VIII

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Abril, 2012.

Era domingo. Toda la familia estaba en casa. Después de pagar impuestos, mis padres llegaron al fin de semana con solo el apartado de emergencia, por lo que no había planes. El lado bueno era que la comida y la gasolina no faltaban, pero el resfriado de Tara nos impedía salir a tener uno de nuestros picnics en la playa.

Yo no tenía problema con quedarme. No me gustaba tanto estar con Tara tosiendo y sonando su nariz cada tres segundos, pero era fácil ignorarla con el sonido de la televisión mientras jugaba en mi Gamecube.

O no tanto, en realidad. Después de media hora jugando, sus ruidos me impedían concentrarme. Apagué la consola y revisé su temperatura por enésima vez en el día, porque por más molesta que fuera, la salud de mi hermanita me ponía paranoico. Al confirmar que estaba bien, solo dormida y moqueando, me puse a buscar mis audífonos.

No los encontraba en el cuarto, ni siquiera en la caja de juguetes de Tara, así que salí a preguntarle a mis padres.

Fue entonces que, al pasar por su recámara, escuché murmullos en un tono cuidadoso. Mi curiosidad me impulsó a asomarme por la puerta entreabierta y mi torpeza me hizo tropezar, abriéndola de más sin querer.

Ambos detuvieron su conversación y me vieron confundidos. Se encontraban sentados en la cama con sus rodillas tocándose y sus manos entrelazadas.

—¡Ah! ¡Perdón! S-Solo quería preguntarles si vieron mis audífonos. Tara ronca como si fuera un señor de cincuenta. —Me reí.

Ellos intercambiaron una mirada, y sin decirse nada, acordaron algo.

—No los hemos visto —dijo mi madre.

Luego mi padre extendió su mano hacia mí.

—Tommy, —No me llamaba así desde que dejé de ser un niño, no a menos que estuviera en su modo cariñoso, lo cual pasaba cada cuatro lunas llenas—, ven. Hay algo que queremos hablar contigo.

Me hice para atrás y fruncí las cejas, de pronto sintiendo la ansiedad recorrer mi cuerpo y mil preguntas llenar mi cabeza: ¿Habré olvidado borrar mi historial de búsqueda en la computadora? ¿Se dieron cuenta que he estado usando el maquillaje de ella y el perfume de él? ¿Les dijo Ian que tenía dudas de mi sexualidad?

Y una que abarcaba más espacio que las demás:

¿Había muerto alguien más?

—Son buenas noticias —me aseguró mamá, notando mi expresión.

—En lo que cabe —añadió mi padre.

Ella apretó su pierna y le advirtió con los ojos.

Así que me acerqué a ellos, y habiéndome sentado en el espacio que me dejaron entre sus cuerpos, los escuché atentamente.

Inició normal. No era bueno escuchando estando bajo tanto estrés, pero pude entender que el sueldo de mi padre había sido reducido por problemas de presupuesto escolar desde el año pasado, que ambos podían buscar un trabajo de medio tiempo, pero no les gustaba la idea de dejarnos solos, poniéndome encima la responsabilidad de Tara.

—¿Y con la señora Eunice?

—Tommy... 

—Apenas puede ella sola —dijo mi padre.

—¡Puedo ayudarle! Soy prácticamente un adulto. Sé cocinar, limpiar, cuidar a Tara... ¡O yo busco un trabajo! He visto en el mercado que hay chicos de mi edad empacando.

Mi padre, ligeramente molesto, me respondió que jamás me haría trabajar. Mis estudios eran primero, y si los descuidaba, mi futuro se arruinaría.

Entonces mamá habló. Me reveló que el motivo principal por el cual pasaba tanto tiempo en casa últimamente era porque ya no había proyectos prometedores de construcción desde la renovación de la plaza.

MFDL | Murder Your MemoryWhere stories live. Discover now