Capítulo 13 | Sonrisas

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No sé qué decir, tan solo me quedo parado frente a ella luciendo como un demente. Quiero recorrer esos tramos con mis labios y mis manos, pero no creo poder hacerlo, no después del resultado de la última vez que estuvimos juntos.

Le ofrezco mi brazo, ella lo toma con una sonrisa que ilumina todo su rostro, haciéndola ver como una diminuta ninfa en medio de un prado lleno de flores. En la universidad y gran parte de mi adolescencia, Dan siempre decía que yo era un sujeto cursi. Nunca quise aceptarlo porque me hacía sentir tonto. Cuando me separé de Maggie, añoraba sentirme de esa forma de nuevo, como si flotar en las nubes fuera la cosa más normal del mundo. Justo ahora, con ella caminando a mi lado, con mi corazón en su mano, ser cursi ya no se siente como algo malo.

Juntos bajamos para encontrarnos en el jardín con los demás. Dan está enfrente de la parrilla con un joven al que me presentaron como Jeremy, primo de Tess. La dueña de la casa está sentada cargando a Theresa con su abuela y su tía Mary, quien tiene en brazos a la otra gemela. Sí, tan solo me bastó una semana para reconocerlas, los ojos son la gran pista del rompecabezas.

El aire está invadido por ese olor característico de las barbacoas. Alcanzo a ver cómo mi mejor amigo mueve una brocheta con unas pinzas metálicas, mientras el muchacho intenta espantar el humo con una especie de abanico. Debería ir a ayudar como el hombre que soy, pero no quiero dejar a mi chica, no ahora que quiero gozar cada movimiento que hace.

Termino yendo obligado por la abuela Sofía al otro extremo del jardín, ella dice que no puedo estar en una plática para solo mujeres. ¡Tonterías!

Así que lo hago, tomo otras pinzas y le ayudo a Dan a mover las salchichas y la carne; pero mi atención está puesta en una sola persona. No puedo dejar de mirarla, de contemplar esa sonrisa.

—Sigue babeando y terminarás arruinando la parrillada con tu asquerosa saliva —suelta el pelinegro, luciendo divertido. Los dos hombres ríen, yo tallo mi cuello, sintiéndome momentáneamente cohibido por ser descubierto.

La tarde transcurre sin novedades, una que otra mirada lasciva y sonrisitas coquetas de parte de ambos. Hay algo diferente en Mags, cuando llegué su expresión era desolada, ahora sonríe más. Todavía tiene esa aura negra cubriéndola, pero es un poco difusa y borrosa.

Una vez que terminamos de preparar la cena, dejamos que se enfríe un poco. Después, Tess se levanta, comienza a servir los refrescos y a traer los platos del interior. Yo aprovecho para acercarme a Margaret, quien se deja rodear y se pega a mi costado. Antes de que nos reunamos en la mesilla colocada debajo del toldo, mi pelinegra y la castaña dicen que volverán pronto ya que irán a dejar a las bebés al cuarto.

En una ocasión se quedaron afuera mucho tiempo durante la noche y a la mañana siguiente no dejaban de llorar porque estaban llenas de piquetes de mosquitos, así que están evitando que suceda de nuevo. Tardan un buen rato, tanto que empiezo a alterarme, pero Dan asegura que es probable que se hayan quedado dándoles biberón.

Tres cervezas después, aún no vuelven. Desesperado, ingreso a la cocina y busco más botellas. Me agacho para tomarlas del suelo, y justo cuando me levanto, unas pálidas manitas rodean mi cintura. Cierro los ojos con deleite al sentir su cuerpo pegado a mi espalda. Dejo la caja en alguna parte de la encimera y me doy la vuelta

La rodeo y la atraigo hacia mí sin pedirle permiso, haciendo que sus manos rodeen mi cuello. Es tan pequeña que tengo que agacharme un poco para alcanzarla, pero cuando la tengo así, creo que el diminuto soy yo.

—Hay que hablar de ciertas cosas —dice ella con ese tono lleno de miel que tanto me endulza. Alzo una ceja, motivándola a que siga hablando—. Quiero saber qué vamos a hacer ahora. No puedo lanzarme al vacío sin saber si vas a saltar conmigo.

Begonia © ✔️ (TG #2)Where stories live. Discover now