Capitulo 12

835 48 2
                                    

Pippa

Bishop pasó la hora siguiente conmigo en el sofá, viendo una película y hablando. Nos abrazamos, bromeamos y reímos hasta que mi corazón se sintió lleno a reventar. Cuando mi familia regresó, tuve que refrenar mi odiosa sonrisa para que mi padre no sospechara que había pasado algo más mientras él estaba fuera.

Me resistía a dejar marchar a Bishop cuando llegó el momento, pero me alegré cuando me preguntó, con papá presente, si podía
recogerme para desayunar a la mañana siguiente. Papá me miró como si quisiera comprobar si quería ir y tomó mi sonrisa de vértigo como respuesta suficiente. Estaba tan emocionada que apenas pude dormir aquella noche. Era increíble lo liberador que resultaba permitirse sentir lo que surgía de forma natural. Pensaba que no debía tener una relación, lo que añadía culpa y frustración a una situación ya de por sí incierta. Cuando simplemente me permití
disfrutar de lo que sentía en torno a Bishop, una luz cálida pareció fluir por mis venas.

Ese subidón electrizante me dio la energía que necesitaba a la mañana siguiente, cuando Bishop se presentó temprano después que mis pensamientos sobre él me mantuvieran despierta hasta bien entrada la noche.

—Buenos días, preciosa. —Su voz era áspera y muy sexy. Me tomó de la mano y me acompañó hasta su vehículo—. ¿Has dormido bien?

—La verdad es que me costó un poco conciliar el sueño.

—¿Sí?

—Sí. Todo tipo de felices y excitantes pensamientos me mantuvieron despierta —bromeé.

Bishop gimió desde lo más profundo de su pecho.

—Las cosas que me haces deberían ser ilegales.

—Es curioso. He pensado lo mismo de ti... o, más exactamente, de tus hoyuelos.

Me sonrió.

—¿Te gustan mis hoyuelos?

—Por favor. —Me burlé, ladeando la cabeza—. Como si no supieras lo sexy que son.

—Sin embargo, me alegro de oírtelo decir. —Me acercó y me besó en la sien antes de ayudarme a subir a su Mustang amarillo.

Viajamos en un cómodo silencio durante unos minutos antes de decidir hacer una pregunta que había bailado en mi mente durante días.

—Bishop?

—¿Mmm?

—¿Por qué yo? —pregunté en voz baja, mirándolo de reojo.

Su mirada recorrió mi dirección con diversión. —¿Por qué no?

—Porque apenas nos conocemos. ¿Cómo puedes estar tan convencido de quererme en tan poco tiempo?

—No tengo que comerme dos tarrinas de helado de menta para saber que es mi favorito.

—Sí, pero las personas no son helados —repliqué juguetona. Se me calentaron las entrañas ante su mirada fundida.

—No, pero tú sabes igual de dulce.

Demonios, ¿en qué estaba pensando para apartarlo? Era todo lo que una chica cuerda y racional podía desear en un chico. Y yo había sido demasiado testaruda para abrir los ojos y verlo.

—¿Dónde vamos a desayunar? —La vergüenza me hizo cambiar de tema.

—Café Bohanan. He oído que el chef hace unas tostadas francesas buenísimas. —Me guiñó un ojo.

Una oleada de placer se apoderó de mí.

—¿Me llevas a tu casa solo para desnudarme? —Mi voz se volvió tan sensual como una noche de verano.

Secret SinWhere stories live. Discover now