16: Familia Ackerman

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Eren abrió lentamente los ojos, sintiendo la suavidad de la luz de la mañana filtrándose a través de las cortinas entreabiertas. Al moverse ligeramente, su consciencia se agudizó al sentir un calor reconfortante a su lado. Miró hacia abajo y se encontró con Mikasa, quien se hallaba recogida en una bolita contra su pecho, su respiración tranquila y regular. Un destello de sorpresa cruzó su rostro antes de que una sonrisa suave se dibujara en sus labios.

La contempló con admiración, como si fuera la primera vez que la veía así. Cada detalle de ella parecía destacar en la luz matutina. La piel de Mikasa era como porcelana, suave y delicada bajo sus dedos. Su cabello azabache se esparcía sobre la almohada, una cascada oscura que enmarcaba su rostro con una elegancia indiscutible.

Eren no pudo evitar perderse en la contemplación de su cuerpo, admirando cada curva, cada línea que lo conformaba. Para él, Mikasa era la personificación de la belleza en su forma más pura y natural. Sus labios, entreabiertos en un suave susurro, parecían invitarlo a acercarse. Y sus mejillas, rosadas por el calor del sueño, irradiaban una ternura infinita que lo llenaba de calidez.

Con cuidado, Eren acarició suavemente las pestañas de Mikasa, maravillado por su delicadeza. Cada gesto, cada rasgo de ella, era una obra de arte que lo dejaba sin aliento. Mikasa comenzó a despertar lentamente, sus movimientos se volvieron más conscientes mientras se acomodaba contra él. Eren la observó con una sonrisa amorosa.

—Buenos días, corderito —susurró Eren, su voz suave como una caricia.

Mikasa alzó su rostro adormilado para encontrarse con la mirada cálida de Eren y respondió con una sonrisa enternecedora.

—Buenos días, Eren —murmuró Mikasa con voz ronca y adormecida, acariciando con suavidad la mejilla de Eren con la yema de sus dedos.

Eren se estremeció ligeramente ante el roce de los dedos de Mikasa en su piel, una sensación que siempre le hacía sentirse más vivo. Sin embargo, algo en la expresión de Mikasa cambió repentinamente, su ceño se frunció levemente, como si algo la perturbara en sus pensamientos. La suave caricia se detuvo de repente, y en su lugar, sintió una palmada suave, pero firme en su rostro.

—¡Ay! —exclamó Eren, llevando una mano a la mejilla donde había recibido el golpe. Se rió mientras se acomodaba para mirar a Mikasa, quien había retrocedido un poco, con una expresión seria en su rostro.

—¿Por qué me golpeaste? —preguntó Eren, entre divertido y confundido.

Mikasa suspiró, apartando la mirada brevemente antes de volver a encontrarse con los ojos de Eren.

—Acabo de recordar que estaba molesta —dijo ella con voz suave, pero firme.

Eren la miró con una mezcla de sorpresa y diversión, antes de estallar en carcajadas. La tomó en sus brazos nuevamente, abrazándola con fuerza mientras negaba con la cabeza.

Exulancis (EREMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora