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Horas desde la desaparición de Alba Reche: 12
Días hasta la graduación: 42

Natalia Lacunza va a romper el cristal de la ventana de un puñetazo.

Por norma general, cuando se le pasa por la cabeza algo así significa que está al límite mentalmente. Pero ahora mismo, apostada junto a la puerta trasera de la casa de los Reche, se siente físicamente preparada para hacerlo.

La hora destella en el móvil: 11.27. Treinta y tres minutos hasta que termine la última celebración religiosa de la Iglesia Cristiana Willowgrove, donde los Reche pasan la mañana fingiendo ser una pareja normal y agradable cuya hija normal y agradable no ha protagonizado un número de desaparición en la fiesta de fin de curso hace 12 horas.

Tiene que ser un truco, seguro. Por supuesto, Alba Reche está bien. Alba Reche no se ha fugado de verdad. Alba Reche está haciendo lo mismo de siempre: representar el papel de chica inocente con ojos de cervatillo que hace que todo el mundo la considere profunda y encantadora, cuando en realidad es el tostón más aburrido de todo ese pueblo mortalmente aburrido. Natalia va a demostrarlo. Porque es la única lo bastante lista, para verlo.

Quería "disfrutar" del baile de fin de curso después de un año entero esforzándose por ser la primera en entregar todos los trabajos y consolidar su puesto como mejor estudiante de la promoción de 2022. Tardó dos semanas en encontrar el vestido perfecto en una tienda de segunda mano (de gasa negra y encaje, como una vampira asesina sexi), y se suponía que tenía que ser una fiesta de fin de curso ideal. No "la" fiesta de fin de curso perfecta (ni citas ni ramilletes), sino "su" fiesta ideal. Únicamente con sus amigues, vestides de tiros altos y apretujades en el coche de Álvaro, cantando canciones de Olivia Rodrigo en una habitación con una lámpara de araña antes de desplomarse en un reservado de la Waffle House a la una de la madrugada.

Pero 30 minutos antes de que se anunciara quienes formarían parte de la corte de baile, Alba, con los labios rosados y una cascada de tul rosa almendrado, pasó rozando la mesa de los refrescos mientras se dirigía la puerta. Natalia llevaba toda la noche observándola, con la esperanza de tener la oportunidad de estar a solas con ella.

Sin embargo, cuando llego a la puerta, Alba se había esfumado y cuando la presidenta del Consejo de estudiantes, África Adalia, subió a la tarima para coronar a Alba como reina de la graduación, seguía sin aparecer. Nadie la vio marcharse y nadie ha vuelto a verla desde entonces, pero su jeep blanco no está en la entrada de los Reche.

Así pues, aquí está Natalia, la mañana después, con el maquillaje corrido alrededor de los ojos y el pelo acartonado por la laca, lista para entrar por la fuerza en casa de Alba.

Encuentra la llave de repuesto dentro de una piedra visiblemente lisa con el versículo Josué 24:15 grabado encima.

"Por mi parte, mi familia y yo serviremos al señor".

Durante todo el trayecto en coche hasta el club de campo, Natalia se imaginaba la cara que pondría Alba cuando la viera en su puerta. Los ojos miel agrandados por la sorpresa, el suspiro teatral, el reticente reconocimiento de que su pequeña farsa para llamar la atención no iba a salir como ella planeaba porque Natalia es un genio con mucho atractivo que no se deja engañar. Esa inmensa satisfacción iba a dar a Natalia energía durante los exámenes finales y, seguramente, también durante los dos primeros cursos de la carrera.

Sin embargo, cuando asoma la cabeza por la puerta abierta y escudriña la inmensa cocina de los Reche, no hay ni rastro de Alba.

Así pues, hace lo que haría cualquiera en su situación. Cierra la puerta y va a echar un vistazo por toda la primera planta.

He besado a Alba Reche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora