Capítulo 19

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La noche transcurrió pesada, como una pesadilla interminable. El insomnio no me dejó descansar y se aferraba a mis pensamientos con la tenacidad de un fantasma.

Kai, con su figura azul flotando en mi mente, se entrelazaba con la sombra de la enigmática inscripción entre las rocas. El revoltijo de pensamientos me mantenía despierta, atrapada en un laberinto y tras varias horas dando vueltas decidí que debía hacer algo al respecto para eliminar esa inquietud.

Al día siguiente iría al parque, el lugar donde nos habíamos encontrado por primera vez Kai y yo, para hablar con él e intentar explicarle lo que sentía, aunque no tuviera ni idea de cómo hacerlo.

Si apartaba a Kai a un lado, y pensaba en el enigma grabado en las rocas me volvía más loca todavía. ¿Alguien me estaba dejando "pistas" o era simple sugestión? Lo único claro era que existía algo dentro de mí, un poder o habilidad, que ni siquiera sabía cómo nombrar, ni cómo controlar. Y por lo visto no era la única; el chico de la ferretería también rondaba mi cabeza, estaba segura de que él sabía mucho más que yo de todo lo que pasaba, pero su forma de ser me quitaba las ganas de interactuar con él.

Con apenas unas horas de sueño, me levanté temprano. Aquel día, Elías y yo, empezaríamos a construir y dar forma al gallinero, y eso me generaba una pequeña ilusión.

Cuando me acerqué a la casa supe que algo no iba bien. Unos gritos se escuchaban desde el exterior, gritos de dos voces que supe distinguir.

De esta vez no me iba librar de cruzarme con Lía.

Me detuve delante de la puerta dudosa de si debería entrar o no. Los intercambios de palabras elevadas entre Lía y su abuelo se intensificaron, tal vez no era el momento de entrar todavía.

—¡Claro que vas a ir a clase! ¡Fuera de esta casa, ahora mismo! —oí gritar a Elías con autoridad.

—¡No pienso ir, ya tengo edad para tomar mis decisiones! —respondió Lía desafiante.

—¡Tienes diecisiete! ¡Si te crees tan mayor para largarte por ahí a las tantas, también lo eres ahora para cumplir con tus obligaciones!

—¡No es mi obligación!

—¡Se me está agotando la paciencia Lía! ¡Vete a clase, ya!

La puerta de la entrada se abrió de repente y di un respingo. Lía me encontró allí parada y me miró con su, últimamente, habitual cara de pocos amigos.

—¿Y tú que haces aquí espiando? —dio un portazo.

—No estaba... —comencé a explicarme, pero luego comprendí que tal vez se merecía muchas explicaciones. —Vengo a trabajar.

No hubo respuesta, solo me lanzó una mirada de desdén y se fue a paso acelerado.

Con la marcha de Lía, el silencio se hizo presente en la casa, pero la tensión seguía presente. De igual forma entré, en algún momento iba a tener que hacerlo.

Elías estaba en la cocina, al verme no pareció aliviado. Me dio la espalda y cogió su vieja cafetera italiana.

—Nos has oído ¿verdad? —murmuró rompiendo el silencio.

—Bueno, era difícil no hacerlo.

Pensé que un toque de humor podría liberar un poco la tensión, pero a Elías no le hizo mucha gracia.

—A veces pienso que no he sido un buen abuelo, ¿sabes? —confesó llenando la base de la cafetera de agua— Tal vez la he consentido demasiado.

Di unos pasos hacia él incrédula de lo que acababa de decir. Él era el abuelo ideal, mucho más que eso para Lía; era como un padre.

CateraldWhere stories live. Discover now