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'ᴄᴀᴜꜱᴇ ᴡᴇ ᴀʀᴇ ʟɪᴠɪɴɢ ɪɴ ᴀ ᴍᴀᴛᴇʀɪᴀʟ ᴡᴏʀʟᴅ


El semidiós se alejó de nosotras acelerando su paso para así poder alcanzar de nuevo a su grupo. Y yo allí, sin dar crédito a lo que acababa de suceder. Había tantos puntos a analizar que no sabía por cual empezar.

A ver, ¿acababa de sonreírme? ¿Dexter Lexington, el semidiós más importante del planeta Tierra? ¿Era cierto lo que mis ojos acababan de presenciar? O sea, era muy fuerte. Desde aquel primer curso en el que acudía a muchas de mis clases, no volvimos a coincidir en nada salvo ese año, en historia concretamente. Planeaba intentar sentarme a su lado y así comenzar una conversación que nos llevara a conocernos mejor. A intercambiarnos los números de teléfono, tener una relación de amistad que finalmente nos llevara a confesar nuestros sentimientos y casarnos.

Ya estaba excediéndome de nuevo.

Vale, quizás mi plan no era del todo seguro dado que nunca tuve muy claro cómo me las ingeniaría para acabar sentada a su lado si siempre estaba con alguno de sus amigos. Pero todo eso había cambiado en el momento en el que intercambiamos miradas.

Y eso no era todo, pensé que quizás también se acordaría de mí como la amiga de Cailin. Una excusa perfecta.

Mi amiga se volvió hacia a mí con una amplia sonrisa de oreja a oreja, asintiendo innumerables veces con la cabeza. Comenzó a dar pequeños saltitos de felicidad, cogió mis dos manos para que volviera a la tierra junto a ella, pero yo aún estaba asimilándolo. Saqué al fin una sonrisa llena de alegría al recordar su sonrisa hacia mí e hice el esfuerzo de dar pequeños botes.

— Espera —Frené en seco al darme cuenta de un detalle que estaba pasando por alto—. Un momento. ¿Por qué él sabe quién eres? —La solté de inmediato y crucé mis brazos frunciendo el ceño—. Hay algo que no me has contado, y no sé por qué.

— Bueno, sí, lo admito —Levantó ambas manos—. No te lo conté porque no quería que te sintieras mal.

— ¿Sentirme mal?

— ¿Recuerdas ese día en el que tu hermana te contagió de varicela? Estuviste toda una semana en cama. —Asentí de mala gana—. Bien, pues fui a la biblioteca en busca del libro que el profesor de literatura había mandado leer, en cuanto fui a coger el último ejemplar que quedaba me topé con su mano que también quería agarrarlo. Entonces hubo un momento en el que nos ofrecíamos mutuamente el libro hasta que él me convenció, se presentó, nos sentamos en la misma mesa y charlamos un rato.

No podía creer lo que mis oídos estaban escuchando.

— ¡¿Qué?! ¿Me estás diciendo que por culpa de mi hermana me perdí conocer al amor de mi vida? —vociferé a lo que Cailin hizo rodar sus ojos, probablemente pensaba que estaba exagerando—. ¿Cómo puede ser la vida tan cruel? Porque no solo hablaste con él, sino que lo tocaste, ¡tocaste su mano! ¡Y fue un momento super romántico, típico de las películas! —La agarré de sus hombros y la zarandeé varias veces—. ¡Oh, Dios! Ahora se enamorará de ti, a ti te comenzará a gustar y yo seré la que tenga que darte mi aprobación, y te la daré porque así soy yo.

— ¿Comprendes ahora que no quisiera decirte nada? Sabía que te ibas a poner así. Si hubieras estado tú, quizás no hubiera ocurrido porque quizás no habríamos ido a la biblioteca —anunció con tranquilidad, ahora era ella la que colocó las manos en mis hombros—. Effie, vuelve a la realidad y piensa con un poco de cordura. No está enamorado de mí, ni él es mi tipo, por lo que jamás me va a llegar a gustar. Nos conocíamos de vista por los eventos de nuestros padres, así que solo fue educado conmigo. ¿No te das cuenta? Deberías de agradecer que eso me sucediera porque si no, no iba a poder invitarle a nuestra fiesta. Allí será tu momento Effie, ¡tienes que hacerlo!

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