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Días sin Alba: 22
Días hasta la graduación: 21

Alba merodea como un fantasma por el documento durante el resto del fin de semana después de enterarse de que Natalia leyó la carta, y Natalia sabe que su teoría es correcta: Alba está enamorada de ella.
Menudo bochorno para Alba.
Durante estos años, Alba ha estado sentada en su habitación, cepillándose el pelo delante de un espejo del tocador y pensando en cómo podría desarmar a Natalia. Alba, la auténtica Alba Reche, está obsesionada ¡con ella! La hija de Cristo perfecta de Willowgrove desea a la chica rara y queer que se pasa con el perfilador de ojos.

Aunque, por su parte, Natalia no desee a Alba, sí desea ser un pajarillo de pico afilado que haga un nido en esa preciosa cabecita. Si la siguiente nota va en la línea de la última, necesita leerla. O sea, por puro entretenimiento, claro.
Por lo menos, tiene una idea sobre cómo conseguirla.
—La última función del grupo de teatro es esta noche —dice Natalia el lunes cuando pilla a Theo junto a la taquilla.
No sabe cuándo se ha aprendido el número de taquilla de Theo Smith de memoria, pero lo añade a la lista de aspectos en los que Alba ha cambiado el ritmo de su vida en cuestión de semanas.
—Vale —dice Theo.
—África va a ir, y se supone que hará fotos para el anuario, así que tendrá la cámara, y podemos buscar en la tarjeta de memoria por si aún guarda las fotos del club —continúa Natalia—. Todos los que participaron en El fantasma de la ópera están invitados, incluido Paul, así que lo único que tienes que hacer es convencerlo para que se presente y...
—Irá.
—Ese es el espíritu. Demuéstrale quién manda aquí.
—No, me refiero a que ya me ha dicho que piensa ir.
Natalia parpadea un par de veces.
—¿Qué?
—Sí, creo que le hace mucha ilusión. Se ha comprado una camisa nueva.
—Ah, eh... Vale. Bueno, pues entonces búscate una excusa para acompañarlo. Y luego, cuando África participe en el número de los de cuarto, cógele la cámara.
Theo suspira.
—Ya estamos cerca, Theo —le recuerda Natalia—. Te mereces respuestas. Todos nos la merecemos.
Theo se muerde la uña del pulgar.
—Vale. Ya iré.

—Vamos, vamos, el dip de siete capas se está quedando seco —los azuza el señor Guix mientras anima con la mano a los estudiantes a entrar en el gimnasio, como el maestro de ceremonias del Kit Kat Club—. No, Marilia, no pasa nada porque tu madre no le haya echado zumo de lima a los aguacates como le dije la última vez y ya se hayan puesto marrones... Hola Natalia, tienes fuego en la mirada esta noche y confío en que sea por el teatro.
—Sin duda es por algo —contesta Natalia.
—Genial, no pregunto más.
Natalia había estado deseando que llegara la última función del grupo de teatro desde que estaba en primero, cuando se sentó con los ojos como platos en el suelo del gimnasio a ver desfilar a los actores y actrices de cuarto que participaban en el musical de primavera de aquel año (quienes para ella, que tenía catorce años, eran un grupo de celebrities). El autoproclamado guardián de la tradición, el señor Guix, se inventó un icónico ritual teatral en Willowgrove cuando interpretó a Conrad en Bye Bye Birdie en 1996 y representó todo el número final de Rosie en la última función. Con los años la costumbre ha evolucionado; ahora, tal como marca la tradición, les toca a Natalia y a Álvaro intercambiar los papeles y dirigir a los estudiantes de último curso en un espectáculo desternillante de mezcla de géneros en el que representan el número estrella del musical.

Álvaro, que no se toma nada tan en serio como una oportunidad para volcarse en una actuación, aborda a Natalia junto a la mesa plegable repleta de refrescos de dos litros y aperitivos.
—Llegas como media hora tarde —le recrimina—. ¿Viste las notas en la entonación que te mandé? ¿Te sabes la letra?
—Álvaro, me sé la letra de esta canción desde que estaba en el útero —contesta.
Mentalmente, Natalia repasa el contenido de sus emails, está segura de que echó un vistazo al plan de Álvaro para el número, pero se le mezcla en la cabeza con lo que ponía en el Google Docs de Alba.
Quiere estar ahí, en este momento, haciendo lo que lleva soñando hacer desde que empezó el instituto. Pero también está ahí porque necesita saber por dónde seguir buscando a Alba.
Obliga a su mano a coger un cupcake en lugar del móvil.
—¿Los has hecho tú?
—Por favor —responde Álvaro—. Como si tuviera tiempo. Yo... Espera. ¿Qué hace aquí Paul?
Su amigo mira por encima del hombro de Alba hacia la entrada del gimnasio, donde Paul acaba de aparecer con toda su imponente gloria.
—Hizo del fantasma de la ópera —le recuerda Natalia—. Tiene invitación.
—Ya. Pero se suponía que no iba a venir. Se supone que tiene que pasar de nosotros, como si no existiésemos —dice Álvaro, y su expresión se vuelve cada vez más irritada y resentida—. Preparé todo nuestro número contando con que no vendría. ¿Y ahora qué? ¡¿Vamos a tener dos Christines?! ¿Como una panda de idiotas? Y seguro que lo manda todo a la mierda porque para él es una broma.

He besado a Alba Reche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora