22: Bufanda

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— ¿Dónde demonios estabas, Jaeger? —Preguntó Levi furioso tan pronto como Eren y Hitch atravesaron la puerta del apartamento. Eren miró a su alrededor.

— ¿Dónde están todos? –Inquirió, dejando su cazadora en el perchero.

—Tu amiguita la tragona, que por cierto desocupó el refrigerador, se fue. Dijo que imprimiría fotos de Mikasa y las repartiría por todo el campus, y los rubios la ayudarán.

— ¿Dónde está Erwin y Hange?

—Están en la estación de policía averiguando cómo va la denuncia. Me enviaron un mensaje hace poco, aún no les prestan atención.

—Y tú, ¿por qué te quedaste?

—No me permitieron ir con ellos, de hecho, acabo de despertar —Levi resopló mientras rodaba los ojos—. Odio cuando Hange me da ese estúpido tranquilizante —farfulló irritado mientras se ponía en pie—. ¿Quién es ella?

—Levi, ella es Hitch, una amiga. Hitch, el hermano de Mikasa, Levi —Presentó Eren estirándose como si se tratara de un gato—. Tengo que ducharme, estoy agotado. Hitch —Eren se dirigió a la rubia—. ¿Puedes hacerlo?

—No te preocupes, pasaré toda la información del teléfono de Mikasa a mi computadora, y más te vale que no encuentre fotos de tu pene allí, ¿bien?

—No prometo nada —se burló Eren—. ¿Servirá de algo violar la intimidad de mi corderito?

—No sé... y la verdad no sé por dónde empezar, pero la encontraremos.

Levi caminó lentamente hacia Eren, observándolo con molestia y curiosidad.

— ¿Cómo es que tienes el teléfono de mi hermana?

—Tengo que ducharme, en serio, estoy muy agotado.

— ¡Eren, respóndeme, maldita sea! —Exigió saber Levi.

—Hitch ¿puedes explicarle? —Preguntó Eren.

—Sí, no te preocupes, ve a bañarte, apestas —aseguró la chica, tomando asiento en la barra—. Y tú, anciano malhumorado, ven aquí, te explicaré.

Eren los dejó a solas mientras se dirigía al cuarto de baño para refrescarse un poco.

Eren dejó correr el agua caliente sobre su cuerpo cansado, pero ni siquiera el calor podía calmar la tormenta de emociones que se desataba dentro de él. Sus lágrimas se mezclaron con el agua de la ducha, pero ninguna de las dos podía lavar la culpa y la preocupación que sentía. Cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear las imágenes de Mikasa enfrentando peligros desconocidos. ¿Dónde estaría? ¿Qué le estaba haciendo ese lunático a su corderito? Su corazón se retorcía con la incertidumbre, y cada latido era un recordatorio punzante de su impotencia.

Exulancis (EREMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora