Verdad

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La sensación de tener el peso del mundo en los hombros,ese era el estado en el que Saori se mantenía desde que se enteró que no era una simple humana; en definitiva era algo con lo que sabía a la perfección que viviría para siempre. Sin embargo, ese peso se sentía mucho más en ciertas ocasiones que en otras.

Por ejemplo ese preciso momento en el que tenía enfrente a casi toda la población del Santuario, con el Patriarca como cabecilla y los Santos Dorados como interrogadores; y a la Santo de Camaleón tratando de intervenir y complicando aquella enredada mentira. En cuanto a los demás, estos se limitaban a escuchar atentos cada palabra que salía de la boca de la diosa.

En esos momentos, Saori se sentía como en una sala de juicios. Hasta pudo visualizar a Dohko con su traje de juez y su mazo, golpeándolo en la mesa cada vez que algo dicho por ella no parecía convincente a lo que se le cuestionaba. Ahora Shaka había sacado el inevitable tema que tanto parecía tener mal a una gran mayoría.

No podía evitar sentirse acorralada y Seiya no le había dejado opción más que la de sincerarse con todos; era lo mejor antes de seguir soportando la tensión de lo que no se había hablado abiertamente y aparte de eso, no podía comparar una mentira piadosa dicha en el momento, con la cadena mentiras que tendría que comenzar a decir para encubrir su amorío con Seiya; todo iría de mal en peor.

«¿En qué momento creí que podría mantenerlo oculto sin tener que mentir? ¡Qué tontería! Eso es... podría afirmar que eso sí ocurrió, pero que ya terminamos desde que ellos lo descubrieron, así que ya no hay más que hacer. Talvez Seiya se opondrá a mis palabras, pero espero que mi palabra sea la que de fin a toda esta situación». 

Una voz trajo a Saori de vuelta a la realidad y se sobresaltó un poco.

—...ya que, en verdad nos gustaría saber lo que le está ocurriendo. Y es por eso que nos atrevemos a decirle que... —Shaka detuvo sus palabras—. ¿Athena?... Creo que no escuchó nada de lo que le mencioné —Shaka se cruzó de brazos con el ceño fruncido.

—Sí, sí. Por supuesto que te escuché, Shaka. Dijiste algo sobre unos lineamientos —dijo Saori sobresaltada y una vez más sintió la mirada de todo el gremio, todos extrañados porque su diosa se había quedado absorta en su propia mente, con la mirada desviada hacia la nada.

—Comportamientos, Athena ¿Ve, que no me estaba escuchando? —Shaka se llevó la mano a la frente—. Alguien que continúe por favor, necesito unos minutos de relajación para no caer en el conflicto interno de los débiles.

—Shaka, diste una introducción demasiado larga ¡No creo que alguien aquí te haya puesto atención! —regañó Milo.

Shaka bufó y se retiró un poco de la muchedumbre, para sentarse en posición de meditación y olvidarse momentáneamente de ese embrollo. Todos se veían a las caras mientras el Patriarca esperaba de brazos cruzados.

Aioria levantó la mano con euforia y determinación.

—¡Yo me ofrezco! Ahora sí diré todo lo que pienso de una maldita vez —Kamus tomó su muñeca y la bajó mientras negaba con la cabeza.

—Que hable Aldebarán —sugirió Máscara de la muerte con tono burlesco.

—¿Por qué yo? A mí no me afecta tanto todo lo que están berreando. Me niego —contestó y dio un paso atrás y volteó hacia su izquierda—. Anda Shura, di algo tú.

—Ustedes saben que tengo pánico escénico, hay mucha gente aquí, no voy a poder dar un buen discurso como se debe —alegó Shura con el ceño fruncido—. Será mejor que hable Mu, él es más elocuente.

Cuando voltearon a ver hacia todos lados, cayeron en la cuenta de que, el Santo de Aries no estaba en ninguna parte.

«Arreglense ustedes, yo siempre debo intervenir, pues hoy se terminó el intercesor», pensó Mu, quien se había hecho invisible y había ocultado su cosmo energía para que no notaran su presencia.

Antes del amamecerΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα