𝐈𝐭𝐚𝐥𝐢𝐚 𝟏𝟗𝟎𝟎

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Caminaba con la cabeza en alto, pero cubierta por un buen sombrero y las suficientes capas de ropa para que mi piel no brillara por culpa del sol. Varios humanos me observaban por el camino. Yo sabia perfectamente que mi gran altura, la ropa de hombre que vestía y mis ojos carmesí, que intentaba que no brillaran tanto, intercalando sangre humana con sangre animal. Pero se me hacia difícil soportar el sabor de la sangre animal.

En cuanto llegue a la plaza golpee el suelo con mi bastón y saque mi reloj de bolsillo, para comprobar la hora que era y en cuanto llegaría esa maravillosa mujer.
En cuanto escuche pasos acercándose a mi levante la mirada y sonreí a Dalia, ignorando por completo al "caballero" que estaba agarrándole el brazo.

- Buenos días, Sra Russo - dije en italiano, controlando perfectamente las entonaciones que usaba la pronunciar su nombre - ¿Preparada para sus lecciones? - la mujer asintió emocionada y yo le devolví la sonrisa. Luego me gire hacia el hombre acompañante, reprimiendo cualquier mala mirada - Sr Russo, que alegría me provoca verlo con buena salud - me mordí la lengua mientras le me miraba tranquilo, confirmándome que no sospechaba que yo misma le había provocado esa enfermedad.

- Srta Donovan, la alegría es mía de verla de nuevo aquí - me ofreció su mano, para estrecharla la mía tranquilamente - ¿Su viaje no iba a durar mas? - me le quedo mirando y le doy un pequeño apretón de manos, separándome después rápido de su toque - No es como si quisiera que no volviera, nos hace mucha falta.

- El viaje estuvo bien si, pero no puedo alejarme mucho de este pueblo, es mi hogar - el hombre trago saliva mientras yo misma ni me creía lo de "mi hogar" - ¿No cree que necesitamos todos un hogar? - Russo asintió y soltó el brazo de su mujer, mirando su reloj de bolsillo revisando que no llegara tarde a sus "reuniones"

- La dejo en sus manos, Donovan - el hombre dejo una beso rápido en la mano de su mujer y se acerco a ella para susurrarle - Volveré tarde hoy -  ella asintió y sin mas el hombre se marcho golpeando su bastón en el suelo.

Escuche el corazón de la mujer que tenia enfrente relajarse y una gota de sudor cayó por su frente, no sabia si era por el sol, o tal vez por los nervios. Pero me acerque a ella, chocando mi bastón contra el suelo y Dalia se giro hacia mi.

- Me alegra verla -  esboce una sonrisa y ofrecí mi brazo, para que se agarrara de el y ya pudiéramos caminar tranquilamente. Aunque ella mantenía su mirada en mi, sabia que le gustaba verme sonreír - ¿Cuál sera la lección de hoy?

- Hoy leeremos una parte del libro "L'invasion de la mer" esta traducido por mi no te preocupes - Russo me miro impresionada y yo sonreír, disfrutando de su admiración aunque hubiera hecho lo mas simple - Es uno de los últimos que salió al mercado, obviamente no pedí permiso para traducirla - la pelinegra se rio y se aferro mas a mi - Pero eso no debe salir de aquí.

Cuando entramos a mi casa cerré la puerta a mis espaldas, terminado con la poca luz que podia entrar en mi casa. Dalia observaba el lugar como siempre hipnotizada, pero con el ceño fruncido probablemente por la poca luz.

Srta. Donovan - me pregunta entrelazando sus manso delante de su cuerpo, mientras yo dejaba mi sombrero en el perchero y peinaba mi cabello - ¿Acaso odias los rayos del sol? - me pregunta con una sonrisa cálida.

- Los rayos del sol me odian a mi - camine por mi casa mientras desabotonaba mi chaleco con seguridad, mientras estaba con mi camisa blanca por debajo de la pieza de ropa - ¿Un poco de té, Dalia? - ella me sonrió y camino rápido para estar a mi lado.

𝐑𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭 𝐥𝐨𝐯𝐞Where stories live. Discover now