XIV

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Dylan llega al estacionamiento de los departamentos dos horas después con bolsas en sus brazos. Ambos reaccionamos sorprendidos al presenciar lo que el otro está haciendo.

—¿Me trajiste el mandado? ¡Ay, amor! —exclamo con adorabilidad.

—¡Tommy, te vas a quemar! —grita él de vuelta, soltando la despensa al lado del auto y corriendo alarmado hacia donde estoy con un asador encendido en llamas ardientes.

—¿Qué? ¿Nunca habías tenido un asado? —bromeo en respuesta, y al tirar el último pedazo de papel en el fuego, sacudo mis manos y lo agarro de la cintura con un brazo.

—¿Qué estás...?

Lo interrumpo con un beso.

—Deshaciéndome de viejos dibujos que ocupaban espacio.

—¿No podías solo tirarlos a la basura?

—No es lo mismo. A veces se necesita eliminar las obras de raíz. Y no te preocupes, sé cuidarme y le pedí permiso a la rentera de usar su asador.

Dylan libera el estrés inminente en forma de una exhalación prolongada.

—Ustedes los artistas y sus cosas...

—Oye.

A pesar de su minúsculo enfado conmigo por haberlo asustado, él me mira suavemente.

—Quiero hacer una fogata esta noche con las chicas y Kai. ¿Me ayudas a planearla?

Solo con eso, los ánimos de Dylan se elevan por los cielos, o al menos encima de su cabeza y a su manera de demostrarlo que ya reconozco. Él accede al instante y, después de apagar el asador y subir al departamento para guardar la despensa en la alhacena, nos sentamos en el sofá con nuestros pies descalzos tocándose, él escribiendo el plan de la salida, y yo informando a nuestro círculo.

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El sol se ha ocultado en su totalidad. Kai baila junto a Inaya y Sofía alrededor de la fogata mientras Jenny toca una balada de estilo folklórico. Dylan y yo estamos sentados en la cajuela abierta de su camioneta, observándolos, con nuestras mejillas calientes de tanto reír y por el calor que emana del centro.

Tomo una mejor posición, colocando un cojín en mi espalda y poniendo mis piernas sobre los muslos de Dylan. Él las acaricia y masajea por hábito. Sin verlo puedo decir que está distraído pensando en algo, pero no es precisamente preocupante.

—Dime qué piensas —solicito en un tono gentil, curioso.

A Dylan le cuesta sacarlo, mordiendo su labio inferior y viendo a la arena, cuando eventualmente se decide por meter su mano a su bolsillo trasero.

Un resplandor en el objeto de acero entre sus dedos es suficiente para hacerme ahogarme con saliva, forzándome a sentarme recto. Dylan pierde su tranquilidad para sobar mi espalda, y cuando al fin me detengo, las chicas nos gritan:

—¡¿Todo bien?!

—¡Sí! —aclaro—. ¡Sí, solo era una aceituna!

Sofía es la última en vernos dudosa, pero al cabo de unos segundos incómodos regresa a seguir su conversación con su novia.

—Tommy, hay algo que quiero darte.

—Dylan... —murmuro bajo mi aliento—. Si es lo que creo que es...

—¿Eh? —Su voz se afina, tímida—. ¿A qué te refieres?

—¿Me vas a proponer matrimonio?

Los ojos de Dylan se expanden, su cara enrojece casi tanto como los troncos en llamas, y balbucea:

—¡N-No! Pero si eso es lo que querías... —Agacha la cabeza.

—¡No!

—Oh... ¿No quieres?

—¡Ah, no! ¡Quiero decir...! —Mi propia cara se siente incendiada; así que me obligo a tranquilizarme con un par de respiros—. Por favor, olvida lo que dije. Prosigue.

Él se muestra con la mitad de la seguridad que tenía antes, pero igualmente obedece mi pedido. Lentamente y con manos algo temblorosas, abre su puño para revelar un anillo de un tono más claro y reluciente que el acero con algo escrito por afuera.

—No es... No es un anillo de compromiso, si es lo que esperabas. Soy consciente de que aún quedan muchas cosas por hacer antes, pero... te dije que quería ser parte de ello en todo momento. Quiero ser tu compañero, Tommy.

—Lo eres —respondo con una voz que ahora tiembla.

—Sí, y esta es mi promesa. Quizá no signifique mucho, solo se me ocurrió la idea cuando cumplimos los dos años y dijiste que te había gustado uno similar en la tienda de skate. Como te acababa de dar tu regalo, sabía que otro como este te podía abrumar.

—Dee, llevamos casi tres años —le recuerdo.

—Sí, este... Llevo desde entonces posponiendo dártelo. No sabía si era demasiado simple para tu gusto.

¡¿Simple?! Si no me equivoco, eso es plata, la cual no es demasiado cara, pero el hecho de que aparte esté personalizado me dice que se tomó la molestia de pagar por el servicio extra.

—Y, bueno, lo que dice suena más cliché de lo que esperaba...

—¿Qué dice?

Dylan trata de decirlo, pero la timidez lo supera, así que me lo entrega, ocultando su rubor con una mano.

"Como una constelación, te encontraré hasta en la oscuridad."

—Dylan...

—Por favor, lo que vayas a decir, que no sea tan alto. No me dejarán vivir en paz —dice en referencia a Kai y Jenny.

—Dylan —repito, tomando ambas de sus manos y, con calma, invitándolo a verme a la cara.

Un sutil deja vú llega a mí. Las memorias de nuestro primer beso revividas por su expresión, los temblores de su cuerpo apenas percibibles, por la música y risas de nuestro amigo y amigas a los lejos pero no tanto, una noche bajo las estrellas con nuestros corazones al descubierto.

Ya me amaba a mí mismo al llegar a la bahía, pero sólo a esta nueva versión, al potencial listo para ser explorado.

Amar a Dylan, verlo hacerlo con él mismo y conmigo, sin embargo, me ha brindado un arrepentimiento nuevo.

Pasé años juzgando y odiando a mi yo del pasado por su aparente debilidad, pero en realidad era tan fuerte como lo soy en el presente, porque a pesar de todo el dolor, a pesar de querer escapar de él, no lo hizo. Lo atravesó, y ahora estoy aquí gracias a esa pequeña esperanza, a él.

Beso a Dylan como agradecimiento y para callar sus preocupaciones, lento, escuchando sus suspiros aliviados, las voces alegres, los troncos de madera encendida tronar, las cuerdas de nylon y las olas del mar, que en mis sueños durante mi estadía en la ciudad me arrullaban.

Al separarnos, su rostro está pintado con una sonrisa que seguro lastima sus mejillas. Lo sé porque lo siento en mi propio rostro, en mi corazón que aún después de tres años se llena con solo estar cerca de él, aquí, donde siempre pertenecerá.

—Necesitaremos uno para ti también —murmuro contra su mejilla, dejando un camino de besos hasta su cuello y haciéndolo reír con ello.

MFDL | Murder Your MemoryWhere stories live. Discover now