Promesa

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Por supuesto que Seiya no había tenido la fuerza para regresar hasta donde estaban almorzando sus amigos, mas bien, en su pensamiento ellos ya habrían terminado de comer, seguramente ya se habían ido a sus puestos de entrenamiento o de vigilancia, a demás si era sincero, no tenía apetito; aquel desamor había provocado que su estómago se bloqueara por completo.

Con la poca fuerza que la pesadez y la resignación le permitieron, logró encaminarse sendero abajo, había llegado hasta cerca de la casa de Piscis encaminando a Saori, pero ella una vez más le había confirmado que no deseaba tenerlo cerca.

«Creo que... esta vez sí es en serio la separación definitiva».

Al llegar al templo de Sagitario, allí se desplomó sobre su incómoda cama para luego dar un profundo suspiro ¿Por qué no podía dejar de pensar en Saori? ... Su Saori... ¿Su Saori?

Seiya se llevó la manos a los ojos y luego se revolvió sus rebeldes cabellos con un dejo de desesperación.

Había tanto que deseaba decirle y expresarle, porque era una realidad que aquella relación que tenían iba mucho más allá de lo físico, de ninguna manera era un capricho de atracción adolescente, eso los años se los había dejado en claro.

Además, Saori era su mejor amiga, a quien podía contarle lo que sea y ahora hasta eso sentía que había perdido por andar tentando al destino con sus sentimientos.

Volteó a ver su armadura dorada que estaba guardada, esa que en parte le había brindado la oportunidad de estar más cerca de Saori en su momento, pero que en esos momentos de zozobra el peso físico era liviano comparado con aquel de la moralidad, el deber y el dolor del corazón.

Al cabo de unos minutos, la vista se le comenzó a nublar del sueño, cerró sus ojos por un momento para intentar alejar los caóticos pensamientos que no hacían más que robarle ese poco de tranquilidad, pero en cuestión de segundos la suave caricia de una mano cálida en su rostro lo hizo despertar.

Esa sensación acogedora y tibia, que lo calmaba la conocía demasiado bien... ¡No podía ser!

Seiya se paralizó porque, ahí sentada en el borde de la cama se encontraba Saori, mirándolo desde arriba con esa sonrisa que lo derretía al instante y esa cara de ángel. Algunas de sus largas y suaves hebras color violeta caían en cascada alrededor de él, denotando lo cerca que se encontraban.

Aquello provocó que su corazón se acelerara, no podía creerlo. De inmediato se incorporó para quedar sentado, sin dejar de mirar aquellos ojos azules que lo veían con ternura.

—Saori, pero... ¿qué haces aquí? Me acabas de decir que me mantenga alejado y ahora entras a mi casa, no es posible  —musitó Seiya, tratando de recuperar el aire que le tomó pronunciar aquellas palabras.

Saori, con una sonrisa ladina llevó su fino índice a los labios de Seiya, este asintió, mientras pasaba saliva con un poco de dificultad. Las manos de Saori pasaron de su rostro hasta sus anchos hombros, luego bajaron un poco más para tocar sus pectorales y quedarse allí estáticas.

El corazón de Seiya iba a mil y no pudo resistir más esa cercanía, ese contacto que tanto anhelaba tener, así que, colocó sus manos sobre las de ella y las apretó con suavidad. Estaba tan sediento de ella ¿Cómo podía hacerle entender todo lo que provocaba en él?

Sus miradas estaban inmersas en la contraria y los sentimientos a flor de piel, tanto así que Seiya llevó una de sus manos al terso rostro de esa mujer que lo estaba volviendo loco con sus actitudes contradictorias, no lo pensó más y se acercó peligrosamente al rostro de Saori, desafiando su espacio personal. Ella no puso resistencia y ahí el Santo de Sagitario borró una vez más aquellos conceptos de rectitud, de reglamentos y de prohibiciones.

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⏰ Last updated: Mar 24 ⏰

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