Capítulo 1: Conóceme y verás que sólo quiero lo mejor para ti, pequeñita

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Amenazada por la alarma del pequeño despertador casero que tenía en la mesa de noche, me levanté con pesadez pensando y, más aún, maldiciendo el momento en que decidí tomar el turno matutino en el restaurante de Lois. Pensar que sólo dormir 3 horas se convertiría en la rutina diaria no fue mi movida más inteligente. Bueno, es lo que pagará las cuentas. Rápidamente, me levanté de la cama y caminé a la ducha donde tomé un merecido baño y me alisté para salir a trabajar. 

Con una manzana y un vaso de leche a punto de caducar en el estómago, corrí a la parada del autobús. Esperé unos 2 minutos y, tras pagar mi pasaje, emprendí el camino a al restaurante donde trabajaría una amplia jornada de 10 horas con una mísera paga que, sumada a lo que ganaba durante las noches en el bar de Alexander, me permitiría pagar las cuentas y facturas pasadas: si bien no eran mis deudas -sino de mis padres- estaba segura de que al banco no le importaba que ellos hubieran fallecido y dejado mil deudas... Y no sólo a ellos, sino a los cobradores ilegales de múltiples negocios en donde Andrey y Reyna, mis padres, habían estado involucrados. 

Sumida en mis pensamientos, pasé un rato en el transporte pensando en los años de mi juventud, donde se me obligó a crecer antes de tiempo. Gracias a los negocios -no del todo legales- donde mis padres se veían involucrados, era un hecho que la paz no era una opción en nuestro día a día: cobradores tocando a la puerta, amenazas de muerte -tanto para ellos como para mi- el incidente de la noche roja... Eran tantas cosas que me aquejaban desde hacía tantos años pero que nadie sabía que habían sucedido. A los ojos de los trabajadores sociales, sólo eran malos padres o, más bien, padres que habían tenido problemas por algunas temporadas. 

Al llegar al restaurante de Lois, bajé corriendo y me instalé en mi estación de trabajo donde, con una fingida sonrisa, comencé a atender a los comensales que se daban cita en el afamado -aunque mal pagado- recinto. Soñolienta, bostecé ligeramente mientras nadie me veía y, sumida en mis pensamientos, permití que mi imaginación volara a cualquier lugar lejos de ahí. -¡Niña! ¡Te estoy hablando!- escuché que alguien me gritaba, sacándome de mis fantasías de felicidad. -Dis... Discúlpeme. ¿Qué desea ordenar?- respondí asustada, disimulando mi nerviosismo. -Quiero hablar con tu gerente. Es imposible que llevo 2 minutos tratando de ordenar mi desayuno y tu estás en las nubes.- Tragué saliva y asentí. -En un minuto estará el gerente con usted. Disculpe las molestias.- dije y me giré sobre los talones conteniendo las lágrimas que pugnaban por salir. 

-Señor Lois, un comensal quiere verlo.- dije levemente en la oficina del dueño del restaurante, escondiéndome lo más que podía en mi propio ser. -¿Por qué?- preguntó sin despegar la vista del estado financiero que estaba revisando. -Pppor... Porque no lo atendí a tititiempo...- dije, tratando que la voz no se me cortara. -Anna... Llevas aquí 2 días y ya estás causando problemas, ¿Tengo que preocuparme?- me miró por encima de sus lentes. -Lo ssisiento señor... Le prometo que no habrá una queja más sobre mi trabajo.- intentando sonar segura. -De acuerdo, ahora mismo salgo para ayudar al señor del problema. Espero que no se vuelva a repetir, ¿Estamos claros?- asentí y tragué saliva. Día 2 y ya tenía problemas... ¿acaso el sufrimiento jamás terminaría?

***

Tras varias horas de trabajo y uno que otro bostezo, finalizó la jornada de trabajo y tomé mis cosas del casillero y salí corriendo para llegar al bar nocturno de Alexander Draco, el más grande proxeneta de la ciudad. Si bien su afición por las apuestas y su gusto por las mujeres de la noche galante era conocido, a mi me trataba con gran cariño y siempre velaba por mi seguridad desde el día en que comencé a trabajar con él. Hacía 2 años que había abandonado la preparatoria y todo sueño por superarme y me había decidido a hacerme cargo de las deudas que, amablemente, mis padres me habían dejado tras morir. ¿Por qué trabajar en el bar de Alexander? Porque él no hacía preguntas.... Una vez que supo la historia de mis padres, el chico se compadeció de mi y me acogió para trabajar en su bar en un área donde, si bien era objeto de miradas de los hombres que se daban cita ahí, no era un producto "a la venta", como solía llamarle a las mujeres que vendían su compañía por unos cuantos billetes. 

La pequeñita de papáWhere stories live. Discover now