𝐈𝐧𝐭𝐚𝐥𝐢𝐚 𝟏𝟗𝟏𝟎

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Me senté en el borde de la cama y me quite los guantes para acariciar la cara pálida de Dalia, aprete mis labios y luego fingí seguir haciendo mi trabajo como "enfermera". Aunque a decir verdad poco se podía hacer si ella había enfermado de gripe.

La gente, incluso su propio marido se había prohibido entrar a su cuarto, pero yo misma me había ofrecido para curar su cuerpo. Dalia acaricio mis manos desnudas mientras yo pasaba un paño húmedo sobre su frente.

- Mi amada Aeris - me susurro y yo mantuve mis ojos lejos de los suyos. El alma me dolía, me destrozaba y no quería perder otra vez a alguien a quien amaba - Tienes muchas cosas que decirme - acaricio mi mejilla fría y yo la mire a los ojos - ¿Verdad, que si?

- Tan perspicaz como siempre - le susurre y le di un beso en la frente, ella jadeo por el frio, debido a su fiebre excesiva. Mi cuerpo frio seria perfecto para ella - Dalia - tome su mano entre las mías y la bese - Tiene que mejorar.

- Moriré - cerré mis ojos y negué sin atreverme a caer en la realidad que yo ya había supuesto al olfatear durante un rato la habitación - Mírame, déjame ver tus hermosos ojos - acuno mi rostro entre sus manos, dejando mi manos vacías sobre las sabanas.

- ¿Te gustan? - le pregunte con una sonrisa débil, acariciando sus manso ardientes mientras ella me miraba con los ojos entrecerrados. Ella asintió y paso su pulgar sobre mis pómulos, acariciando mi piel de porcelana.

- Los adoro.

Si pudiera haber llorado hubiera desgarrado mi alma en ese mismo preciso instante, pero solo pude sentir el dolor creciente en mi pecho y alejar mis manso de Dalia para cuando comenzaron a crear ropa a mi alrededor.
Ella no estaba asustada ya sabia de mis "maravillosos" dones, pero observaba como el suelo de su habitación se rodeaba de piedra mientras yo me intentaba contener.

- Los mataste tu ¿verdad? - aparte mi mirada del suelo y la mire asustada, ella misma provoco que la roca dejara de crecer - Bueno, en realidad me importa poco - susurro y se incorporo sentándose en la cama pese a que se mareaba al mínimo movimiento.

- Dalia - con los ojos mas abiertos de lo normal y la roca rodeaba mis tobillos pensé en una cura para mi dolor. Una cura egoísta y que despertaría muchas cosas en el futuro - ¿Te doy miedo? - Dalia negó y arrastro sus pies, dejando que sus tobillos también fueran rodeados con roca.

- Miedo, es la ultima emoción que me provoca - me susurro y posándose en mi me dio un beso ligero y débil. Me resistí a morder sus labios y la mire detenidamente. Convenciéndome a mi misma de que ella, no quería morir - Eres bella y poderosa, te añorare toda la eternidad.

Sin esperar muchos mensajes mas aprete su cara, tapando sus labios y mientras sus tobillos estaban inmovilizados debido a mi roca mordí su hombro. Ella chillo por culpa del veneno, pero mi mano amortiguaba sus gritos de dolor y solo hasta que dejo de retorcerse en mis brazos supe que estaría con ella para siempre.

La di por muerta el miso día y no quisieron revisar el cuerpo en caso de infección, yo misma me encargue de "enterarla" después del velatorio. Ya que si habría alguien que podría ya estar contagiada o contaminada por ese virus era yo. Y el enterrador estaba muerto.

Cuando acabo la ceremonia fingí quedarme velando el cuerpo y observando la tumba improvisada por las prisas de deshacernos de cuerpo. La gente que tiene miedo a morir le suele temer a las epidemias. Sobre todo en un pueblo tan pequeño.

Pasadas las horas, cuando la noche infesto todo el lugar me agache y comencé a retirar la fina capa postiza de tierra, para luego con mis manos desnudas retirar la piedra que cubría el cuerpo y sus alrededores. Dalia me miraba desde abajo con los ojos abiertos, aferrada a las paredes de piedra y aterrada.

- Ya estoy aquí mi amor.

- Aeris.

Vi a Dalia alimentándose sediente, casi rompiéndole el cuello a esa pueblerina repelente que siempre interrumpí las mañanas con su molesta voz aguda

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Vi a Dalia alimentándose sediente, casi rompiéndole el cuello a esa pueblerina repelente que siempre interrumpí las mañanas con su molesta voz aguda. Mire satisfecha como bebía su sangre hasta dejar el cuerpo flácido y vacío sobre el suelo de mi casa

- No puedes salir de aquí - me levanto del suelo y alejo el cadáver de mi salón, asqueada por la piel estirada - Lo mas correcto seria irnos - Dalia limpiaba sus labios y me miraba pensando en la situación - ¿Me culpas por lo que hice? 

Se quedo en silencio observando toda mi sala con sus ojos carmesí nuevos, parecía mover sus ojos a toda velocidad y luego dio una pequeña sonrisa cuando miro la piel de sus manos. Negó con la cabeza y sonrío.

- Nunca me sentí tan viva, Aeris.

- Eso es bueno - susurre y me coloque delante de ella, acariciando su cara y levantando su babilla para que me mirara. Dalia mordió su labio inferior y me miro de manera lasciva. Nunca había sido atrevida, por lo menos no de manera tan directa - ¿Qué sucede?

- Me siento libre - aparto mi cara y me empujo contra sus labioso con furia devorándome pero no de la misma forma que había devorado a la pueblerina irritante. Me aferre a sus caderas mientras ella levantaba su cabeza y se colocaba ligeramente de puntillas.

Debí de haber entendido de que esa no era la reacción de una persona que no se dejaría llevar mas tarde en su nueva posición de poder. Pero no fue así, sus labios, su voz y mis sentimientos fueron una combinación perfecta para embaucarme al completo. 

Dalia seria una completa sociópata, pero supongo que eso muy en el fondo me ponía. Y para ser sinceros, cuando alguien te golpea tan fuerte contra una pared simplemente para desvestirte no puedes pensar en otra cosa a parte de poseer a esa persona.

Asique no me culpéis, porque Dalia era increíblemente adictiva. Desde su época humana hasta la era de su inmortalidad.

- Tendrás que acatar ordenes - susurre cuando libero mis labios para besar mis clavículas y deshacer mis prendas una a una. Aprete mis labio y luego agarre su cara para que se centrara en mi y dejara mi cuerpo por un momento - ¿Me has atendido?

- Acataré las ordenes que quieras - me susurro y agarro mi muñeca para llevarse a los labios la mano con la que estaba sujetando su cara - Mi señora - sonreí de lado por su actitud lasciva y la agarre a un velocidad sobrehumana, tan rápido que nos chocamos contra el piano.
La agarre fuerte de las caderas y ella acariciaba mis hombros descubiertos por su manos rápidas.

- Y la que manda aquí, soy yo.

- Y la que manda aquí, soy yo

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- 1230 palabras - 

PD: ¡Nuevo capítulo! Un poco mas de la vida de nuestra vampira. Realmente este capítulo iba a ser diferente, pero vino a mi la inspiración y estaba claro que la historia del personaje de Dalia podía tener mucho mas jugo de la que le estaba dando.
Espero que os haya gustado <3

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⏰ Última actualización: Mar 04 ⏰

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𝐑𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭 𝐥𝐨𝐯𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora