Capítulo 17 (I parte)

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Escocia, finales de junio de 1941.

—¡Henry! ¡Henry! Despierta... ¡Henry!

—Qué pasa... por qué me llamas así... ¡Soy René... Sara! —le reconvino.

Sara era el nombre clave de Vera Atkinson, la fotógrafa que acompañaba a Henry en el entrenamiento, y que iría a Francia también como espía. Ellos no podían llamarse por su verdadero nombre. Sin embargo, Vera seguía llamándolo Henry cuando estaban a solas y no René. Él era mucho más cuidadoso y no dejaba de referirse a ella como Sara.

—¿Qué sucede? —dijo todavía adormilado restregándose los ojos.

—Levántate... salgamos a celebrar —le invitó ella.

—¿A dónde?

—Mira —Vera mostró un ejemplar de periódico y una botella de brandy —replicaron tu artículo sobre Charles de Gaulle en el The Guardian, hay que celebrar. Eres el mejor maldito periodista que he conocido.

—¿Qué? Hablas en serio... déjame ver —Henry tomó el periódico y leyó orgulloso, se suponía que había hecho ese trabajo para ser publicado en Estados Unidos, y ahora también estaba replicado en Inglaterra —¿Qué hora es? —preguntó sintiéndose perdido después de leer el llamado de primera página.

Henry recordó que estaban en la habitación y se incorporó alarmado mirando a todos lados. El lugar lucía vacío, ninguno de sus compañeros estaba allí. Tomó el periódico para hojearlo de nuevo, sonrió satisfecho al ver el llamado en primera página de su noticia y su nombre. Después de unos minutos se levantó para vestirse, sólo usaba calzoncillos.

—Está atardeciendo ya. Todos salieron, fueron al pueblo. ¿A dónde estuviste estos dos días? —le preguntó Vera mientras se sentaba en la cama y no dejaba de observarlo.

Henry estaba de pie y se disponía a vestirse. Se dio la vuelta para tener algo de privacidad. Vera se mordió el labio inferior al verlo semidesnudo. Abrió la botella y tomó un trago, el líquido bajo por su garganta irritándola con su fuerte sabor, incrementando su ardor personal. Sin meditarlo y de un impulso se levantó y se acercó a la espalda desnuda de Henry, se apretó a él, y su mano reptó directo hasta la entrepierna masculina, acortó aún más la distancia con sus labios para besar la oreja, dejando un rastro húmedo en ella.

—Podríamos hacerlo ahora mismo si quieres... estamos solos.

Henry cerró los ojos, aceptó la caricia por breves segundos, pero un golpe de realidad hizo que se conmocionara, detuvo la mano, sin importarle su semi desnudez se dio vuelta y le hizo frente a Vera.

—Por favor, detente —le rogó afectado, con la respiración entrecortada.

—Estamos solos —ella insistió acercándose a su cuello para besarlo.

Henry apretó la muñeca de la mano de Vera y volvió a detenerla.

—Vera, ya lo hablamos, por favor, no quiero ser grosero. Sólo somos amigos y compañeros. Lo nuestro terminó hace mucho tiempo. Y está el hecho de que yo... —Henry se detuvo, no deseaba hurgar en la llaga de su antigua relación, y sobre todo en su falta de deseo.

—Dilo... ya no me deseas... ya no te gusto. Puedo soportarlo Dedlock. —le reclamó Vera mientras se separaba de él y volvía a la cama para sentarse. —Qué es lo que ves en ella, es una niña. Una princesita insípida, flacucha y delicada... es porqué es rica, por su encumbrado apellido y porque te dará ascenso social, de otro modo por qué te fijaste en ella. Es una niñata para ti.

—De qué hablas... no sabes lo qué estás diciendo. Eres una snob muy resentida.

Henry se sentó al lado de Vera para terminar de vestirse y colocarse los zapatos. Ella se quedó callada unos minutos, mientras lo observaba.

Dear Terry: Nosotros en la tempestadWhere stories live. Discover now