Capítulo 18

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Era una mañana maravillosa, el sol brillaba, el cielo estaba despejado, y soplaba una brisa fresca. Candy que se había levantado muy temprano, se encontraba de rodillas totalmente concentrada trabajando en su rosal. Le gradaba dedicarle las primeras horas del día a esta tarea cuando no tenía turno en la clínica. Era una actividad que adoraba porque además de aportar en belleza a su jardín, las rosas le permitían conectarse con una parte muy importante de su adolescencia, de un lugar tan significativo en su vida como Lakewood y especialmente con esa persona que nunca había abandonado el lugar privilegiado que ella le había dado de su corazón. No compartía el cuidado de estas rosas con el amable jardinero que fue contratado para ocuparse del resto del jardín. No porque no confiara en él, de hecho, él hacía un maravilloso trabajo, con el que estaba muy satisfecha, especialmente con los narcisos que había mandado a cultivar para Terry. Su apego con aquel rosal era muy íntimo, su pequeño espacio conmemorativo con aquello que la conectaba con parte importante de su historia personal, y con un ser humano que había llenado su vida de luz y amor.

Candy se dejaba llevar por sus pensamientos, se dejaba envolver por el perfume de las flores y parecía que en esa jornada se lograba detener el tiempo.

Unas manitas le abrazaron de pronto produciendo una alegría inesperada. Volviéndose hacia él sin querer tocar porque tenía las manos llenas de tierra, se encontró con un rostro que en si eran ternura y amor del más puro e inocente.

—!Mami! Quiero leche con chocolate... nana no me quiere dar leche con chocolate.

—Mi cielo ven —Candy se sacó los guantes, lo atrajo a su regazo para hacerle cosquillas, apenas enterraba sus dedos en el estómago, y Duncan comenzaba a carcajearse... —Chiquito no tenemos cocoa para la leche, pero seguro hay rica miel, quieres que mami te prepare leche con miel, como la toma Richard y Albert.

El pequeño recobrando la ilusión miró regocijado a su madre y se colgó de su cuello, ella lo llenó de besos, le sostuvo la cara entre sus manos, y le sonreía apretándole la nariz, revolviendo el cabello castaño y de hebras gruesas herencia de su padre.

Martha pronto vino al rescate del pequeño ansioso, había una habilidad natural en la adorable nana para resolver aquellas pequeñas crisis domésticas que Candy no dejaba de admirar.

—¡Ven Duncan! —le dijo la buena mujer ofreciéndole su mano —¿adivina qué?

—¿Qué? —le preguntó expresivo mientras jugueteaba con los rizos de su madre.

—Encontré un poco de cocoa escondida en el armario.

Candy abrió muchos los ojos y le sonrió maternalmente y volvió abrazarlo, Duncan era en su corazón aún un bebé y le era encantador saber que él dependía de ella, que podía prodigarle los besos y los arrumacos que ya Richard y Albert rechazaban por sentirse avergonzados, los que ya no podía darle con la misma intensidad a William, Oliver y Evelyn, y los que Anne Rose no parecía apreciar tanto como los de su padre.

—Anda, mami todavía tiene mucho trabajo aquí, antes dame un beso.

Duncan le llenó la mejilla de adorables besos y se levantó para ir corriendo a sujetar la mano que Martha le ofrecía, mientras ella y Candy se sonreían con complicidad.

Cuando volvió a estar a solas, ella retomó la conversación mental que sostenía con quien ella consideraba su ángel personal.

Sabes Anthony, mi hijo William está aquí, ha venido a pasar la temporada con nosotros, y eso nos hace muy feliz a Terry y a mí. Y mi hijo Oliver va a casarse muy pronto, el jueves se estrenará Romeo y Julieta y él tiene el papel protagónico... ambos se convertirán en dos hombres buenos y honorables, sobre todo son ambos de muy nobles sentimientos, y generosos. Siempre te hablo de las rosas, muy poco de mis hijos. Hoy todos están en casa, es tan lindo tenerlos Anthony.

Dear Terry: Nosotros en la tempestadWhere stories live. Discover now