CAPÍTULO 20: Comienzo de problemas

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En mi mente solo estaban tres cosas: mi cuarto, audífonos y mi diario, así que nada más que pude fui a por ellos. Busqué el diario escondido en mi mesita de noche y lo abrí con su llave. De nuevo me encontré con esas páginas que prometí no volver a leer, pero que hoy ansiaba que continuara la historia.

Estaba dispuesta a escribir cada detalle de lo que sucedió hoy, así que me puse los audífonos y abrí una pagina en blanco. En un segundo plano apareció mi padre, levanté la mirada y me quité los auriculares.

—Dime –dije mientras cerraba el diario.

El no dijo nada, se quedó mirando el pequeño cuaderno rosa que estaba sobre mis muslos.

—¿Qué sucede?

—Si quieres vas a comer –mencionó totalmente serio y luego salió.

Fruncí el ceño, ¿era idea mía o estaba molesto conmigo? ¿O acaso estoy siendo demasiado sensible? Abrí el diario dispuesta a comenzar a escribir, pero la pluma se quedó inmóvil entre mis dedos y el papel. La nada se volvió mi punto de fuga.

Suspiré, estaba diferente, muy... diferente.

Me levanté guardando el diario. Sería mejor que me dejara de bobadas y de sensibilidad, busqué mis zapatos, salí de la habitación. Cuando llegué a la mesa, ahí estaba mi madre, a quien sonreí esperando su mirada. Esto no sucedió, así que dejé mis ganas de molestarla para después.

Tomé los audífonos y me los coloqué para comer, me dio por eso, por escuchar canciones románticas y ahogar mis ganas de tararearlas. Unos toques impacientes en mi hombro me sobresaltaron, me quité los auriculares con rapidez, mi madre tenia una expresión molesta.

—¡Se come sin música!

—¿Se escuchaba? –pegunté por si el problema era que estaba muy alta.

—Si quieres me haces caso, sino sigue haciendo lo que se te pegue la gana que parece que ya te quieres hacer la adulta.

—Pero... —mi corazón se removió por un momento, no me gustaba que me regañaran, pero tampoco entendía por qué estaban tan agresivos—, ¿qué te pasa a ti?

—¿Me estás contestando? –enarcó una ceja con grandeza, alzó su tono de voz y su rostro le cambió.

—Estoy preguntándote.

—Me estás contestando, cuidadito, que vas a ser tu la que se va a preparar la comida a partir de ahora.

Y sin mas, se levantó deslizando con fuerza la silla con el suelo y largándose de donde estaba. Quedé con los ojos como platos, mi corazón latía con fuerza. ¿Qué había sido eso? Respiré profundo, ahogando unas repentinas ganas de llorar, no podía llorar, no sin motivos.

—Perdí el hambre –espeté, levantándome del asiento y dispuesta a encerrarme en mi habitación.

—No, señorita, usted toma su plato y lo lava.

—Pero...

—Hey, lo lavas –repitió. Me mordí el labio inferior que ya me iba a comenzar a temblar. Miré al suelo, tomando una respiración profunda y de mala gana me dirigí a lavar los trastes—. ¡Y lo haces bien!

—Claro que lo voy a hacer bien –rebatí rápido—, no soy estúpida.

Maldita lengua mía que cuando la dejo suelta, en vez de salvarme, me hunde más.

Después de terminar me volví a encerrar en mi cuarto. Mi espalda chocó con la puerta, donde sentí mi pecho subir y bajar. Las mejillas humedecieron, y lo confirmé al tocarme el rostro. Ahogué un sollozo en la palma de mi mano, sollozo que hizo que salieran mas lagrimas. ¿Por qué me trataron así? ¿Y por que me duele? No debería dolerme, a lo mejor solo... solo estoy mas sensible de lo normal, pero sus palabras fueron tan... despectivas, descuidadas.

Ahora Todo Cambió (SMCLS #2)Where stories live. Discover now