Capítulo 4: Hambre extraña.

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El cielo se veía lamentablemente gris este día, desde la mañana hasta ahora que ya casi iban a ser las cuatro de la tarde.

Nunca comprendí porque ver el cielo de esa forma siempre me hacia querer llorar con una tristeza incomprensible e incomoda.

Desde que me levanté en la mañana, supe que este día sería tediosamente triste, Copito estaba fuera de la casa, en el enorme jardín y aullaba  con tanta triste, que me daban ganas de llorar con él, pero no podía, nunca podía llorar por otros, ni siquiera por mi.

Había pasado ya un mes desde que llegué a esta casa y nunca volví a ver al increíble hombre guapo en el que se transformó Copito aquella vez, cuando mis pies tocaron el suelo de este enorme castillo.

Era muy triste, cuando consulte a la Omega madre me dijo que el cambiaría a su lado humano cuando se sintiera seguro y el dolor desapareciera de su corazón, pero ya había pasado un mes y no podía dejar que pasara otro sin volver a verlo.

Esa tarde, comprendí que la vida de Copito era muy triste y para que un lobo no volviera a su forma humana, eso quería decir que tenía una enorme herida que pasaría mucho tiempo en sanar.

—Mi hijo estará bien —dijo la Omega madre y no pude evitar ver hacia fuera de la ventana.

La lluvia acababa de comenzar a caer suavemente, como un montón de estrellas muy finas que chocaban contra el suelo y eso me preocupó un poco, Copito podría resfriarse si lo dejaba afuera con la llovizna que poco a poco amenazaba con volverse una tempestad.

—Iré a traer a Copito, puede enfermar con esta lluvia —le dije y ella asintió.

—Ve.

Había aprendido en este mes como tratar con la Omega madre y la verdad ella era una persona con una paciencia de oro, la verdad, desearía que mi madre fuera la mitad de buena de la Omega madre, pero mi mamá no le llegaba ni a los pies a esta increíble mujer.

Aprendí muchas cosas y dejé viejos hábitos que tenía como leer el libro de "los animales naturales y sus crías" el cual leí durante toda mi vida desde que aprendí a leer hasta ahora y me centre en leer novelas y poemas.

—¡Copito! —grité.

Recorde que había salido para traer de vuelta al lobo y grité su nombre, Copito podía ser muy necio a veces y me quitaba la paciencia, pero no podía dejar que se resfriara.

—¡Debes volver, Copito! —grité nuevamente, pero no veía al lobo por ningún lado —. ¡Sí no te resfrias tú, lo haré yo, así que regresa!

Pero, pinché Copito necio, vi su rabo esconderse entre unos árboles, al parecer se creía alguna clase de ninja al correr de esa forma.

—¡La Omega madre va a castigarte si no vuelves!

Como si se tratara de un cachorro regañado, Copito salió de entre los árboles con la cola entre las patas y me dio risa, me reí en su cara lobuna y él se me acercó para darme una lamida que inició en mi barbilla y terminó en mi frente.

—Regresemos, Copito, te extrañé muchísimo —le dije rascando el pelaje de su barbilla y acariciando sus orejas.

Cuando regresamos a la casa, el se sacudió antes de entrar y aulló una última vez, seguido de eso, un coro de aullidos se escuchó a la distancia se sentía como una despedida y era triste, pero no podía comprenderlo del todo.

—¿No aullaras con los demás? —me preguntó la Omega madre y yo solo pude voltear a verla antes de decir:

—¿Por qué lo haría?

No podía comprender lo y mi lobo interno, no sabía como interpretar esos aullidos.

—Este es el tercer aniversario de la muerte de tu hermana.

Aliviando el corazón del alfaWhere stories live. Discover now