Desastre

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Los santos Dorados, Plateados y algunos Bronceados junto al Patriarca estaban reunidos en la casa de Acuario. Todos habían llegado puntuales, a excepción de June, la santo de Camaleón y el viejo Tatsumi, que habían llegado un poco tarde, pero lograron integrarse. Al parecer todos estaban muy molestos después de aquella reunión y con la misma se levantaron de sus asientos para disponerse a salir del lugar hacia sus respectivos lugares de guardia o entrenamiento; hace una hora había comenzado a amanecer.

—Esto es un desastre —espetó Dohko, mientras posaba una mano en su frente.

—Lo peor que ha pasado en el santuario desde la última batalla —enfatizó Shura.

—Sí, no puede ser que Athena nos falle de esta manera —espetó Kamus.

—La decepción... —dijo Saga, mientras Kanon y Aldebarán palmeaban su espalda.

—Bueno, al final no es para tanto –intervino Marín de brazos cruzados –, deberían dejar de ser tan dramáticos. —Todos vieron a la santo de Plata con ganas de aniquilarla— ¡Shaina di algo! —alegó, pero la guerrera de Ofiuco permanecía de brazos cruzados y observaba hacia otra parte.

—Apuesto a que, esto no es nada nuevo, camaradas —reclamó Afrodita.

—Uh, esto me huele a catástrofe —sonrió Death Mask y respiró profundo, pero Afrodita le pegó un codazo.

—¡Yo lo sabía, pero no quería meter mis narices en el asunto! —exclamó Aioria apretando los puños.

—Tú nunca adivinas nada, Aioria. Lo creería de Shaka, no de ti —reclamó Milo.

—Ni siquiera yo pude imaginármelo. Pero qué sorpresa la que nos ha dado Athena, en serio —dijo Shaka casi en un susurro.

—Muchachos, esta es la reunión más decepcionante que he tenido. —Se lamentó Hyoga mientras Shiryu, Shun e Ikki asentían con pesadez.

—Patriarca, usted debe hablar con Athena de esto —sugirió Mu con un tanto de discreción.

—En cuanto la vea y encuentre el momento adecuado me va a escuchar, de eso no hay duda —dijo con firmeza en la voz— ¡Ahora todos a sus puestos!

...

Eran las cuatro de la madrugada cuando Saori despertó sobresaltada a causa de un mal sueño; quizá lo que cenó debió caerle pesado, no había otra explicación. A no ser que fuera el hecho de que, hace ya varias madrugadas, luego de su encuentro con Seiya y de haber esperado a que amaneciera, y al salir a atender sus obligaciones, tanto el Patriarca como todos en el Santuario la habían estado observando de una extraña manera durante todos esos días.

Algunos hasta la evitaban, bajaban la mirada y le hablaban solo de cosas muy puntuales. Incluso cuando tenía que decirle algo al Patriarca, este le daba respuestas cortantes y vagas. No podía explicarlo, pero era como si no le dijeran algo importante; estaban comportándose de lo más extraños.

«Quizá son solo ideas mías».

Se levantó y tomó su pañuelo de algodón para secarse el sudor. Aquello sin duda la había dejado pensativa, porque había soñado con el Olimpo echando rayos y a punto de incendiarse ¿Sería otro de sus sueños que predecían hechos? Esperaba que no, porque todos estaban realmente enojados con ella en ese sitio de deidades.

Por supuesto que, Saori sabía que su relación con el Olimpo no andaba nada bien desde antaño, pero estar teniendo sueños caóticos solo terminaba por robarle la tranquilidad y darle muy mala espina.

Aquel malestar duró poco, ya que no pudo seguirlo sintiendo a causa de una presencia en el mirador de sus aposentos. Se dirigió hacia allí de inmediato, corrió la cortina blanca que separaba su habitación de aquel lugar y su corazón se detuvo por un instante con la vista que la luna dejaba ver con su resplandor.

Antes del amamecerWhere stories live. Discover now