Cap 62: Todavía Estamos Aquí: Final

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Entre los innumerables eventos extraordinarios e inauditos de esta noche desquiciada, uno podría afirmar que este era el más controlado. No obstante, a pesar que todo estaba meticulosamente orquestado bajo su dominio, era de sabios interrogar la esencia siniestra que envolvía a este individuo.

Con una apariencia imperturbable, como si la existencia misma de las cosas careciera de importancia o significado, contemplaba al amor de su vida retorcerse en el suelo, presa de un dolor desgarrador. Sus lágrimas y lamentos desesperados llenaban el espacio, pero él permanecía impasible, como si estuviera ajeno al sufrimiento devastador que se reflejaba en su ser amado.

No, no es que estuviera relajado y sereno, específicamente hablando, Bakugou Katsuki se encontraba aburrido. Aburrido de ver y escuchar al amor de su vida gritar desesperadamente con tanto dolor.

Por supuesto, el auténtico Midoriya Izuku no sufría ninguna clase de daño ante todo este sufrimiento agonizante, razón por la que a su prometido no le importaba desplegar oleadas de dolor infernal a la cosa que lo posee. Pero esa es justamente la cuestión.

Después de todo, la entidad oscura que tomó posesión del Druida sufría a través de él. Usaba su boca para vomitar y emitir gritos angustiantes, sus ojos para llorar lágrimas negras, arqueaba su espalda de manera inquietante, agitaba sus piernas con frenesí, doblaba su cuello en ángulos antinaturales y formaba expresiones aterradoras en su cara. Todo lo que hacía era contorsionar el cuerpo de Midoriya Izuku en reacción al dolor inenarrable producido por la Magia Blanca.

Mientras tanto, Bakugou Katsuki se encontraba de cuclillas frente al omega como si estuviera harto de contemplar la misma pavorosa escena.

–Ya es media noche. ¿Cuánto tiempo crees que puedes resistir sin hablar? –preguntó con desdén. Luego chasqueó los dedos y una de las tantas espadas mágicas suspendidas en el aire, cayó como un rayo de luz, enterrándose en el vientre del peliverde.

En una repetición macabra de eventos recientes, la entidad en el interior de Izuku utilizó su boca para lanzar un alarido desgarrador que retumbó hasta los rincones del recinto real. Su espalda, en un movimiento espasmódico, se arqueó con un crujido perturbador, desafiando las leyes de la anatomía. Las delgadas piernas del omega se convulsionaron en un frenesí descontrolado, como si fueran marionetas manipuladas por hilos invisibles.

Y nuevamente, lágrimas negras, tan oscuras como el abismo, brotaron de sus ojos, corrompiendo la belleza que alguna vez poseyó.

Por su parte, Katsuki suspiró apáticamente e hizo sonar su cuello estirándolo de lado a lado.

Ciertamente el cuerpo de Izuku no recibía ningún daño, ¿pero qué clase de persona puede quedarse tranquila mientras ve al amor de su vida comportarse de manera tan repulsiva? ¿Cómo es que podría tolerarlo siquiera?

–¿Sabes? Ya me estoy cansando de esto –dijo el cenizo, poniéndose de pie–. Esta es la espada ciento quince que recibes y todavía te niegas a responder mis preguntas.

Katsuki tomó la espada de luz por la empuñadura y la sacó del vientre de su amado con un brusco movimiento, cuya boca soltó uno de sus clásicos gritos de tormento.

Era como un rayo de luz dorado que quemaba a los seres de la oscuridad con una intensidad inigualable, y fueron ciento quince de esas espadas las que apuñalaron una por una al ente dentro del Druida.

–Creo que ya he perdido demasiado tiempo contigo –aclaró el monarca, contemplando su espada de Magia Blanca–. Si no quieras hablar después de todo lo que he hecho, supongo que lo único que me queda es aumentar tu dolor en demasía.

Por primera vez en toda la noche, "Izuku" suplicó negando con la cabeza desesperadamente. Sus ojos negros y espeluznantes rogaban piedad, sus labios manchados con oscuridad líquida temblaban como los de un infante apunto de llorar; sin embargo, Katsuki agarró la espada con ambas manos y lentamente la fue introduciendo en el pecho del peliverde.

Fantasía de un Soberano   [Katsudeku-Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora