vestido. Le pediré a Silvia que lo traiga —nos informó nuestra madre, saliendo de la habitación alegremente.

—Y falta una cosa más... —emitió Chris, aproximándose a Ken hasta quedar al lado de su rostro, enfocando el reflejo de ambos—: La sonrisa... —agregó, mirando atentamente a Kenya, quien se quedó meditabunda unos segundos.

Chris y Ken habían sido compañeros de trabajo desde hace varios años, motivo por el cual se conocían bastante bien y era claro que entre ellos existía una fuerte amistad. Era una conexión inquebrantable. Hasta parecía que Chris podía leer los pensamientos de Kenya.

—Aquí está el vestido de mi niña más grande —anunció Silvia, entrando de repente a la habitación junto a mi madre—. Ken, cariño, estás preciosa...

—Y cuando se ponga el vestido lo estará aun más —declaró Chris teatralmente.

—Creo que deberíamos esperar abajo —opinó Austria.

—O tal vez deberían irse ya para la iglesia —sugirió Kenya—. Évett debe estar desesperado...

—Probablemente... Papá me ha enviado unos 500 mensajes preguntando si falta mucho para que llegues —emitió Austria.

—Tranquila, hija. Es normal que la novia se retrase —refutó mi madre relajadamente.

—Bueno, yo creo que sí deberíamos irnos, así tranquilizaremos a tu novio —dije.

—Está bien. Adelántense ustedes. Owen las llevará. Chris y yo acompañaremos a Kenya a la iglesia —ordenó nuestra madre y como hijas obedientes que somos eso mismo hicimos.

BÉLGICA [R1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora