Capitulo 6, Temporada 4

Depuis le début
                                    

—No, Kenji...—negué efusivamente, había apartado el libro de mis manos e inclinándome hacia adelante estuve a nada ir a consolarle. "Están en la consulta, Walter, eres terapeuta ahora. Sería inapropiado" me dije a mi mismo, respirando hondo y devolviendo la espalda a descansar en el respaldo—¿Qué te hace pensar que la tristeza de El Principito será en vano?—esas son las preguntas de un profesional.

—La pregunta es: ¿Para qué quisiste leerme esto si sabias como acaba?—me lo echo en cara como si de alguna manera le hubiera traicionado.

— ¡Concédeme el beneficio de la duda! ¡Permíteme leerte tan solo un poco más!—frunció el ceño con recelo, tras unos instantes de lucha y suspicacia, suavizo el semblante y asintió ligeramente tan solo una vez, indicándome que me permitía continuar.

Continuación del Capítulo 26 de "El Principito", Fragmento:

Me miro gravemente rodeándome el cuello con sus brazos. Sentí latir su corazón, como el de un pajarillo que muere a tiros de carabina.

—Me alegro—dijo El Principito—que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina. Así podrás volver a tu tierra... También yo vuelvo hoy a mi planeta...

Luego, con melancolía:

—Es mucho más lejos... más difícil...

En cuanto leí las intenciones de El Principito de regresar con su rosa, el torso de Kenji se hizo hacia mí; separando las rodillas, apoyando sus codos sobre estas y la barbilla sobre los nudillos, sus cejas se irguieron de interés y curiosidad, en sus ojos el brillo de la esperanza.

Me daba cuenta de que algo extraordinario pasaba en aquellos momentos. Estreche a El Principito entre mis brazos como si fuera un niño pequeño y no obstante, me pareció que descendía en picada hacia un abismo sin que fuera posible hacer nada para retenerlo.

Su mirada, seria, estaba perdida en la lejanía. Y sonreía melancólicamente.

Espere un buen rato. Sentía que volvía a entrar en calor poco a poco:

—Has tenido miedo, muchachito...

Lo había tenido, sin duda, pero sonrió con dulzura:

—Esta noche voy a tener más miedo...

Me quede de nuevo helado por un sentimiento de algo irreparable. Comprendí que no podía soportar la idea de no volver a oír nunca más su risa. Era para mí como una fuente en el desierto.


La ilusión en su mirar se tornó en una consternada confusión...


—Cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno) estarás contento de haberme conocido. Serás mi amigo y tendrás ganas de reír conmigo.

Dejo oír su risa y luego se puso serio.

—Esta noche ¿sabes? No vengas...

—No te dejare.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant