Retando al instinto

8 5 3
                                    

Varias noches Mary ha perdido el sueño por esa invitación interna fuerte y latente que le hace su corazón de irse y no regresar. A pesar de que su instinto maternal la ata a las viejas costumbres de siempre poner a los suyos primero, las últimas semanas le ha sido demasiado complicado seguir esa pauta.

La muerte de su esposo fue tan repentina. No pudo llorarle adecuadamente. No pudo realizar la ceremonia correspondiente. No sabe la verdad sobre lo que pasó. Lo que sabe, es que su muerte se pudo haber evitado y no era necesaria.

En el fondo de su corazón afirma que la responsabilidad sobre esa imprudencia, a pesar de no quererlo, la pone en manos de su hija. Es rencor en su forma más pura. Siente el rencor más grande por su propia hija. Y ahora, está a cargo de sus hijas por un tiempo indefinido. Pareciera que sus pensamientos han hablado por ella y se han manifestado, recibe un mensaje del teléfono que le dio Louise del que nadie debía saber.

Segundos después recibe una llamada. No quiere contestarle, pero sus manos van en dirección opuesta a sus pensamientos y lo hacen.

—Hola, mamá. Estoy... viva, estoy con ellas, todo era real —dice Louise con la voz a punto de romper en llanto.

—Hola, hija. Me alegra que ya me hayas podido marcar —Cae una lágrima sobre su rostro—. Es que con todo lo que ha pasado, ya no sabía si podíamos confiar. Ya no sé qué es real. ¿Pero estás segura de que no es una estafa?

—Todo parece indicar que no, pero recuerda que debemos ser muy cuidadosas con todo lo que decimos por teléfono, ¿cómo están las niñas?

—Pues Pam ha estado muy enojada, Laysha está un poco extraña. Y si te interesa, creo que yo también estoy bien.

Louise comprende que fue un error no haber preguntado por ella. Se siente avergonzada, finalmente, su madre está arriesgando su vida por ella, pero tiene tantas preocupaciones que no adoptará una nueva.

—No tengo cómo agradecerte, mamá.

—Acaba con esta pesadilla lo más pronto posible. Eso es como me debes agradecer. No puedes rendirte.

El comentario de su madre aturde la cabeza de Louise. Sabe perfectamente en qué se ha metido y no necesita que alguien más le recuerde o le reproche algo. Y si ha habido una persona experta en hacer críticas a su proceder desde que tiene memoria, ha sido su madre.

—Tengo que colgar mamá, alguien está entrando, me estaré comunicando como lo habíamos acordado.

—Por favor, vuelve con vida y perdóname por no haberte apoyado cuando querías dejarlo. Tanto se hubiera evi...

—Lo haré, mamá —Louise la interrumpe.

Se escucha el pitido de terminación de la llamada, Mary toma con fuerza el teléfono, sabe que la vida de su hija pende de un hilo y no sabe si esa será la última vez que la escuche. No quiere saber qué se siente perder a su única hija, pero sabe que no había otra opción, debían arriesgarlo todo.

Golpea la almohada con fuerza, siente una impotencia tan grande en todo el pecho. Después de haber cedido ante la ruptura de su control, Mary se quita las lágrimas del rostro, se arregla el pelo y sale del cuarto. Sabe que, para poder largarse, debe continuar con su papel. 

Las mujeres del héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora