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— Hola...— dijo aquella hermosa enfermera alargando su saludo, solté una risita al verla. Esa mujer tiene un aura tranquila. Tanto así que el poco tiempo que llevo aquí y con ella presente me he sentido más tranquila y con la mente despejada de todos mis monstruos.
Llevaba con ella mi cena en uno carrito especial para transportar la comida de los pacientes.
— Te veo muchísimo mejor señorita _____— dijo con una sonrisa, se acercó y dejó la comida sobre la mesa de noche.
— Tú has estado muy pendiente de mi...— me bajé sin ningún problema de la camilla y me senté en el pequeño sofá-cama para poder comer— De verdad muchas gracias — le dediqué una de mis mejores sonrisas.
— No se preocupe señorita, estoy aquí para servirle— hizo una pequeña reverencia e iba a salir.
— ¿Tienes turno ahora o estarás ocupada?— pregunté bebiendo del jugo que me había traído, hice una mueca del sabor tan horrible que tenía.
— La comida del hospital no es muy agradable, lo entiendo...— se soltó a reír— eres muy expresiva señorita. Y no, no tengo nada más que hacer, de hecho, dejaba tu cena y me iba a casa.
— Oh, ya veo...— dije para llevar el tenedor con pollo a mi boca.
— ¿Por qué lo preguntas?— mientras masticaba, señalé la camilla para que tomara asiento.
— Quiero hablar contigo un poco más...— dije ya después de tragar la comida, que igualmente hice cierta mueca de desagrado pero de todos modos agradezco que haya algo para comer.
La enfermera rió una vez más y tomó asiento en la camilla. Estuvimos un largo tiempo hablando.
Su nombre era Kim Sa-Na, tenía veinte años y vivía con su abuela. Ella actualmente se encuentra en el hospital psiquiátrico en donde trabaja su hermano mayor. De vez en cuando iba a visitarla; hoy iba a ir a verla e iba a entregarle un regalito, la mujer mayor ha progresado mucho en la rehabilitación, así que Kim quiso darle un pequeño detalle.
Ellos no son de una familia adinerada. Para Kim y su hermano, estudiar y ser quienes son ahora, tuvieron que caer muchas veces en el vacío del fracaso, pero son personas con un gran optimismo y fuerte, logrando así salir cada uno adelante, claro que con ayuda del otro.
Es de admirar.
— Quiero darle este anillo...— sacó de su bolsillo una linda caja de color rojo, me mostró un hermoso anillo de oro, tenía unos detalles florales en la parte superior de este.
— Es hermoso...— la contraria asintió.
— Esa mujer se merece lo mejor del mundo, mi hermano y yo se lo queremos dar— sonrió con mucho amor.
— Sabes que, Kim, no te molesto más, ve y visita a tu abuela.
— Gracias señorita... Y en realidad me gustó mucho platicar con usted. Bonita noche...— hizo una reverencia y salió de la habitación. Quedándome sola, una vez más.
