Entre Sangre y Sombras (Black Clover) - Segunda Parte

Capítulo XII - Retorno de la Luz (ideales perdidos)

En aquella oscura y húmeda guarida yacía inerte el cuerpo de Deirieri en una vieja cama. Lucius había usado su magia para crearle un nuevo cuerpo e implantar su alma en él, liberando completamente el cuerpo de Azrael de la atadura qué le había impuesto hacía ya mucho tiempo atrás.

Parecía dormir plácidamente luego de estar a las puertas de la muerte, a su lado, el ángel causante de todas sus desgracias. Azrael esperaba pacientemente su despertar. Parecía por algún razón preocupado, pero si le preguntaban seguramente iba a responder que estaba impaciente por jugar un poco más con sus sentimientos humanos. Pues algo que siempre envidió de ella, era esa capacidad de sentir a flor de piel tantas emociones. Pero Azrael... Azrael solo quería vengarse, hacía mucho tiempo que había dejado de sentir algo más...

La espera por fin rindió sus frutos, lentamente Deirieri fue abriendo sus ojos, acostumbrándose a la escasa luz de aquel lugar. Estaba extremadamente desorientada, apenas y sabía su nombre en ese momento.

—¡Animo! ¡Arriba! Tengo una sorpresa para ti. —dijo muy sonriente Azrael—

No le dió tiempo de seguir diciendo más, se lanzó rápidamente a atacar a Azrael. A este le pareció muy divertida su reacción pese a ya haber previsto este repentino ataque. Podría interpretarse está reacción como un reflejo involuntario al haber despertado luego de casi morir. Pero no, Deirieri no podría estar más lúcida en ese momento, pues al estar Azrael tomando posesión del cuerpo, Deirieri podía hacer lo que Azrael hacia con su mente cuando estaba atado en su interior, había visto todo lo que junto a Lucius pesaban hacer. Aunque claro, al no ser su propio cuerpo no tenía acceso a más nada.

—¡Me rehuso a formar parte de ese genocidio! —decía muy segura de sus convicciones mientras intentaba atacar a Azrael—

En la mente de Deirieri había una cosa muy clara, debía distraer lo más posible a Azrael y escapar de donde sea que fuese ese lugar y buscar a sus amigos del Trébol para advertirles sobre lo que estaba a punto de llegar.

Azrael, muy tranquilamente, se acercó hacia lo que parecía ser una enorme ventana, corrió las cortinas y las abrió de par en par dejando a la vista una forma para que Deirieri pudiera escapar.
Deirieri estaba confundida, aún más cuando éste le lanzó su grimirio de vuelta.

—Yo no lo necesito para nada, puedo hacer hechizos sin él. —dijo como si esa fuera la mayor preocupación en ese momento—

Deirieri no entendía nada de lo que estaba pasando, pero aunque fuese una trampa debía escapar, tenía que ir cuanto antes a advertir al reino de todo esto. Mas cuando estuvo a punto de correr y saltar atravesando la ventana, una voz que durante 10 largos y crudos años anheló volver a escuchar, la detuvo dejándola paralizada.

—Deirieri... ¿A donde vas? —su tono era dulce, ¿como no reconocerlo?—

Deirieri apretó el grimorio entre su puño pues era lo único que traía en sus manos en ese momento.
Se giró lentamente, su corazón latía a mil por hora. ¿Cómo era posible? ¿Era real? ¿Estaba soñando?
Nada de eso, no había siquiera terminado de voltear cuando fue envuelta en un abrazo con el que había soñado todo este tiempo.

—Ya no tienes que sufrir más, ya estoy aquí, contigo Deirieri. —la acunó en sus brazos mientras hablaba dulcemente, como antes—

—Mor... gen... —apenas atinó a decir su nombre y sus ojos se llenaron lágrimas—

Si no fuera una mujer fuerte, a estas alturas ya habría colapsado de tantos acontecimientos que habían impactado su vida en tan poco tiempo.

Sin dudas era él, tenía que serlo. Era su voz, su aroma, sus ojos y su cabello. Era Morgen, después de 10 años sumida en la miseria por fin él había vuelto, la razón de su agonía, el motivo de su dolor más hondo era de nuevo la luz que iluminaba su vida.
Era tanta la euforia qué ese momento le provocaba qué su juicio se nubló por completo, no podía ver la realidad frente a ella, ese no era el Morgen que conoció, era un simple muñeco movido por Lucius y Azrael.