Capítulo 27

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Candy se encontraba en la lavandería de la casa escogiendo con Martha la ropa de sus hijos que enviaría a caridad, seleccionando que podía servirle para el próximo invierno a Duncan de lo que iban dejando los hermanos mayores, comprar ropa se volvía cada vez más difícil por el racionamiento, apenas podía acceder a un abrigo por muchacho, ella no veía problema en aquello porque siempre podía echar mano de las prendas que ya no usaban los más grandes para poder ser usadas por los pequeños, siempre lo había hecho así con las prendas que unos descartaban por el crecimiento y quedaban como nuevas. Trataba de mantenerse ocupada para no pensar en lo que ese mismo día ocurriría.

Habían regresado a casa desde su visita a la calle Harley de Londres con buenas noticias sobre Duncan, el tratamiento indicado por el doctor Storni era de los últimos avances que en relación al asma se tenía por esos días, eso le dio mucha tranquilidad, el especialista prometía que los ataques serían menos frecuentes y él chico podía retomar algunas actividades físicas que ella le restringía para prevenir estos ataques. Por ese lado ella se sentía aliviada, sin embargo, estaba el hecho de que Oliver partiría ese mediodía a la escuela de entrenamiento militar, para lo que no se estaba completamente preparada, por eso su interés en mantenerse ocupada con algunas tareas de la casa. Martha que la conocía después de tantos años trabajando para los Granchester sabía muy bien que su patrona hacía esfuerzos para no contrariarse mucho más por la partida del segundo de sus hijos, y la ayudaba en todas estas tareas que a Candy se le iba ocurriendo para no pensar demasiado.

Y estaba el hecho de la posible partida a Estados Unidos de gran parte de la familia, una decisión que estaba casi tomada pero que ella guardaba en su fuero interno sin habérselo manifestado a nadie, ni siquiera a Martha a quien tanta confianza le tenía, mucho menos a Terry. Sólo a Albert ella le había hablado de esto a través de una larga carta que escribió antes de ir a Londres, en la que Candy abría completamente su corazón y esbozaba los planes y las razones de Terry para querer enviarlos a Nueva York, aunque tenía el presentimiento de que su padre adoptivo debía saber de estos planes más que nadie, ya que Terry seguramente ya se lo habría confiado en una de sus cartas, además estaba el hecho de que fue Archie quien hizo todas las gestiones para conseguirles un lugar a donde vivir. Ella esperaba ansiosa una respuesta de Albert, pero se podía anticipar a esa respuesta, era altamente probable que el patriarca de los Ardlay estuviese más que de acuerdo con su viejo amigo viendo con buenos ojos la mudanza de ella y los chicos para ponerse a salvo. Albert había sido el primero en coincidir con Terry para que Candy y los chicos abandonaran Inglaterra apenas estalló la guerra en Europa. Esta vez, pensaba Candy, él tampoco tendría una opinión distinta.

Ella hacía un gran esfuerzo por alejar sus pensamientos de todo esto.

—Señora Candy ¿lo recuerda? —Martha había sacado del armario un abrigo de un lindo color verde y se lo mostraba.

—Claro que lo recuerdo ¿crees que pueda servirle a Anne? Es hermoso, lo compré en una navidad para Ev.

—Creo que todavía tiene mucho que dar, sólo hay que cambiarle los botones porque perdió uno, una buena lavada y estará como nuevo para Anne.

—Sí, esta perfecto —dijo Candy tomando la prenda entre sus manos para inspeccionarla. —Bien, tenemos un perfecto abrigo para Anne.

—Ahora encontremos algo para Richard, creció mucho en estos últimos meses, veamos si hay algo útil de William, quizá de Ollie. También necesita un abrigo nuevo.

Las mujeres continuaron manos a la obra hasta que se acercó la hora del almuerzo, Martha abandonó a Candy que continuó inspeccionando ropa y seleccionando por un rato más.

Dear Terry: Nosotros en la tempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora