XIII

4 0 0
                                    

El tiempo pasó. Gracias a Dylan, a mis amigos, al apoyo de mi familia y a la terapia, mejoré. Cómo lo que quiero, río sin restricción, lloro en compañía, pido el afecto que merezco.

No volví a pensar en ti. No te escuché en todos estos años. No recordé tu cara ni el dolor por el que me hiciste pasar.

—Está muerto —me había dicho Dylan dos años atrás, pidiéndome que me enfocara en lo bueno que ahora tengo, en él y quienes realmente me aman.

Lo logré. Tu nombre no pasó por mi mente ni una sola vez desde que te mencioné a mi padre y acordamos dejar lo sucedido atrás.

Todo iba bien.

Iba perfecto.

Hasta la semana pasada, en el momento menos apropiado.

Fue una noche de intimidad entre Dylan y yo. Yo besaba su cuello y acariciaba su pecho mientras él intentaba quitarme la camisa. No habíamos intercambiado muchas palabras desde el momento en que nos vimos en la entrada de mi departamento, desesperados por sentirnos después de semanas separados por la escuela y el trabajo.

Me encontraba en un trance, drogado por su aroma. No estaba completamente presente para decir verdad. Dylan hizo un movimiento específico con su mano en mi cabello, donde usualmente amaba que me tocara, pero fue diferente. Ese ligero jalón provocó un recuerdo resurgir. Regresé a cuando era un adolescente en las garras de un depredador, en las tuyas, presionándome a hacer cosas para las que aún no estaba listo.

No temía ni sentía incomodidad hacia él. Al contrario, estaba sediento, anticipando lo siguiente; pero el simple hecho de ver tu cara en mi mente luego de tanto tiempo me hizo tensarme y Dylan quitó su mano al instante.

—¿Tommy?

Su voz me ancló de vuelta a la realidad.

—¿Eh?

—¿Estás bien?

Lo observé, su rostro ruborizado pero consternado, sus manos quietas y retenidas contra su pecho como si le diera miedo usarlas de nuevo. Se veía listo para detenerse si me sentía incómodo y tener una conversación acerca de lo que me tenía mal para ayudarme, tal y como acordamos hacerlo para fortalecer nuestra relación.

—¿Te molestó que te empujara? —Sus cejas se contrajeron hacia arriba en pena—. Lo siento. No estaba pensan–

—No. —Lo detuve de soltar otra disculpa. La acción me molestaba contigo, pero con él, aunque fuera nueva, no me importaba—. Está bien. Estoy bien. Solo...

Lo pensé mejor, y llegué a la conclusión de que no tenía sentido decirlo. No quería hablar de ti. El psicólogo me dijo que olvidar algo es imposible, especialmente a alguien que me había hecho tanto daño, y la única solución era aceptar lo sucedido y continuar con mi propia vida, cosa que ya había cumplido.

Estabas muerto para nosotros, tu imagen era una simple actividad neuronal en mi cerebro que sucedía raramente, como una pesadilla la cual olvidaba a la semana siguiente, y si no, la retrataba en un lienzo para enfrentar esa inseguridad y deshacerme de ella después.

Una idea, tal vez un poco inusual, llegó a mi mente.

—¿Amor? —insistió.

—Recordé que no hay despensa. Debo ir mañana —mentí con una risa para disipar la incomodidad. No había nada de malo en hacerlo cuando era algo insignificante.

A Dylan le costó creerme, pude verlo en su expresión. Sabía que haría más preguntas como resultado de su preocupación, así que decidí distraerlo, volviendo a lo que interrumpiste. Puse su mano de vuelta en mi cabeza, diciéndole sin palabras que podía hacer lo que quisiera con ella, y bajé hasta su entrepierna.

MFDL | Murder Your MemoryWhere stories live. Discover now