Capítulo 14: Eres única, mi niña

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-Amor, despierta, no tarda en llegar la tutora.- las dulces manos de Julián me mecieron en sus brazos mientras me despertaba de la siesta. Desde hacía 2 días, pasada la plática en el restaurante, Julián y yo éramos más honestos el uno con el otro, aunque nunca en realidad hablé sobre lo que había sucedido en mi pasado. Llevaba 2 días con una tutora, quien venía directamente desde Nothimee para continuar con clases que me prepararían para el examen de diagnóstico para incorporarme. -¿Necesitas cambio?- negué con seguridad mientras el pelinegro me ponía un lindo conjunto color menta. -Te ves preciosa.- peinó mi cabello con ternura y me puso un poco de loción con aroma a lavanda. -Vamos, no tarda en llegar.- me tomó de la mano y me llevó a la biblioteca, mi nuevo salón de clases. -Ten, para que se pase rápido el tiempo.- me tendió un vaso con jugo de manzana y unos crayones con un libro para colorear. -No tarda en llegar.- me sonrió y salió de la habitación mientras que le daba un gran trago a mi jugo. 

Al escuchar el timbre, no pude evitar que el estómago se me revolviera. La señorita Arandilla era una gran tutora, pero muy dura cuando cometía errores por desatención. -Anna, ya llegó tu maestra.- irrumpió en la habitación junto con el pelinegro, mientras que ambos me miraban con ternura. -Buenos días, pequeña.- dijo y correspondí a su saludo. -Vamos a iniciar con las lecciones, si necesitamos algo se lo haremos saber, señor Amador.- dijo formal y se sentó en la silla a mi lado. -Iniciemos con matemáticas, ¿Te parece?- asentí y tragué saliva con dificultad. Las matemáticas, sin lugar a dudas, me asustan como pocas cosas. -Iniciemos con estos ejercicios, según el reporte de la Señorita Bravo corresponden al año en que finalizaste tus estudios.- me tendió una hoja con operaciones matemáticas y un lápiz con goma. -Inicia, si tienes preguntas estoy para apoyarte.- deslicé el lápiz por el papel intentando entender qué debía hacer para responder las preguntas. Ver los números en papel me aterraba. 

Pasado un tiempo, sin saber cuánto, escuché la dura regla de la maestra chocar contra la mesa del escritorio naranja. -¿Estás entendiendo, Anna?- negué y tragué saliva con fuerza. -Anna, si no entiendes esto, veo difícil que puedas integrarte a tu grado correspondiente.- Si tan sólo supiera que no me siento capaz de volver a la vida escolar... -Inténtalo de nuevo. Ahora con más ganas.- borró con dureza los números que había escrito en el papel y me tendió nuevamente el lápiz. Intenté con mucho pesar hacer de nuevo las operaciones, sin éxito. -¿Cómo vas, mi amor?- entró tocando la puerta el pelinegro, mientras traía una bandeja con fruta y agua. -Me parece que Anna necesita más clases personalizadas, señor Amador. Al parecer las matemáticas no son su fuerte.- busqué con temor la mirada de Julián, esperando no verlo decepcionado de mi. -No se preocupe, maestra Arandillas. Yo me encargaré de que Anna practique hasta que pueda hacer las operaciones sola.- me guiñó el ojo y me sonrió. -De acuerdo, entonces le dejaré estas hojas, para que las resuelva con ella. Vendré el día miércoles a la siguiente sesión. Hasta pronto.- se despidió cordial con un apretón de manos de Julián y salió por la puerta de la habitación, seguida del pelinegro. ¿Acaso Julián se decepcionaría de mi? ¿Estaría molesto porque no aprovecho las clases que me está pagando? ¿Creerá que soy tonta por no poder responder los problemas de matemáticas? ¿Me castigará por no completar la tarea? Las emociones me hacían un nudo en la garganta mientras que las lágrimas peleaban por salirse a borbotones de mis ojos. Al escuchar que se cerraba la puerta de la casa, me congelé de pensar que Julián subiría molesto a castigarme. 

-¿Quieres seguir intentándolo?- preguntó al entrar a la biblioteca y sentándose justo donde estaba la maestra hacía unos minutos. Negué rotundamente y agaché la mirada con temor. -No me gusta verte como un cachorro asustado, mi amor. Levanta tu carita.- tomó mi mentón con ternura y subió mis ojos hasta los suyos. -¿Por qué no quieres seguir intentándolo?- negué y sentí como las lágrimas escurrían por mis mejillas -Esss quuueee nononono puedo.- tartamudear así me hacía sentir cada vez más pequeña. -Respira hondo, mi amor.- me abrazó y dejó un rápido beso en mi frente. -Tranquila. Inténtalo ahora conmigo, ¿qué dices?- limpió con ternura la lágrima de mi mejilla y me hizo una caricia en ella. -Ahora, intentemos resolver este problema. Confía en mi, vamos a intentarlo canto sea necesario.- tomó un gran trago a su vaso y me dio el lápiz -Toma un poquito de jugo y seguiremos: mi niña nunca se rinde.-

La pequeñita de papáWhere stories live. Discover now