CAPÍTULO 12

197 44 64
                                    


Extiendo la hoja de "clases club" hacia Fabién encontrándonos en la cafetería, el arruga el ceño antes de sonreír al comprender de lo que se trata.

Aván quien se encuentra a su lado se asoma un poco para saber lo que es, mientras lleva otro bocado de su desayuno a la boca. También sonríe.

Aván y Fabién son muy buenos amigos, así como un par de chicos más con los que ahora me siento en la cafetería a desayunar. Después de unos días de convivencia con Fabién insistió en integrarme a su grupo de amigos, son sujetos vanidosos y superficiales, pero parecen ser buenos tipos, aún falta descubrir si puedo algún día llamarlos amigos.

—Las líneas neón indican que clases no puedo elegir —les aclaro.

Hace casi una semana que me han pedido que elija una de las clases, no me había interesado en ello porque aún no pretendía quedarme en el colegio, pero en este par de semanas asistiendo con regularidad a clases, me he sentido a gusto, por lo menos mantengo mi mente entretenida.

Quizá empiezo a acostumbrarme a mi nueva vida y a comprender que la pesadilla que Marcél me hizo vivir no volverá más, aunque mis recuerdos insistan en hacerme sentir lo contrario.

—¿Por qué carajos te prohibieron las clases de fut? —indaga Aván.

—No puedo tener clases de contacto, según mi loquero —hablo sin pena.

No es que me importe que sepan que estoy llevando terapia, de hecho, no necesito ocultar nada y no es que me interese lo que piensen de mí.

Y por otra parte, si quiero mantener tranquilos a Makela y a César, debo seguir las indicaciones de Ánder, no busco que vuelvan a estar detrás de mí como si fuese un pequeño bebé al que necesitan inspeccionar cada segundo. Al menos ahora ya no los tengo preguntando «cómo me encuentro» cada vez que respiro.

—¿Algún día nos ganaremos tu confianza como para que nos digas qué fue lo que te sucedió? —cuestiona Aván.

—No necesitas tener mi confianza para decirte que el hermano de Makela me tuvo secuestrado durante diez años, que no hizo más que torturarme al igual que a mis hermanos —respondo seco—. Que me hacía pasar hambre, frío a demás de golpearme por el sólo placer de infringirme dolor—. Que antes de ello me hizo creer que era huérfano mientras era tratado como un perro sin dueño en medio de un montón de sujetos integrantes de un cartel.

Aván sólo me observa como si tuviese frente a él un pobre perro callejero hambriento. No es que sea un adivino para entender lo que su mirada denota, es que, es una de "mis virtudes, gracias a Marcél", y la forma que Aván me ve justo en este momento, es de compasión absoluta.

Detesto que las personas piensen que soy un pobre ser indefenso, uno que necesita de su lastima.

—No necesito tu lastima —le hago saber.

—No siento lástima —miente—. Sólo pienso en si mientes o no.

Arrugo el ceño. Por qué tendría que mentir, eso es a lo que ellos están acostumbrados, a fingir con falsas sonrisas, palabras mentirosas y amistades inexistentes, yo no podría vivir cargando tanta hipocresía y menos aún, sentir la necesidad que ellos sienten sólo para encajar.

—No soy un mentiroso —aclaro molesto.

—Okay —da por respuesta para seguir con su desayuno.

Sé que se ha descolocado con lo que acabo de revelar, creo que ellos piensan que soy una pobre víctima de un sujeto sin escrúpulos, pero yo, yo pienso que simplemente no a todos nos sonríe la vida.

Viví casi diez años de tormento a manos de Marcél, pero gracias a ello aprendí a sobrevivir bajo cualquier circunstancia, estoy seguro que ellos en cambio estarían muertos bajo la más mínima adversidad que se les presente.

MADSEN -Tres veces te amo-Où les histoires vivent. Découvrez maintenant