Capítulo 23: El campamento.

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El grupo caminó durante todo el día, con un tiempo algo favorable pero un camino muy serpenteante y gravoso. Primero caminaron dos horas por el bosque sin ningún sendero claro que seguir bajo las órdenes de Marcus que decía "Por aquí vamos bien" cada cinco minutos. Luego cogieron el sendero que cruzaba todo el perímetro de Obsidian, caminando al lado de la verja oxidada un par de kilómetros. Una vez llegaron a un cruce de caminos, el primero de varios kilómetros, cogieron otro camino tras una señal que decía "Montañas del retiro".

-Es por aquí.-Les señaló Marcus.

-¿No podemos descansar un rato?. -Dijo Fernán a quien la edad le achacaba bastante en cuestiones deportivas.

-Ya vamos con retraso.-Apuntó Marcus.

-No puedo seguir así. Estoy demasiado cansado.

-Pues no nos queda otro remedio que descansar un rato. Sentaos todos por favor.

El grupo se había parado junto a varias piedras al lado del cruce de caminos. La valla metálica estaba cerca de ellos y Priscilla, que nunca había llegado a las fronteras, la miraba anonadada y pensativa. Hablaron durante un rato y compartieron el agua de una de las cantimploras que tenían en las mochilas. Tras esto se levantaron de nuevo para seguir su ruta.

El sendero se adentraba en el espeso bosque. Cuando llevaban un buen rato caminando, Priscilla preguntó:

-¿Dónde estamos exactamente?.

-Estamos llegando al claro de las estrellas, pronto podremos instalar el campamento.

-No, me refiero a en qué reino.

-En el mío.-Le aclaró Marcus.

-Pero si dejamos las vallas atrás hace horas.

-Las vallas separan la cuidad, el territorio obsidiano es mucho más que la cuidad, lo que pasa es que está deshabitado desde hace siglos porque los habitantes se sienten más seguros dentro del perímetro de la cuidad. Así que seguimos en territorio obsidiano.

-Interesante. Entonces técnicamente no hay ninguna frontera física entre los dos reinos.

-Entre los dos reinos tal cual no la hay. Solo está separada la cuidad, aunque cada año las vallas se mueven y absorben un trozo de tierra más para introducirlo a la cuidad.

Todos los presentes reflexionaron sobre la afirmación del guardia. Una persona más que las demás, Alfred, que pensaba en el día en el que salió de las fronteras para buscar leña y toda su vida cambió. En cuestión de media hora llegaron a la zona ideal para el campamento. El “Valle de las Estrellas" se situaba a un par de kilómetros de las “Montañas Susurrantes", unos empinados  picos montañosos que se apiñaban como si trataran de hacer cosquillas al cielo. La vegetación del lugar era sorprendente, además era el mejor sitio para ver las estrellas, a ello debía su nombre.

-Aquí nos quedamos.-Anunció Marcus.

Tendieron sus mochilas en el suelo y comenzaron a montar las dos casetas.

-Id a por ramas, necesitaremos una hoguera durante la noche.-Ordenó Marcus.

A las nueve de la noche, el grupo en cuestión se encontraba sentado al lado de una humeante hoguera. Estaba anocheciendo en el valle y algunas estrellas se asomaban ya anunciando la llegada de la noche. El grupo debatía el reparto de casetas y comida.

-Yo digo que las chicas en una y los chicos en otra.-Propuso Priscilla.

-Me parece bien.-Dijo Angélica.

Alfred y Emily lanzaron una mirada de lamentación mutua que quería decir "Que pena, no podremos dormir juntos".

-Es un poco arcaico. Aquí hay muchas parejas. ¿Por qué separar géneros?. Menuda tontería.-Dijo Alfred intentando que no les separarán.

-Yo lo veo bien.-Dijo Marcus, acostumbrado a las ideas del ejército.

-Yo quiero dormir con mi marido.-Dijo la señora Flower.

-Y yo con el mío -Dijo la señora Tresus.

-Y yo con Emily.-Defendió Alfred.

-Pues dormid donde os de la gana.-Dijo Marcus ya cansado de la situación.

-Dormimos por edades. Los jóvenes en una y los mayores en otra.-Se le ocurrió a Alfred.

Todos se lanzaron miradas de complicidad con su grupo de edad, esto les parecía mejor.

-Vale.-Zanjó Emily.

-En cuanto a la comida si os parece bien la racionare yo mismo.

-De acuerdo.-Respondió Alfred algo ausente.

Así pues, Marcus decidió la cena de aquella noche y puso en la hoguera todo lo que necesitaba calor.

-Quedaos por aquí, os llamaré cuando todo esté listo.-Avisó Marcus.

Los jóvenes se marcharon a la caseta que se les había asignado y los mayores se quedaron hablando junto a la hoguera. Una pequeña lámpara de aceite iluminaba el interior de la caseta y las sombras de los jóvenes en su interior se distinguían claramente. Emily observaba las sombras desde fuera, sentada en las hierbas del claro.

-Eso dos llevan todo el día juntos.-Le dijo riendo a Alfred.-Y creo que Priscilla, Marilyn y Angélica se llevan muy bien.

-Yo creo que tú amigo Paúl está interesado en Marilyn, me parece bonito, hacen una buena pareja, ya se verá. Ahora mismo me preocupa más nuestro futuro.-Añadió Alfred pensativo.-En cuanto a las chicas creo que ellas y tu sois un grupo fantástico, os llevaréis muy bien.

A Emily solo le había llamado la atención una parte de la conversación, aquella en la que nombraba su futuro. Marcus interrumpió sus pensamientos.

-¡A cenar!.

El grupo cenó bajo la luz de las estrellas y luego, agotados por el largo viaje, se fueron a dormir. Todos dormían menos Marcus que naturalmente había preferido quedarse de guardia, y Emily y Alfred que estaban en la caseta junto a los demás pero no lograban pegar ojo.

-¿Qué te pasa?. -Le susurró Alfred.

-No puedo dormir.

-¿Por qué?

-Pienso en mi gente, en las minas, en mi árbol y entonces se me quita el cansancio y me agobio, me agobio muchísimo.

-Creo que hay poco aire aquí dentro, ¿Salimos un rato?.

-Salgamos.

Afuera Marcus vigilaba en silencio el fuego. Al ver acercarse a los jóvenes se alegró muchísimo.

-¿No podéis dormir?.

-No.-Le aclaró Emily.

-¿Es seguro pasear por los alrededores?. -Le preguntó Alfred.

-Sí. Más que seguro maravilloso, os recomiendo dar un paseo por ese sendero, en menos de cinco minutos llegaréis a un claro maravilloso donde ver las estrellas.

-¿Vamos?.

-Vayamos.

Los jóvenes caminaron por el sendero bajo la luz de la luna hasta llegar al claro. Era un lugar precioso donde ver las estrellas, que, lejos de la luz y el bullicio de la ciudad, brillaban con todo su esplendor. Los montes por los que caminaban eran impresionantes y Emily jamás había pensado en que unas tierras tan parecidas a las suyas pudieran hallarse en el reino de Obsidian.

 Los montes por los que caminaban eran impresionantes y Emily jamás había pensado en que unas tierras tan parecidas a las suyas pudieran hallarse en el reino de Obsidian

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Emily, Alfred y el LuminisWhere stories live. Discover now