Cap 67: La Furia de la Discordia

Start from the beginning
                                    

No se hacían pasar por meras esculturas de piedra, sino que estaban completamente activas y en sus funciones. Apenas las puertas del salón se abrieron, las gárgolas giraron sus aterradoras cabezas hacia la recién llegada, atravesándola con una mirada tan afiliada con sus colmillos.

Instintivamente, Momo retrocedió un paso, con el corazón latiendo desbocado; sin embargo, los dos guardias que la escoltaban le gritaron desde atrás:

–¡Ya entra de una vez! –Gritó un guardia, empujando su pie sobre la cintura de la beta bruscamente.

Momo soltó un grito agudo y se estrelló de frente contra el suelo, exhibiendo parte de su desnudo trasero que el desgarrado vestido no alcanzaba a cubrir. Los guardias, con los ojos desorbitados, estallaron en una carcajada burlona ante la desgracia de la dama de alta cuna.

–¡Oh, mira eso! –señaló uno de ellos, entre risas estridentes–. Nunca imaginé contemplar el trasero de una dama de tal linaje. Ya que nos han dado permiso para tratarla así, ¿crees que Su Majestad nos concederá el honor de pasar la noche con ella?

–¡¿Qué?! –chilló Momo, reincorporándose apresuradamente.

–Si una mujer de su nobleza puede ser humillada de esta manera, me atrevería a suponer que al Rey no le importará lo que ocurra con ella una vez haya cumplido su propósito aquí –respondió el otro guardia, dejando al descubierto su expresión lujuriosa.

–¡¿Qué creen que están diciendo ustedes dos?! –exclamó Momo, cubriéndose los pechos con sus manos encadenadas–. ¡No saldrán bien parados después de humillarme así!

–Parado me la vas a dejar si sigues enseñándome ese cuerpo tuyo, mujer –espetó un guardia, desatando la hilaridad de su compañero.

–¡Yo me encargaré de que los ejecuten a ambos! –rugió Momo.

–¿Qué hacen todavía aquí?

De repente, una voz fría y susurrada irrumpió en la atmosfera, haciendo que los dos guardias se apartaran de un salto, con la espalda recta y las caras tensas.

Cuando los guardias se apartaron, Momo contempló la llegada del primer oficial del Ejército Dorado, Tamaki Amajiki, que surgió de la nada como una sombra misteriosa. La gélida expresión en el rostro de Tamaki evaluó la situación con precisión, pero pronto un suspiro breve escapó de sus labios, tejiendo un velo de frías palabras dirigidas hacia Momo:

–¿Por qué sigues todavía aquí?

–¿Eh? Bueno... es que ellos... –balbuceó Momo, su mirada se desvió hacia los guardias que hasta hace unos instantes se regocijaban a sus anchas.

–¿Hm? ¿Qué pasa con estos dos? –interrogó Tamaki, inclinando la cabeza hacia los guardias.

–Ellos... se estaban burlando de mí –respondió Momo, con un deje de desafío en su voz.

–¿De verdad? –inquirió el oficial con un tono sereno.

Los dos guardias, que minutos atrás se habían mofado de Momo con risas y palabras hirientes, ahora adoptaban una actitud de rigurosa disciplina ante la presencia de Tamaki, imitando a las gárgolas petrificadas de Salazen Kou.

–¡Por favor, créame! –clamó Momo, con el cabello despeinado cubriendo parcialmente su rostro–. Esos dos insinuaron que querían pasar una noche conmigo. ¡Me trataron a mí, una dama noble, como una ramera de los asquerosos burdeles de los barrios bajos que seguramente frecuentan! ¡Me insultaron!

–¿Y a mí qué? –replicó Tamaki con brusquedad, silenciando de golpe a Momo y dejando en el aire un aura de autoridad indiscutible.

Los ojos de Momo se ampliaron en asombro ante la respuesta contundente de Tamaki, como si una ráfaga de viento gélido hubiera atravesado la sala. Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de un poder que parecía emerger de lo más profundo de su ser.

Fantasía de un Soberano   [Katsudeku-Omegaverse]Where stories live. Discover now