Soluciones

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Saori caminaba presurosa por entre la gran construcción de las casas que ascendían hacia su aposento. Ir a pie era una manera de ofrendar su cansancio y dolor para implorar la paz que tanto deseaba mantener en la humanidad.

En el camino, saludó a cada uno de los santos que se topaba de manera inevitable, pero se sentía extrañamente observada, como si alguien la viniese siguiendo desde que dejó la reunión con sus queridos Santos de Bronce, así que aceleró un poco más el paso.

La realidad era que, Saori no estaba equivocada; a Seiya se le hacía difícil mantener la distancia con ella. Su instinto de protección mezclado con el ardiente amor que le tenía, lo desesperaba sobremanera. Sabía que ella era perfectamente capaz de llegar hasta su lecho, pero no importaba si ella había terminado aquella intensa relación que habían compartido, al menos deseaba cumplir con su rol de santo.

En una de esas, y al llegar a una zona silenciosa y desolada, Saori se quedó estática, de una manera abrupta y Seiya, quien iba detrás de una intersección de concreto, paró para no ser descubierto y se pegó a la pared, evitando hasta respirar, pero todo fue en vano.

—Santo de Sagitario... ya deja de seguirme —Aquellas palabras gélidas parecían espinas que se incrustaron en el corazón de Seiya—. No es necesario que lo hagas, ya estoy muy cerca del Atheneo, además sabes que estoy custodiada por todos y que no me pasará nada.

Seiya dio un par de pasos y salió de su escondite. Aquellas secas palabras habían calado su corazón y de manera inevitable, para hacerle sentir el dolor de la indiferencia de Saori. Apretó las manos y se dispuso a responderle a su diosa.

—Lo siento, Athena... —Seiya sentía su sangre hervir de impotencia—. Solo deseaba ver que llegaras bien al Atheneo, eso era todo. No deseaba cruzar ni una línea más.

Saori cerró los ojos y los apretó con fuerza, tratando de evitar por todos los medios voltearlo a ver. Sabía que si lo hacía se perdería en su penetrante mirada, en su viril aroma, en esa forma tan abnegada e incondicional de tratarla, y eso la haría sucumbir ante sus inmensos deseos de correr hacia él y lanzarse entre sus brazos para llenarlo de esas caricias y besos que tanto ansiaba, sin pensar en nada más. 

Pero no... debía erradicar aquellos pensamientos de raíz de una vez por todas antes de que algo peor pudiera pasar.

—Agradezco tu amable gesto, Santo de Sagitario, pero no corro ningún peligro y además tienes muchas cosas en tu itinerario que debes cumplir, además no has comido... No querrás que tu salud, el orden y la paz sean interrumpidos. Será mejor que emprendas tu camino ahora mismo —Saori casi se atragantó con sus propias palabras. Sus manos sudaban y los nervios casi la hacían temblar, pero se mantuvo firme.

—Tienes razón, mi diosa. Me retiro y disculpa el atrevimiento, no volverá a suceder. Adiós —Seiya se inclinó, en una reverencia breve, sintiendo el corazón ir a mil, mientras sus orbes amenazaban con llenarse de lágrimas, pero se contuvo.

Así, Seiya se dio la vuelta y Saori siguió en su misma posición. Al mismo tiempo ambos comenzaron a caminar en sentidos opuestos, para despedirse de cualquier cercanía que hubieran podido tener.

Esa misma tarde, Afrodita juró haber visto a Athena con el rostro enrojecido y sus mejillas con una sutil humedad, pero no se atrevió a indagar en el asunto.

(...)

—¡Mu! —exclamaron todos, aquella en verdad era una sorpresa no muy grata, ya que todos casi saltaron de sus sitios y algunos por poco se atragantan con la comida.

—Oye, ¿podrías llegar de frente para que no nos des el susto de nuestras vidas? Te lo agradeceríamos, amigo Mu —espetó Shiryu, mientras golpeaba la espalda alta de Hyoga, que no dejaba de toser, pero al momento se estabilizó.

—No quise asustarlos, es que no pude evitar escuchar todo lo que estaban diciendo —Mu se encogió de hombros—¿Qué puedo decir? Mi oído super dotado puede tener sus pros y sus contras también.

—Y... ¿qué fue exactamente lo que escuchó, señor Santo de Aries? Si no es mucha molestia responder —preguntó June, un poco cohibida con la presencia imponente de Mu.

—Sobre la preocupación por Athena y el Santo de Sagitario, claro está —Mu se cruzó de brazos, con el ceño fruncido.

—Oh, claro, ya veo... —June asintió y luego observó que Shun estaba tenso, como si quisiera decir algo, pero por alguna razón se estaba atando la lengua para decir lo que opinaba, eso iba un poco en contra de su forma de actuar.

«Sí claro... parece que será tu conciencia, Mu —pensó Shun, mientras en silencio se llevaba un bocado de arroz—, después de todo, Saori me contó en secreto lo de la charla que tuviste con ella y ahora tienes remordimiento al verla tan infelíz. Sabes lo que has hecho».

Shun sintió un escalofrío al sentirse fulminado con la gélida y cortante mirada de Mu, como si hubiera leído sus pensamientos o algo por el estilo.

—Miren... Lo que opine cada uno de los del gremio de Santos Dorados es cosa de ellos y no voy a decir mis razones para venir a sugerir un par de soluciones. Solo quiero que Athena pueda sentirse cómoda entre nosotros otra vez. Eso es todo —dijo con firmeza, sin mostrar ninguna expresión que denotara en él alguna emoción conflictiva y sin intención de dar detalles. En realidad estaba sereno.

¿Acaso eran esas palabras, su forma de mostrar una disculpa ante lo que le dijo a Saori aquella vez? Mu era un enigma total, pero a lo mejor había meditado en lo drástico que había sido con ella en esa ocasión. Aquello vaya que sonaba milagroso, para venir de un Santo tan radical -como todos los Santos Dorados-.

—Bueno, bueno... ¿Y cuál es tu gran idea para solucionar el dilema que tienen Saori y Seiya? Porque ustedes los Santos Dorados junto con el Patriarca no tolerarían ni en broma que entre ellos haya alguna relación —inquirió Ikki y todos lo voltearon a ver con cierta perplejidad, porque el Santo de Fénix estaba siendo demasiado directo.

Mu miró hacia el suelo con una sonrisa ladina. Con la misma volvió la mirada ante los intrigados santos de Bonce.

—Una mentira piadosa y un engaño. El día del viaje, prácticamente los dejaremos solos y sin que tengan otra salida para que puedan hablar con tranquilidad, conozco un poco el lugar que Athena eligió. Del resto yo me encargo. Pero esto no debe salir de aquí ... ¿Tenemos un trato?

Todos miraron a Mu, para luego mirarse entre ellos y casi se atoran con la comida nuevamente. Al parecer no tenían otra opción si deseaban ver a sus amigos ser los mismos de siempre.

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¡Hola hola! Después de bastantes meses vengo con la continuación de esta pequeña historia que está llegando al desenlace y solo queda la duda ¿El dichoso plan funcionará o empeorará todo? 

Espero poder traer un nuevo capítulo pronto y también agradezco mucho a quienes leen ¡Saluditos! n.n

Antes del amamecerWhere stories live. Discover now