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Cuando faltaban 5 minutos para que termine la clase, mira el reloj que hay encima de la pizarra, luego cierra la carpeta y recoge sus cosas.
A su izquierda, Africa Adalia se inclina hacia delante y susurra:
—¿Qué haces?
No hay mayor amante de las normas que África, presidenta de la asociación de estudiantes, jefa del equipo de debate, participante del programa de la ONU para jóvenes, editora jefa del anuario del colegio... En resumidas cuentas: una lista de actividades extracurriculares con falda. Natalia tiene que reconocer que su fantástica visión de túnel es admirable; pero si ella está tensa como las cuerdas de un violín, África Adalia es una viola de veinte mil dólares.

—Relájate, África —susurra Natalia para responderle—. Hoy salgo antes.
—¿Por qué?
—Ya lo verás —dice Natalia—. En cualquier momento...
Justo a tiempo, se oye un mensaje por megafonía.
"Natalia Lacunza, por favor, vaya al despacho del director. Natalia Lacunza a dirección, por favor".
África se queda mirándola. Natalia se encoge de hombros, recoge la mochila y se despide de la señora Mamen con la mano.
Desde segundo curso ha ocurrido lo mismo una vez por semana: le llaman la atención por no cumplir con el código de vestimenta y, antes que se acabe la primera hora, termina en el despacho del director Reche aguantando un rollo sobre la importancia de "respetar las directrices puestas para minimizar las distracciones en el aula".

El primer año que pasó en el centro se adaptó a Willowgrove causando problemas a propósito, pero nadie fue a su reunión a favor de las Alianzas entre Hereros y Gais, y la expulsaron por regalar condones en el colegio en protesta por la política de abstinencia total que les vendían en las clases de Educación Sexual. Qué lección aprendió: en realidad, nadie de Willowgrove quiere que las cosas cambien, ni siquiera sus propies amigues, que son todes fantástiques y queer y más terques que una mula con no salir del armario hasta que se gradúen. Si ni siquiera era capaz de hacerles cambiar de opinión a elles, no valía la pena seguir poniendo en peligro sus notas finales con una posible expulsión.

Así pues, desde entonces se ha propuesto saltarse el código de vestimenta: plataformas un centímetro más altas de lo permitido; calcetines que terminan por encima de la rodilla, pero por debajo de la falda; pentagramas bordados en el cuello de las camisas del uniforme; pitalabios oscuro. El año pasado, Oli se hizo famose en TikTok por crear pendientes con todo lo que encontraba por ahí, y ahora Natalia tiene un arsenal de gusanos de gominola, sobrecitos de salsa y láminas de fruta desecada para adornarse las orejas. Tantos que echan para atrás.

Con semejante historial, era fácil que la señora Buika informara sobre ella esta mañana. Cuando desaparece una guapa princesa rubia del pueblo, sin duda tiene que desplegarse una operación de busca y captura digna del FBI con Reche a la cabeza. A tomar viento las tarjetas, a tomar viento la llave...
El atajo más corto para llegar a Alba es saber qué saben ellos, y la forma más rápida de lograrlo es conseguir entrar en el despacho del director.
De camino, pasa por el lavabo que hay junto al laboratorio de química para mirarse en el espejo.

En segundo, se paraba allí antes de Química todos los días para retocarse el maquillaje y ahuecarse el pelo. Tuvo que aguantar a Alba como pareja de laboratorio todo el primer semestre y siempre había algún estudiante que se acercaba a su mesa con excusas patéticas, tipo: No, Carlos, Alba no tiene tiempo para ayudarte con el paso cinco. Natalia empezó a retocarse el maquillaje antes de clase como mecanismo de autodefensa.
El segundo curso también fue el momento en que pareció posible que Alba y ella se hicieran amigas.

Ocurrió en el segundo semestre, después de que Alba y Theo empezaran a salir. Ya no estaban juntas en el laboratorio, pero Natalia todavía se sentaba detrás de Alba en Precálculo. No era la mejor asignatura de su vida: tuvo que currárselo mucho para obtener la media de 9'8. Un día, le devolvieron un examen con la respuesta a un problema de secciones cónicas tachado en rojo. Alba se dió la vuelta y le confesó que había fallado en el mismo.
Al día siguiente, Alba le preguntó si le había costado mucho hacer los deberes, y a partir de entonces Natalia se convirtió en la persona con la que hablaba Alba en los escasos minutos de pausa entre clase y clase. Por primera vez, pudo atisbar lo que debían de ver las otras personas cuando miraban a Alba. Era fácil observar esos ojos redondos e inocentes e inferir amabilidad cuando en realidad no había nada más.

He besado a Alba Reche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora