Capítulo 22

5 1 0
                                    

En la mañana del sábado amanecí con un mensaje de Lía.

Esa noticia me dio una buena dosis de alegría, pero lo que realmente me sorprendió fue que Lía se tomara el tiempo de utilizar más de tres palabras para dirigirse a mí

Hoppsan! Denna bild följer inte våra riktliner för innehåll. Försök att ta bort den eller ladda upp en annan bild för att fortsätta.

Esa noticia me dio una buena dosis de alegría, pero lo que realmente me sorprendió fue que Lía se tomara el tiempo de utilizar más de tres palabras para dirigirse a mí. Sin duda, el cariño por su abuelo estaba teniendo un efecto más amplio de lo que pensaba, no suavizando solo su trato conmigo, sino también su actitud en general.

Como no tenía nada mejor que hacer y sabía que Lía a Lía no le gustaría que me acercara a su casa, busqué otra ocupación. Saqué todas las conchas que tenía guardadas en los cajones del escritorio y las observé. Eran tan bonitas... Aunque presentaban restos de arena a pesar de hacer estado almacenadas durante años. Dediqué la mañana a limpiarlas. Con la ayuda de Nadia, las herví y luego las dejé en remojo con aguay lejía.

Por la tarde regresé a la playa.

***

La playa estaba vacía, y yo estaba sentada en la arena, descansando de la caminata. Me quité los auriculares y escuché los sonidos de las olas rompiendo contra las rocas. Recordé el grabado que había encontrado, pero no quise acercarme al lugar, simplemente quería cerrar los ojos y relajarme.

No fue posible, de pronto, el sonido de unos ladridos rompió la música del mar. Me di la vuelta y quedé frente al camino de madera que acababa de recorrer. Vi como un husky se acercaba a toda velocidad. No encontré al dueño del animal, a pesar de que sabía perfectamente a quien pertenecía.

Alguna vez había leído que, si un perro venía hacia a ti para atacarte, lo que debías hacer era no correr y hablarle pausadamente. Así que, por un lado, agradecí que mi cuerpo se quedara paralizado. Lo malo era que, según se acercaba la perra, no le veía intención de parar. Tenía que intentar tranquilizarme y utilizar mi poder, no podía ser tan complicado, ya lo había hecho antes.

Fruncí el ceño y la miré con firmeza.

—¡Karma! —escuché gritar a Artai desde alguna parte.

Eso hizo que me desconcentrara y alcé la vista para buscarlo. Al principio no lo vi, pero en escasos segundos apareció corriendo por el camino.

Vestía un pantalón deportivo corto azul y una chaqueta de chándal a juego. Su pelo castaño caía hacía un lado de su cara, lacio, brillante. Y sus ojos oscuros me transmitían el mismo peligro de siempre.

Cuando quise darme cuenta ya tenía a la perra encima de mí, y su peso me hizo caer sobre la arena.

—¡Au!

Karma me llenó la cara de babas con sus lametazos y vi como las zapatillas de Artai dejaban de correr justo a nuestro lado.

—Madre mía, qué pena de mujer... —me quitó al animal de encima y me tendió una mano. De un solo tirón volví a estar de pie— Dios da pan a quien no tiene dientes...

—¿Qué quieres decir? —elevó las cejas con ironía.

—¿Por qué no usas tu poder si ves que se te va abalanzar un perro encima? — me preguntó con una mano en la barbilla y gesto dubitativo.

CateraldDär berättelser lever. Upptäck nu