¿Adiós para siempre?

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Un mosquito zumbando en el oído izquierdo de Louise anticipa la terminación de su sueño. Llevaba unos minutos tratando de ignorarlo, pero le fue imposible. Por el clima húmedo del año, agradece que solo haya sido uno.

No ha escuchado a Laysha salir de la casa, por lo que supone que todavía no ha salido el sol. Ha tenido que empezar a analizar los sucesos de la naturaleza para deducir la hora del día. A pesar de tener un reloj escondido, prefiere no utilizarlo.

Se levanta del mueble extraño que utiliza por cama y toma un vaso de agua, la cual tiene algo de color. De un hueco en la pared saca un pequeño espejo. Logra apreciar que su cabello es casi totalmente blanco, pero no le disgusta en lo absoluto, nadie la juzga por ello.

Se pone tan solo un broche en el cabello, no quiere exagerar, sabe que cualquier accesorio, aunque sea el más pequeño, puede alborotar a toda la aldea. Se arregla un poco las pestañas y toma un poco del agua del vaso para acomodarse los cabellos que no quieren seguir el camino de los demás.

Está entusiasmada, hoy verá nuevamente al hombre de pelo negro y grandes ojos cafés. No logra entender el vínculo que les une, no han hablado en lo absoluto, pero se han relacionado íntimamente por meses. A pesar de que las voces de aprobación del pasado parecen asomarse algunas veces al presente, ha logrado ignorarlas por completo. Disfruta mucho del placer que le otorga ese sujeto, fue un placer del que se privó por tantos años por una estúpida idea de fidelidad. Ahora, no pierde ninguna oportunidad para obtenerlo.

Su madre falleció años atrás. Fue una muerte tranquila y esperada, aunque Mary nunca pudo aceptar su nueva realidad y duramente volvió a hablar, tenía una mirada tranquila minutos antes de irse. Acarició la mejilla de Louise y cerró los ojos.

Diez días después de su muerte, encontró en su camino un arreglo parecido a un ramo de rosas que decía "Lo siento, espero que reconsideres tu decisión, sabes cómo hacérmelo saber". Era Christopher, además de sus hijas nadie más podía escribir esas palabras en aquel lugar.

Rota en lágrimas, tiró el ramo en un barranco próximo que encontró, utilizando todas las posibles maldiciones existentes, hundida en el coraje profundo no se había percatado de un hombre situado justo del otro lado del camino. Rogó al universo que pasara desapercibida su rabieta, ya que en aquel lugar no se puede fiar de la moralidad de las acciones, no había límites. El hombre se le acercó.

Louise sabía que había cometido un error, no podían utilizar su lenguaje, sabía que corría peligro. El hombre la analizó y rompió la barrera del espacio personal, y de manera instintiva, besó sus labios, Louise pensaba que su vida había acabado. Terminaron durmiendo juntos esa noche.

Las primeras veces fue un acto meramente de despecho, esperaba que Christopher lo supiera, tenía siempre la sensación de ser observada y eso le generaba satisfacción. Pero con el tiempo, se convirtió en algo más. Ahora aquel hombre la buscaba y, sin hablar, le había ayudado a superar las grandes tragedias que estuvieron plasmadas en su historia o, por lo menos, le ayudaba a pensar en algo más.

Con los grandes hallazgos que ha conocido en aquel lugar, podría hacer una investigación que rompería todos los récords posibles, ya que podría confirmar, por propia experiencia no con inútiles hipótesis, que la empatía por los demás tiene una combinación entre un constructo culturalmente aprendido, pero también, uno instintivo. Lamentablemente, también dedicaría varios capítulos a describir que es inevitable afectar la vida de los demás.

Pamela decidió irse hace dos años, nunca pudo perdonar a su madre por la elección que había hecho. A pesar de no poder dormir los primeros meses de la preocupación y la culpa, hubo un momento de rompimiento de los esquemas de su mente.

La maternidad y su cadena, que venden como lo correcto, le habían exigido tanto y, aun así, había perdido todo. Si había un villano, era Christopher, y estaba cansada de lidiar con cualquier otra premisa. A ella también se le había jodido la vida.

Laysha no tiene recuerdos para poder comparar, a través de ella, Louise ha logrado ver que aquel lugar sí resultaba mejor que el anterior. Era tan libre, vivía tan intensamente, que su madre terminó adoptando el mismo estilo de vida.

Fue difícil desprenderse, pero finalmente, lograron encajar demasiado bien. Con este desprendimiento del pasado, ya no veía las cosas de un análisis de bueno o malo, simplemente aceptaba la vida como era.

Las mujeres del héroeWhere stories live. Discover now