Capítulo 21: Te mereces el mundo

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-Amor, termina tu piña.- el pelotero me observó con severidad mientras comía la dulce fruta, aunque no era mi favorita. Hice un par de gestos al sentir como pasaba por mi garganta mientras Julián reía de verme hacerlos. -Si terminas tu desayuno completo, te compraré lo que tu quieras como premio.- me dejó un beso y limpió la cocina. El celular del jardinero sonó por un instante y lo respondió con alegría -¡Mamá!- al escuchar que se trataba de su madre, sentí que un escalofrío me recorría por toda la espalda. -Sí, estaremos aquí esta semana, juego en casa. ¿Qué no te llegó mi mensaje con el calendario?- rió un poco y me contagió de alegría al verlo hablar con ella, quien es una mujer importante en su vida -Que sí mamá... Estamos bien... ¿Hasta cuándo piensas quedarte en casa?- ¿Hasta cuándo? Que miedo pensar en compartir la casa con más personas que, aunque saben de la rutina que tenemos, no me conocen. ¿Les agradaré? -Okay, mamá. ¿Y Tony viene también?- ¿Tony? Ah, Antonio, su hermano. -De acuerdo... Los estaremos esperando, estoy ansioso porque vengan. Un beso.- colgó el teléfono y se acercó a mi, dejándome un tierno beso en la mejilla -La familia llega en 3 días.- 

***

-Vamos de compras, así que quiero que escojas todo lo que tu quieras.- me sonrió y caminamos hasta la entrada de una tienda donde vendían material escolar. -¿Qué sucede?- preguntó al verme observar con curiosidad toda la tienda -Es muy grande.- el pelotero sonrió y tomó un carrito de supermercado y me acompañó pasillo por pasillo para escoger todo lo que venía en la lista de la Academia Nothimee y todas las cosas que observaba con curiosidad. Tomamos tantas cosas como cupieron en el carrito y salimos de la misma con una sonrisa tras haber pagado una cantidad descomunal de dinero, la cual pagó satisfecho el pelotero -¿Fue mucho dinero?- el chico negó y me sonrió -Nunca es demasiado si se trata de mi bebé.- caminamos por el resto de la plaza y me acompañó a comprar ropa y uno que otro juguete. Caminar por la plaza con mi vestido, cubriendo mi pañal, no era de mis actividades favoritas, pero cada vez estaba más y más familiarizada con la actividad. Llegado el medio día, sentí que el sueño me comenzaba a vencer un poco, ya que la rutina de la siesta me afectaba cuando hacíamos actividades así. Con ternura, el pelinegro me dio la mano y entramos a un spa, donde rentó el lugar completo para que pudiera recostarme en una de las camillas y dormir mi siesta mientras él leía un libro y veía videos sobre béisbol en el celular. Antes de caer dormida, el pelotero me puso el chupón en la boca y me cantó una tierna canción de cuna. 

Al despertar, seguimos con el camino y pasamos a comer hamburguesas en una cadena de comida rápida -Amo comer aquí... No lo hago mucho por el deporte, pero me fascina.- completó dándole una prominente mordida a su platillo, haciéndome reír. Caminamos un par de horas más cuando alcancé a observar que una persona llevaba un rato siguiéndonos. -¿Julián?- me sonrió -¿Qué pasa, nena?- me acerqué a él y susurré en su oído -Ese hombre lleva un rato siguiéndonos aquí en la plaza.- con disimulo, el pelotero observó al hombre que le dije y me tomó con más fuerza de la mano. -Vámonos de aquí.- con severidad, Julián comenzó a caminar más rápido, acelerando el paso hasta que llegamos a un tumulto de gente, donde me guió para caminar en zigzag entre las personas. Observé detrás de nosotros que el hombre aún nos seguía la pista, pero estaba cada vez más lejos. Casi al final de la multitud, Julián me pidió que detuviera el paso y me puso encima su chamarra. Se quitó la gorra rápidamente y se agachó a mi altura, abrazándome por detrás, tapándome. Pasaron minutos que sentí que fueron horas. -Ven, camina delante de mi.- puso sus manos detrás de mis hombros y me llevó de regreso a donde habíamos iniciado la huída del hombre. Entramos a una cafetería y nos sentamos en la mesa más escondida que encontramos. -Ten.- me tendió un vaso con leche y lo acepté gustosa, intentando calmar los nervios de lo que habíamos vivido -¿Reconociste al hombre que nos siguió?- negué rápidamente -No me perdonaría si algo te pasa por estar conmigo.- finalizó. Me dejó una caricia en la mejilla y habló por teléfono con un tal "Joaquín", quien entendí que era parte de un cuerpo de seguridad. Por una hora, nos quedamos en el establecimiento. Julián me animó a que coloreara con los nuevos marcadores que me había comprado o que usara mi teléfono para jugar, pero tenía el corazón aún saltando de nervios por lo que habíamos vivido. 

La pequeñita de papáWhere stories live. Discover now