Capítulo 00

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Hace ocho años.

-Buenos días, Bonita -se sintió su sonrisa deslumbrar en la cama.

Abrí los ojos, perezosa. Frente a mí, se encontraba María recostada entre sus sábanas rosas.

Sonreí.

-Buenos días.

Su sonrisa se ensanchó, se estiró hacía mi, y dejó un casto beso sobre mis labios. Me afiance a su cintura, sonreí contra sus labios, sintiendo su sonrisa y su respiración chocar contra mi boca. Sus manos fueron a mis hombros.

No dijimos nada por más de diez minutos, nos dejamos envolver por el silencio, por el tiempo que no teníamos y por las emociones impresas en la piel. Ninguna de las dos quería que esos minutos acabasen.

Pero entonces la alarma de mi teléfono sonó, y sus manos, echas unos puños, me soltaron.

-Karol, por favor...

-No, no -le interrumpí-. Oye, perdón ¿sí? Esto no... no debió...

María se alejó lo más posible de mi cuerpo, posicionándose en la orilla contraria de la cama. Sus ojitos se cerraron, movía su cabeza de izquierda a derecha de manera frenética. No estoy segura de si ella fue consciente, pero una lágrima rodó por su mejilla.

-Escucha, Bonita -cerró con mayor fuerza sus ojos. Vi sus manos, estaban extendidas, apretando con los dedos el colchón. Se sentó, la sábana que antes cubría el tronco de su cuerpo se resbaló hasta sus caderas, revelando el sostén deportivo que la cubría. Abrió sus dulces ojos celestes, su mirada desde ese momento hasta el último, jamás abandonó la mía-, solo piénsalo. No tienes que hacer esto, piénsalo. No puedes irte, no-

-No puedo estar contigo. Y, por favor, si algún día siquiera me quisiste, no me vuelvas a llamar así -volví a interrumpirle, tragando saliva e intentando hacer pasar el nudo cruelmente atado de mi garganta.

Tiré de las sábanas rosadas y me puse de pie, abandonando la cama, y abandonándola a ella. Sentí sus ojos seguirme. Me agaché y tomé su camisa, grande y holgada, me la puse y me dirigí a su armario.

>>Préstame unos shorts -agregué.

-Karol -me llamó, con la voz cortada.

No fui capaz de girarme y darle la cara. Me quedé ahí, estática con unos pantaloncillos cortos entre mis manos y dándole la espalda a la que había sido mi mejor amiga toda mi vida, y mi novia hace ya mucho.

-No puedes hacernos esto, no puedes hacerte esto. Vas a ser infeliz el resto de tu vida, deja de vivir la vida de otros y vive la tuya.

Rápida, me puse la ropa. Caminé hacia la mochila que descansaba arriba de su escritorio, la tomé y fui hacia la puerta.

Ya era suficiente con haber hecho esta estupidez, no iba a quedarme solo para escuchar más estupideces.

-Karol, escúchame.

La sentí ponerse de pie, pero la ignoré, abrí la puerta de su habitación y salí. Caminé derecho hacia la salida de su casa, escuchando de fondo los pasos apresurados de María siguiéndome.

Abrí la puerta principal. Solté un suspiro antes de girar sobre mis talones y verla de nuevo, ella, como suponía, ahí estaba: despeinada, con la mirada teñida de desespero, sus mejillas bañadas en una lluvia de agua salada, vistiendo nada más que mi remera de mangas cortas y su ropa interior negra.

<<No llores, no llores>> me auto-exigí.

-Adiós -dije, sin más e intentando con todas mis fuerzas sonar lo más segura posible.

-Karol, escúchame -repitió, posando sus manos en mis hombros. Su ojos celestes taladraron en los míos, casi leyendo mi alma-: a este punto no importo yo, olvídame si así lo quieres; solo... solo importas tú, yo estaré bien, yo sé que estaré bien pero ¿y tú? Si haces esto te perderás, dejarás de ser tú misma, serás... serás una sombra, lo entiendes ¿verdad? -tomó mi rostro entre sus manos- No serás feliz jamás, podrás tener algo parecido en algún momento pero nunca serás verdaderamente feliz, y tú lo sabrás, tú lo sabes. No puedes fingir ser algo que no eres, no puedes... no puedes perderte así, no puedes dejar que te pierdan, Karol.

Di un paso en retroceso, perdiendo sus manos de mi cuerpo en el proceso.

¿Qué estaba diciendo?

Estaba loca, estaba loca.

¿Ella que mierda sabía?

-Estaré bien. Mejor preocúpate por ti -solté a la defensiva, ¿Quién se creía que era para...? ¿Cómo podía...?

Sentí mi respiración volverse errática y mis latidos comenzar a alocarse. Pero, a diferencia de la noche anterior, esta vez esos síntomas eran desagradables, esos sentimientos hacían eco en mi alma, dolían, lastimaban.

María, ella no sabía nada. Lo decía solo por el momento en el que nos veíamos sumergidas.

Ambas sabíamos que nada de lo que decía era verdad. De las dos yo siempre fui más fuerte, y siempre lograba todo lo que me proponía.

No iba a estar bien, porque ya lo estaba.

Sus manos buscaron con desesperación una de las mías. La rodeó, su mirada todavía no perdía de vista la mía.

-Por favor...

La solté.

-Adiós, Bab... adiós -casi me golpeo a mi misma, ¿Qué mierda estaba por decir?

Por primera vez en toda esa mañana, su mirada se escondió de la mía. Sus ojos bajaron a sus piernas desnudas, la mía la siguió; estaba temblando, afuera hacia frío. Se abrazó a sí misma, y dió un paso hacía atrás.

-Te deseo suerte olvidándome, Karol; porque yo jamás podré hacerlo-susurró, a sabiendas de que era completamente capaz de oírla-. Ah, y hasta pronto, Bonita.

Y me cerró la puerta en la cara.

BonitaWhere stories live. Discover now