18 : Me siento segura

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La palidez regresa al rostro de Isabel y yo, por el contrario, me convertí en un jitomate humano. Bajo la mirada, imposibilitándome a hablar y, es que, no deseo arruinar el proceso ni decir algo que moleste a Isabel, mucho menos alguna excusa por la que mis padres se pongan en contra de ella.

Aunque no pueden hacerlo. Su deber es defenderla a pesar de todo.

—¿Isabel? —mi madre insiste en llamar su atención.

—¿Qué les asegura semejante acusación? —pregunta Isabel con su mejor intento de demostrar seguridad en su semblante.

—No tenemos más que las palabras escritas de los abogados, asegurando una relación que va más allá de lo laboral entre ustedes dos —señala mi padre—, pero mencionaron tener evidencia suficiente para probarlo.

—Sin evidencias, son solo rumores —pronuncia Isabel amargamente.

Rumores.

Esa palabra hace eco en mis oídos, una y otra vez.

¿Qué esperaba?

¿Acaso pensaba que Isabel aceptaría, tan fácil, que tiene "algo" conmigo, delante de mis padres?

—Si nos explicaran la situación —pide mi madre de manera acusatoria—. Todo nos sería más fácil.

El rostro de mi padre se muestra tranquilo, pero totalmente convencido de que hay algo más entre nosotras.

—Son mis abogados —reclama Isabel—. No mis verdugos.

—Y por ello la citamos aquí.

—Porque conocemos muy bien hasta dónde puede llegar Mónica —acusa mi madre.

—¿Siempre tienes que verme de ese modo? —pregunto, herida con sus palabras.

—No es más que la verdad —decreta.

—Abogada —interviene Isabel—, le pido que deje de lado su situación familiar tan... peculiar y se centre en mi defensa.

—Entonces, ¿es cierto eso, Isabel? —pregunta molesta— Sabes que necesitamos la verdad de las cosas para saber cómo defendernos.

—Piense en lo que esta relación, extramarital, podría suponer frente al caso de la custodia de Julia —menciona mi padre.

—Esto es imposible —menciona Isabel entre risas cargadas de incredulidad—. Ahora resulta que la que comete adulterio soy yo, cuando él es quien me ha sido infiel desde hace tiempo —exclama más fuerte de lo normal—. ¡Increíble!

¿Qué? ¿Y aun así se atreve a querer quitarle a Julia?

—Isabel no puedes simplemente querer regresar la acusación —le advierte mi madre.

—Es la verdad —acepta Isabel amargamente—. Me di cuenta de su infidelidad hace unos meses —explica—. Por eso busco el divorcio, por eso no puedo estar a su lado.

Eso explica el hecho de los llantos que comentó Julia y la situación tan complicada con su padre.

—¿Y por qué no nos habías comentado de ello?

—Porque no tengo las pruebas —responde—. He intentado conseguirlas, pero me ha sido imposible.

—Para presentar semejante contraparte, debemos tener fundamentos sólidos—menciona mi padre analizando la situación—. El bufete cuenta con un investigador privado que puede seguirle los pasos hasta obtener una prueba contundente de su infidelidad.

—Ya no tiene caso — susurra Isabel con derrota.

—¿Que no tiene caso, dices? —mi madre se ofende de inmediato— Por supuesto que lo tiene si lo que deseas es ganar —comienza a utilizar su tono demandante—. No pienses que por un alegato nos vamos a dar por vencidos y aceptar la culpabilidad de una relación fuera del matrimonio con Mónica.

RelámpagoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant