CAPÍTULO 22: Dispara

13 4 18
                                    

Sé que en el pasado fui tonta, fui toda una ilusa creyendo en palabras de papel. También recuerdo con toda mi alma el día de mi fiesta, cuando me percaté que el Mateo que yo pensaba conocer era solo una ilusión que yo sola me hice. Pinté al chico que quería y no vi al real, obvié muchos detalles, y lo quise perfeccionar tanto, pero tanto, que acabé olvidándome que no lo conocía por completo.

Pero ahora, con mis dudas y llena de miedo al otra vez recordar esa noche tan fatal de mi vida, la noche donde me rompió el corazón en mil pedazos, me percato de que una vez más con el corazón roto él también está aquí, lo que de una forma diferente.

Lo siento, pero no puedo obviar esta parte. Mateo me está abrazando y me siento tan vulnerable llorando sobre su pecho que ni siquiera soy capaz de sentirme fuerte otra vez, se esforzó en escucharme y eso no lo había hecho nunca. No puedo negar que de cierta forma me sorprende. Es... extraño, bueno, pero extraño.

—No me llores más, seca esas lagrimas y a seguir para adelante —el chico acarició mis mejillas con sus dedos para deshacerme de mis lagrimas—. Por favor, no llores más, me pone triste que te pongas así.

Sonreí sollozando un poco y me sequé el rostro.

—Va... vale.

—No llores, mi niña –Rosalía se acercó a mi mirándome con lástima, tomé una respiración profunda recordando una vez mas que Mateo estaba ahí y me tragué los futuros sollozos.

—Ya no estoy llorando... —volví a sollozar.

—Si, si lo estás, tienes que calmarte un poco. Sale a tomar aire que ahorita empieza a llegar la gente

Restregué mis ojos, no quería tener humedad en mi rostro, aunque de todas formas se me iba a notar que estaba llorando. Debo tener la nariz roja al igual que mis mejillas, que volví a secar con el dorso de mi mano.

—Con permiso... —me dirigí afuera, el aire y la claridad chocaron con mi cara, me arrinconé de tal manera que quien pasara no me lograra ver de frente. Me enfoqué en respirar profundamente, no estaba para darle explicaciones a nadie, ni que se burlaran de mi rostro mojado, ya era suficiente por lo que estaba pasando.

***

—Tienes que aprender a perdonar, mi niña. Seguro tu madre estaba pasando por un mal momento –me dijo Silvia mientras entre sus manos estaban las mías—. A veces las madres nos equivocamos, yo misma te confieso que Anelía me ha dicho palabras fuertes y yo le he rebatido con otras más fuertes aun que nos han sacado las lágrimas a las dos, pero al final nos acabamos perdonando; ella a mi y yo a ella.

—Si, porque al final es mi madre... —Anelía añadió sentada en una silla más pequeña pero junto a Silvia, quien sobrepasaba a la chica por dos cabezas desde el sillón en donde estaba.

—Y me tienes que perdonar, y yo a ti porque eres mi hija. Tu mamá seguro es que no está acostumbrada a verte con un chico, eso desde luego se le quita, deja que pasen los días. Puede que esté celosa de su niña –me sonrió, pero eso a mí no me parecía gracioso.

—Si, pero por más molesta que estuviera antes nunca me había dicho que me fuera de la casa ni que me buscara un marido ni...

—Déjala, deja que pasen los días, te digo que se le quita –Silvia me guiñó un ojo con total confianza y luego reposó en el espaldar del sillón—. Seguro fue una situación en la que dijo lo primero que le pasó por la mente. Estoy segura que no te quiso decir eso.

Resoplé, esta situación me tenía nerviosa, ni siquiera podía concentrarme a hacer las tareas. De hechos, antes de ir a casa de Anelía ni siquiera me miró ni me saludó en casa, es como si yo no existiera. Si no fuera porque me dejan comida pensaría que me echaron de casa sin aun yo saberlo, y porque aun la ropa está en mi cuarto.

Ahora Todo Cambió (SMCLS #2)Where stories live. Discover now