Capítulo 6: Ahora, permíteme arroparte

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-El age-play involucra que, con tu consentimiento, yo me convierta en tu "papi". La idea es que abandones toda actitud de persona adulta y regreses a ser esa linda bebita que imagino que fuiste cuando eras pequeña. Tu única labor será dejarte querer, ser buena niña y disfrutar de las comodidades que te ofrece el "nacer de nuevo"- me sonrió, como si se tratara de lo más normal del mundo. -La rutina diaria trataría de lo siguiente: establecer horarios para despertar, para bañarte, para jugar, para estudiar, para comer, para dormir la siesta y para dormir.- ¿Horarios? ¿Cuándo fue la última vez que tuve 3 comidas al día? ¿O que dormí más de 8 horas? ¿O que tomé una ducha diaria? -Además de la rutina, mi labor como papá es bañarte, alimentarte, vestirte y cambiarte. Además, quiero que regreses a la escuela, por lo que contrataré un tutor privado para que trabaje contigo y puedas ponerte al día. No hay nada que me haría más feliz que verte en la universidad.- ¿La universidad? ¿Cuándo fue la última vez que soñé con graduarme en alguna carrera? ¿Cómo me reincorporaría a la escuela? Sé que no soy una persona tonta, pero nunca fui muy brillante para la escuela -¿Tienes alguna duda con eso, peque?- asentí -¿Cccomo me bañarías? Y cambiarías y vestirías...- me sonrió y observé como se ruborizaba. -Bueno, justamente como se cambia a un bebé, Annita. La idea es que yo te meta a la tina, te duche y te vista. En el clóset hay mucha ropa para ti, mi amor. Y bueno... cambiarte se trata de... Justo de eso: cambiar tu pañal, mi niña.-

Al escuchar la palabra "pañal", sentí como mi estómago se revolvía, como me temblaba el cuerpo, como el sudor rodaba por mis sienes. -Estás pálida... ¿te sientes bien, peque?- se preocupó Julián, sonriéndome con comprensión. Asentí y abracé mis piernas, buscando protegerme de algo. -Pppero yo sé ir al baño.- dije nerviosa. Julián esbozó una media sonrisa y juro que pude observar como su corazón latía fuertemente por abajo de la camiseta negra que traía puesta. -Lo sé, pequeñita. Como te dije, la idea es que vuelvas a la niñez. No quiero que te preocupes por nada... Ni siquiera por ir al baño.- ¿O sea que tendré que ir al baño en un pañal? -Mira, peque. Te juro que no te molestará en lo absoluto. Yo estaré siempre ahí para cambiarte en cuanto lo necesites.- me sonrió y acomodó un mechón de pelo tras mi oreja. -Iremos poco a poco, te prometo que te gustará ser mi bebé. ¿Qué opinas si con ese tema también vamos un paso a la vez?- me sonrió y asentí rápidamente, como temiendo que cambiara de opinión. -Muy bien, entonces podemos empezar sólo con usarlo, ¿qué dices?- asentí, pensando que de todas las opciones era, definitivamente, la mejor. 

-¿Tienes más dudas, mi niña?- negué. Realmente, fuera de los verbos "cambiar", "vestir" y "bañar", todo parecía estar muy claro para mi. -Perfecto... ¿tienes hambre, nena?- asentí y sentí como me tomaba en brazos repentinamente. Julián me cargaba como si fuera la cosa más ligera del mundo entero, con agilidad y con ternura. -Bueno, vamos a la cocina. Te voy a preparar la cena y luego iremos a que tomes tu baño y a dormir, ¿te parece?- sonreí y asentí. -¿Hoy tengo que dddormir en la cuna?- pregunté nerviosa, pensando que se trataba de uno de los menores de mis "problemas" al pensar en el tema del pañal. -Si, mi amor. Los bebés deben dormir protegidos. Pero recuerda que estoy en la habitación de al lado y puedo ir si necesitas algo.- dejó un beso en mi frente mientras entramos a la cocina, donde me encontré con la primera prueba de esta nueva dinámica: la silla alta. Con rapidez, Julián levantó los seguros de la mesa y me depositó en el mullido asiento color amarillo pastel, el cual estaba decorado con pequeños leoncitos. Rápido, el pelinegro me puso el cinturón que rodeaba mis piernas y aseguró la mesa, dejándome completamente asegurada en el asiento. Incómoda, me removí sobre la sillita mientras Julián preparaba algo que, sin alcanzar a verlo, olía delicioso. 

-Listo, ya está su cena, señorita.- giró sobre sus talones y me sonrió, mostrándome un plato decorado con un elefante y un león infantil. El plato, en brillantes colores, estaba lleno de un esponjoso arroz blanco y un pedazo de pollo empanizado. Lo dejó en mi mesa y se dirigió al refrigerador. ¿Con qué voy a comer? No me dejó cubiertos. -Julián... ¿me puedes pasar un tenedor y un cuchillo, por favor?- pregunté educada, a lo que el pelinegro soltó una pequeña risita. -Peque, los bebés no usan cubiertos de adultos. Espera un segundo en lo que sirvo tu bebida y ya voy a darte de comer.- ¿Darme de comer?  ¿Cuándo fue la última vez que alguien me dio comida casera en la boca? Ni siquiera recuerdo que mamá o papá lo hicieran cuando era más chica. -Toma, tu vaso.- me sonrió mientras me tendía un vaso entrenador color verde pastel, decorado con elefantitos. Incrédula, lo tomé y me removí incómoda en la sillita, sin poderme mover mucho. -Y ahora, ahí viene el avioncito.- me dijo Julián sonriente, mientras tomaba un cubierto color verde con azul de plástico y me tendía un pedazo de pollo hacia mis labios. 

La pequeñita de papáWhere stories live. Discover now