CAPÍTULO 11: CITA

9 7 6
                                    

La luz de un televisor se reflejaba en el suelo. Me quité los zapatos y caminé descalza, sintiendo el aire frío en mis pies, como salía de la habitación.

—Ustedes no pierden el tiempo —dije al ver el televisor de la habitación encendido.

Era un televisor de pantalla plana de unas cuantas pulgadas colgado en la pared. Parecía de cine en 3D. Bajé la mirada y había tres camas. Una al frente de la otra, y la tercera delante del televisor, quedando perpendicular a la que tenía el bolso de Anelía, a no ser por un espacio que había en el medio.

— ¡Esta es la mía! —me lancé a la cama que estaba frente al televisor y luego me acosté boca arriba.

Miré a mi lateral a Anelía sonriendo y quitándose los zapatos.

— ¡Qué linda, Lale! Y yo me quedo sin ver televisor. —protestó Rosalía al ver que le había tocado la cama en el mismo lado en donde se encontraba el televisor.

Anelía y yo, al percatarnos, estallamos de la risa.

— ¡No me da gracia!

—Rosalía, no importa, la cama mía es grande. Vienes para acá cuando quieras ver el televisor —Dije entre risas.

Ella se cruzó de brazos parada en el medio de la habitación

—Muy graciosa, Lale.

—o mejor, mejor. Ponemos el espejo grande que hay en el baño en mi cama para que refleje la luz del televisor y Rosalía lo vea desde ahí —Anelía estalló en risas y yo le seguí.

Nuestra querida amiga Rosalía ha quedado con una ceja enarcada mirándonos seriamente a nosotras dos.

—No me da gracia

Volvió para su cama a sentarse.

Entonces reaccioné

—Anelía, espera. ¿Dijiste que hay un espejo en el baño?

—Sí, y más grande que el televisor —me dijo y nos quedamos mirando.

Con el rabillo del ojo miré la dirección del baño, luego a Anelía, luego a Rosalía. Alcé y levanté las cejas.

¡Y me eché a correr!

¿Dónde está el baño?

— ¡Lale, a tu izquierda! —Anelía me gritó desde atrás. Venía corriendo tras de mí.

— ¡Ay gracias! —y corrí hacia el baño.

— ¡Estás más loca! — Anelía rió siguiéndome el paso.

— ¡Y tú que me sigues el ritmo!

Corrí y llegué a otra puerta blanca cerrada. Tomé el cerrojo y estaba frío, y lo abrí.

— ¡Oh por Dios! —exclamé sorprendida.

Es el baño más lindo que he visto en mi vida. Tenía de todo, hasta una bañera. ¡Con lo que deseaba yo bañarme en una bañera como la de las películas! El lavamanos era de mármol, las toallas olían a galletitas y había varios frascos de lo que sería el shampoo, el gel de baño y otros.

— ¡Me muero!

—Pero no has visto la mejor parte. Voltéate.

Me di la vuelta y me topé con nada más y nada menos que el espejo, se llevaba toda la pared y reflejaba en baño entero.

ENTERO.

Hasta el váter.

¿Cómo se llama la obra? Arquitectos sin cerebro

Ahora Todo Cambió (SMCLS #2)Where stories live. Discover now